A los 50 años, Luciano Castro carga con la estampa de un hombre que vivió varias vidas. Actor, deportista, padre, protagonista de amores intensos y rupturas desgarradoras, ha transitado por la televisión argentina con el mismo temple con el que en su adolescencia se paraba debajo de un arco. Hoy, el hombre que alguna vez soñó con ser arquero profesional celebra medio siglo de vida en la cima de un oficio que lo convirtió en uno de los galanes más reconocidos de la pantalla chica.
Fue Cris Morena quien le dio su primera oportunidad, en los tiempos eléctricos de Jugate Conmigo. Era 1993 y Castro, con 17 años, ya hacía suspirar a una generación de adolescentes con su melena rebelde y su actitud de chico difícil. “¿Quién es el pelilargo que está al lado de Cris?”, preguntaban muchos. Era él. El mismo que bailaba, cantaba y coqueteaba en la pantalla de Telefe, mientras detrás de cámara empezaba a aprender lo que significaba ganarse la vida en un mundo competitivo y cruel. “Gustavo Yankelevich me enseñó a respetar al laburante de la tele”, recordó alguna vez. “Decía: ‘Si el técnico se levanta a las cinco de la mañana para que vos brilles a las ocho, no podés llegar tarde’”. Con esa ética se formó.
En un taller literario organizado para los integrantes de Jugate Conmigo, conoció a Raúl Serrano, el maestro que lo empujó a tomarse en serio la actuación. “¿Querés ser actor?”, lo desafiaba Serrano. “Entonces tenés que estudiar”. Ocho años en la Escuela de Arte Dramático lo transformaron. “Tengo un Serrano incorporado al cerebro”, dijo tiempo después.
Su carrera fue una escalera lenta pero constante. Chiquititas, Montaña rusa, Campeones de la vida, Son amores, Los Roldán. Pero el verdadero despegue llegó en 2007, cuando protagonizó Lalola junto a Carla Peterson, novela que le valió un Martín Fierro como mejor actor, y el pase definitivo al estrellato. Desde entonces, fue figura en Valientes, Herederos de una venganza, Sos mi hombre, Los ricos no piden permiso, y la lista sigue.
Sin embargo, no fue la actuación, sino el deporte, su primer amor. Un club barrial se convirtió en el escenario de su debut debajo de los tres palos. Hijo de un arquero de Chacarita Juniors, Luciano siguió la estela familiar. En Argentinos Juniors, compartió divisiones con nombres que luego serían leyendas: Juan Pablo Sorín, Sebastián Pena, Leonardo Mas, Sebastián Vignolo. “Éramos un grupo que vivía para el fútbol”, recordó Carlos Balcaza, su entrenador de entonces. Pero el sueño se rompió una semana antes del Mundial Sub 17. Mostaza Merlo, con su ironía punzante, le soltó: “¡Castro, a vos te gusta más la City que el arco!”, y lo dejó afuera del plantel. “Desde ahí no jugué más al fútbol”, admitió Castro tiempo atrás.
Se refugió en el boxeo, otra pasión heredada. Su padre y su padrino lo llevaban al Luna Park, y de la tribuna pasó al gimnasio de Abel Laudonio. Soñaba con ser campeón del mundo, hasta que un día su padre fue claro: “Un día vino mi viejo y me dijo: ‘Luciano, vos no naciste para esto…’. Y tenía razón”. El boxeo, sin embargo, lo acompañó como disciplina hasta bien entrada su carrera actoral: “El boxeo me salvó la vida. Porque cuando empezaron a llegar las tentaciones de la fama, la vida de deportista fue la que me ayudó a no caer en el abismo”, confesó acerca de como su pasión lo ayudo en su carrera.

Durante las grabaciones de Valientes, todavía se subía al ring como sparring, sin embargo, tuvo que dejarlo, puesto que Adrián Suar, el dueño de Pol-ka y productor de las novelas que protagonizó, lo sentó en su oficina y le dio un ultimátum: “Lo que colmó el vaso fue que tenía todo un lado de la cara golpeado; entonces, durante una semana grabé de perfil y tapándome con el pelo. Adrián vio las escenas, se dio cuenta y preguntó qué pasaba hasta que le contaron. Entonces un día me llamó a su oficina, se sentó en la punta de la mesa, me mostró mi contrato y me dijo: ‘No boxeás más’”
En el amor, la historia fue igual de intensa. Sabrina Rojas fue la mujer con la que construyó un hogar durante más de una década. Se conocieron en 2010, durante la gira teatral de Valientes. Sin embargo, la relación no comenzó en un contexto sencillo. Sabrina aún mantenía una relación con Juan Pablo Inigizian, su pareja de ese momento y con quien estaba desde hacía cinco años. Según confesó tiempo después en una entrevista en Los Ángeles de la Mañana, programa que hoy en día se abrevió a LAM, el vínculo con Castro se originó de manera paralela a su noviazgo, generando lo que describió como una situación inevitable: “El gordo, mi marido, fue mi amante porque yo estaba en pareja”, expresó en tono distendido, aunque admitiendo la complejidad del inicio de su relación.
Castro, quien en ese momento se encontraba soltero tras su separación de Elizabeth Vernaci y ya era padre de Mateo, fruto de una relación anterior con una mujer llamada Florencia, quedó deslumbrado por Sabrina. El “flechazo” fue inmediato y, aunque intentaron mantener el romance en secreto, los rumores pronto comenzaron a circular. Durante la gira teatral, las salidas juntos y las imágenes compartidas en lugares como Mar del Plata y Mendoza terminaron por confirmar lo evidente: el amor había nacido “entre bambalinas”.

Se mudaron juntos en 2011 y, al año siguiente, dieron la bienvenida a su primera hija, Esperanza. Posteriormente, en 2015, nació Fausto, consolidando así la familia que ambos habían soñado. “Nos van a ver mil veces juntos, porque nos separamos como pareja, no como familia”, aclaró Rojas, tras 11 años de matrimonio. La guerra de declaraciones continuó: “Les hago creer que tienen un papá fantástico”, deslizó Rojas. Luciano, en cambio, prefirió el silencio: “Todo lo que tenga que hablar, lo hablo en privado”.
Luego, Castro rehizo su vida junto a Flor Vigna, mientras Rojas encontró su camino con el Tucu López. Ambas relaciones terminaron, ella se encuentra soltera, pero él volvió a encontrar el amor en Griselda Siciliani, con quien tuvo un corto amorío tiempo atrás. “Nos reencontramos en el cumpleaños de la Peterson y nos pintó ir a cenar. Y ya. No puedo decorar cómo fue porque son años y años de amistad y de conocernos. No es una chica más y eso me gusta de la Tana. Me gusta mucho”, se sinceró, sobre cómo la celebración de Carla, quien es muy amiga de la actriz y cumple años el 6 de abril, sirvió para que nazca su amor.
Los meses pasaron y esta relación está más fuerte que nunca. “Tengo a mis hijos como quiero, estoy con el amor de mi vida, que es una persona que me acompaña, y laboralmente me está yendo increíble”, fueron las palabras que dijo Luciano sobre Griselda.

En el escenario, su carrera no se detiene. En Pequeña Victoria, Simona, o Las Estrellas, se corrió del clásico galán para encarnar roles más maduros. Hoy en día se encuentra al frente de su propio unipersonal llamado CAER (y levantarse), y en diálogo con Teleshow contó: “Tenía que probarlo, tenía que enfrentarme a algo diferente y, sobre todo, a mí mismo. Es una experiencia completamente distinta. Es el público, la obra y yo. Es crudo y eso te pone a prueba de una manera que nunca había vivido antes“.
Luciano Castro llegó a los 50 años, siendo quien es: un hombre forjado en la adversidad, que sabe lo que es quedarse afuera y reinventarse. Dejó el arco, colgó los guantes, y se calzó la piel del actor. De los guantes de boxeo a las marquesinas del teatro. Ya no es el muchacho rebelde de Jugate Conmigo, ni el arquero de Argentinos Juniors que soñaba con la Sub 17. Es un actor maduro, que carga sobre los hombros una carrera sólida, amores apasionados y rupturas escandalosas.
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