
En las primeras horas del martes se supo que Kenya, la última elefanta que quedaba en Argentina y que había sido trasladada a un santuario en Brasil a mediados de año, había fallecido. Según informó el equipo de profesionales que la atendió, el animal había tenido una alteración en la respiración que los mantenía preocupados y haciendo un seguimiento de su salud, debido a su adultez.
El último ejemplar de su especie, que había vivido durante décadas en un zoológico de Mendoza, murió rodeada de sus cuidadores, quienes la atendieron la noche previa a su partida. La necropsia, practicada al cuerpo del animal, reveló que padecía una “osteomielitis severa, con la ausencia del último dígito en la mayoría de los dedos de sus patas, así como del segundo dígito del dedo externo en las patas delanteras”.
Desde Proyectoele explicaron que “el codo que le causaba molestias y mostraba signos serios de disfunción evidenció una degradación articular crónica con líquido sinovial anormal, que será analizado. Había nódulos, úlceras, un quiste grande y otros problemas que involucraban distintos órganos de su cavidad abdominal”.
Sin embargo, el patólogo que examino el cadáver indicó que “el problema más significativo estaba en los pulmones”, donde era “altamente probable la tuberculosis”. Dicho diagnóstico estuvo respaldado por fotografías compartidas con un veterinario de grandes animales. Al respecto, manifestaron que la enfermedad “estaba muy avanzada, con infiltrados granulares en ambos pulmones y colapso alveolar. Todos los hallazgos macroscópicos con relevancia médica eran problemas crónicos, lo que significa que era algo con lo que había vivido antes de su llegada a Brasil”.
Todos los problemas detectados estaban presentes antes de su llegada a Brasil y eran de larga evolución, precisó la entidad. Durante su estancia en el refugio, se le realizó dos amplios paneles de sangre, cuyos resultados mostraron mejoría, pero no reflejaban la gravedad del daño interno.

Los últimos días
El personal advirtió inicialmente una alteración en la respiración, lo que llevó al equipo veterinario del santuario a brindar atención permanente. De acuerdo con los comunicados, se tomaron medidas intensivas tales como la administraron antibióticos y terapias dirigidas a aliviar el dolor articular, resultado de sus antecedentes físicos previos. El propio Santuario de Elefantes Brasil (SEB) detalló que aceptaba los medicamentos e inclinaba sus patas para facilitar la tarea médica, un comportamiento inusual que le permitió al equipo ajustar los tratamientos en tiempo real.
Su cuadro clínico evidenciaba problemas de movilidad, cansancio y una marcada disminución del apetito. El refugio puntualizó que Kenya evitaba acostarse. Esta acción es muy común en elefantes que, por dolor o debilidad, temen no poder reincorporarse. “Cuando un elefante deja de acostarse, puede ser por miedo a no poder levantarse de nuevo”, manifestó la organización.
El lunes previo a la muerte, los profesionales reforzaron el plan de tratamiento, implementaron terapias con antibióticos de amplio espectro y propusieron recursos adicionales como catéteres, terapia de líquidos e intervenciones no invasivas para mantener el bienestar del animal. “Kenya pasó la tarde allí, recibiendo todas las otras terapias también: nebulización por problemas respiratorios y terapia de láser para las patas”, comunicó el espacio.
En las últimas horas previas al triste desenlace, escribieron: “Después de varios días sin mostrar señales de que ella estuviera acostada, Kenya finalmente se acostó anoche”, para luego contar que “al amanecer, su respiración se alteró y lanzó “‘una suave trompeta de cachorro’ antes de partir rápido y en silencio”. Su cuadro era consecuencia del “impacto del cautiverio”.

Su vida en cautiverio y el posterior encuentro con Pupy
Tras años de preparación fue trasladada en julio dando fin a una etapa de más de cuatro décadas en cautiverio. El operativo, iniciado en 2017, comprendió entrenamientos específicos para el animal y la logística del traslado, que consistió en un recorrido de cinco días a lo largo de 3.600 kilómetros. Kenya, de 44 años, vivió en Mendoza desde 1985, adonde arribó tras un intercambio con Tierpark Hagenbeck de Alemania a la edad de cuatro años.
Al llegar al santuario, un espacio de 1.500 hectáreas en el Mato Grosso, fue sometida a controles veterinarios intensivos para monitorear secuelas derivadas de su pasado en recintos cerrados. En ese entorno se reencontró con Pupy, otra elefanta proveniente del Ecoparque de la Ciudad de Buenos Aires, que se había sumado al santuario en abril y que falleció en octubre.
Durante los días previos al primer acercamiento, se observaron señales de interés y reconocimiento mutuo, que se expresaron en miradas largas y movimientos prudentes. El equipo de cuidadores evaluó con detalle los comportamientos de ambas para definir el momento más seguro para el encuentro. Kenya permanecía en el Recinto 1, próxima al galpón, mientras Pupy se encontraba en el Recinto 2. A través de la cerca, ambas elefantas se aproximaron, mostrando curiosidad y respetando el ritmo del otro ejemplar.
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