
¿Qué tienen en común aparte del nombre la politóloga y divulgadora Florencia Freijo, la escritora referente de novela histórica Florencia Canale, y la periodista, guionista y escritora de bestsellers policiales Florencia Etcheves? Dicen las tres que lo que las une es mucho más y que lo descubrieron en un almuerzo, pero que sí, claro, primero fue llamarse igual.
“Nos juntamos a comer y nos hizo gracia que en la mesa había un 100% de Florencias –se ríe Etcheves–. Conversando nos dimos cuenta de que no era la única coincidencia. Nos la pasamos contando historias de mujeres sobre las que habíamos investigado y notamos que nos encantaba contar y escuchar, como si fuera un cuento, las historias que narraban las otras. Para el postre ya sabíamos que queríamos hacerlo en un escenario”.
En otra cosa se parecen: las tres piensan y actúan sin techo, así que de ese querer hacer a la acción todo se dio con velocidad de vértigo, y con la F de sus nombres como talismán. De Fuegos y Flores es la obra con la que las tres autoras, las tres Florencias –producidas por ellas mismas junto a HTH–, estarán de gira durante un año por distintas localidades de las provincias de Argentina. El debut será el próximo 16 de noviembre a las 20.30 en el Auditorio Belgrano, y la propuesta es un recorrido por las vidas de mujeres “que sembraron flores y desataron infiernos” para desentrañar por qué y qué se decidió contar de ellas y qué se ocultó, qué mentiras buscaron olvidarlas o tergiversarlas y cuánto de esas historias nos afecta hasta hoy y debemos conocer “para reescribir nuestro futuro”.

“Me movía algo puntual –explica Freijo sobre las razones que las impulsaron a darle forma al ambicioso espectáculo–: sentir que nosotras no contábamos la Historia, en una cartelera teatral donde los hombres hablan todo el tiempo de Historia”. Para Canale es algo natural, hace más de una década que cuenta a las mujeres del siglo XIX en sus libros movida por “la curiosidad constante y las ganas de saberlo todo” propias del oficio de periodista que heredó de su padre. “Fui encontrando algunas respuestas a la infinidad de preguntas que me desvelan. Pero es un camino que no se terminó, las preguntas me asaltan constantemente”, dice.
Etcheves se dio de frente con las tergiversaciones históricas en el imaginario popular cuando trabajó en la investigación del personaje de Frida Kahlo para su última novela, La cocinera de Frida (Planeta, 2022): “Ahí dije, si eso sucedió con alguien tan conocido como Frida, ¿qué habrá pasado con tantas otras?”. Freijo está convencida: “Cuando hablamos de Historia Universal, obviamos los grandes aportes de igual a igual que hicieron las mujeres. Pensar que no somos las protagonistas de inventos científicos, desarrollo económico, libros fundamentales o proezas políticas, no es más que una mirada recortada que buscó decirle al mundo que si lo hace una mujer es de menor valor social”.
Les pregunto qué tienen en común las mujeres que eligieron contar en la obra, cuyos nombres todavía prefieren no adelantar. “Algunas sembraron flores y otras desataron infiernos, y de ahí el título –dice Etcheves–. Me gusta la selección que hicimos, porque está hecha sin ningún prejuicio. No todas son ejemplares, también vamos a hablar de las otras, de las villanas, de las asesinas. Después de tantos años de trabajar en la crónica policial me interesa poner sobre la mesa esos perfiles de mujeres. Me interesa salir de ese discurso de que las mujeres somos buenitas sólo por el hecho de ser mujeres; no de ninguna manera”.
Hay algo que las une a todas, dice Canale: “Su fuego, sus contradicciones, su padecimiento, pero sobre todo su paso por la historia con la convicción de no desprenderse de su convicción”. Además, como suma Freijo, “han sido olvidadas, mal narradas, o recortados sus aportes en un campo específico, en un momento puntual de la historia”.

Pero también hay algo que las une a ellas, a las tres Florencias, con esas mujeres que eligieron recuperar del silencio. “Es llamativo que algunas de las mujeres sobre las que vamos a hablar han recibido cuestionamientos, señalamientos o tachas que algunas veces yo he recibido, y lo impactante es que algunas de esas mujeres vivieron en siglos pasados –dice Etcheves–. Hay algo ahí que parece estar anclado cuándo se trata de la mirada sobre las conductas de las mujeres. Creo que nosotras tres nos encontramos en la pasión y el fuego que le ponemos a lo que nos gusta. Y contar historias nos gusta mucho. ¡Tres Flores y mucho Fuego!”, se ríe.
“Supongo que nos parecemos en cuanto a la decisión de alzar su voz. Las de la Historia como pudieron, con menos herramientas pero el mismo coraje. Y, entre nosotras, la convicción de estar ardidas por nuestra escritura”, dice Canale. Es que, opina Freijo, “todavía esa mirada social de exigencia y mandatos que imperaba en ellas no cambió tanto sobre nosotras. Creo que la similitud está en el contexto, así como también en el fuego interno que hay que tener para que te mueva una convicción y no decaer ante la primera barrera”.
¿Qué las diferencia de ellas? “Que hoy esas mujeres del pasado no estarían tan solas, tendrían amigas, grupos de mujeres que las apoyan, y hasta podrían escribir su propia obra de teatro”, se ríe la politóloga. Ahora se habla mucho de empoderamiento femenino, y las mujeres que eligieron contar fueron poderosas a su manera, pero Etcheves dice que a ellas el llamado “poder femenino” no les interesa. “Nos interesa el poder. Disputar en el plano de poder femenino lo veo como una ‘competencia de chicas’ y yo quiero disputar en el mismo terreno en el que disputan los hombres, creo que ahí es donde hay que ir”. Canale está de acuerdo: “A mí el poder femenino me sabe a nada. El poder es otra cosa. A mí me interesa que me lean mujeres y hombres, que me escuchen mujeres y hombres, discutir con mujeres y hombres. No me interesa un mundo de mujeres, me interesa un mundo de mujeres y hombres”.
Pero además, dice Freijo, esa idea de poder femenino termina por volverse un nuevo mandato: “Ahora parece que las mujeres tenemos que hacer la revolución, conquistando el espacio que históricamente se consideró masculino. Como si conquistar ese espacio demostrara que somos capaces. Yo quiero un mundo donde lo tradicionalmente femenino adquiera valor colectivo: las tareas de cuidados, el sostenimiento de la vida. Ahí está el verdadero cambio y equilibrio. Nosotras no tenemos ´poco poder´ a nosotras nos sacan de los espacios de poder. Ese es el punto”.
–Y ustedes, las Florencias, ¿se sienten en ese sentido mujeres poderosas?
Canale: –Yo soy la dueña del poder.
Etcheves: –Yo a veces me siento poderosísima y a veces un trapo de piso, para qué te voy a mentir.
Freijo: –Cuando escribo, sí. Tengo un poder: usar mi voz. El resto del año “solo soy una chica”.
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