
Entre 25 y 45 millones de personas en Estados Unidos padecen el síndrome del intestino irritable (SII), una afección crónica caracterizada por cólicos, diarrea, hinchazón y diversos síntomas dolorosos que afectan la calidad de vida de quienes la sufren.
Pero un dato sobresale en la epidemiología de este trastorno: cerca de dos tercios de los pacientes diagnosticados con SII son mujeres. Esta marcada diferencia ha intrigado durante años a la comunidad científica, que ha buscado comprender los motivos biológicos detrás de la mayor vulnerabilidad femenina ante esta patología.
Investigaciones recientes han comenzado a arrojar luz sobre este fenómeno. Un estudio realizado con modelos animales, y publicado el pasado 18 de diciembre en la revista Science, apunta a la hormona estrógeno como un elemento central en la explicación del dolor intestinal más frecuente y exacerbado en mujeres.
El trabajo, liderado por un equipo de la Universidad de California en San Francisco, describe una cadena de eventos moleculares en el intestino, desencadenada por el estrógeno, que culmina en una mayor sensibilidad al dolor.
Estrógeno: el eslabón perdido en la explicación del dolor intestinal

Durante mucho tiempo se ha sabido que los síntomas gastrointestinales en las mujeres pueden intensificarse durante episodios de fluctuación hormonal, como el embarazo o en fases específicas del ciclo menstrual. Sin embargo, hasta ahora no se había logrado identificar con precisión qué células intestinales son sensibles al estrógeno ni de qué modo esta hormona contribuye al dolor abdominal.
El equipo de investigadores, dirigido por la fisióloga molecular Holly Ingraham, buscó el objetivo del estrógeno en el intestino de ratones. Descubrieron que la hormona actúa sobre unas proteínas conocidas como receptores de estrógeno, presentes en un tipo poco común de células intestinales llamadas células L.
A partir de esta identificación, los científicos pudieron mapear la secuencia de reacciones que se producen cuando el estrógeno interactúa con estas células.
“En lugar de simplemente decir que las mujeres jóvenes padecen SII, buscamos una explicación científica rigurosa del porqué. Hemos respondido a esa pregunta y, en el proceso, hemos identificado nuevos objetivos farmacológicos potenciales”, declaró Ingraham.
La cadena molecular: células L, PYY y serotonina

El hallazgo central del estudio radica en la descripción de una vía molecular que inicia con el efecto del estrógeno sobre las células L. Esta interacción provoca que las células L liberen una hormona denominada péptido YY (PYY) que, a su vez, actúa sobre otro tipo de células intestinales, estimulando la liberación de serotonina.
Vale destacar que la serotonina es una molécula clave tanto como hormona como mensajero neuronal, ya que transmite señales de dolor desde el intestino hacia el cerebro.
“Es esta cadena de eventos, esta comunicación cruzada entre estos dos tipos raros de células intestinales, lo que media la sensación de dolor”, explica Holly Ingraham, quien agrega: “El estrógeno amplifica toda esta vía”.
Esta sucesión de eventos —estrógeno, células L, PYY y serotonina— constituye una vía de amplificación del dolor intestinal. Según los autores del estudio, el estrógeno no solo inicia la cadena, sino que intensifica toda la señalización, lo que puede explicar por qué las mujeres experimentan una mayor sensibilidad intestinal y una mayor prevalencia del SII.
Dieta, ácidos grasos de cadena corta y sensibilidad intestinal

El estudio también explora la relación entre la dieta, el metabolismo intestinal y la activación de la vía del dolor mediada por el estrógeno. Se centra en los alimentos ricos en FODMAP, un grupo de carbohidratos fermentables presentes en productos como el yogur, el ajo y las legumbres. Estos carbohidratos, cuando son digeridos por bacterias intestinales, producen ácidos grasos de cadena corta como subproductos.
Los científicos detectaron que el estrógeno impulsa a las células L a producir una mayor cantidad de sensores para determinados ácidos grasos, un cambio silencioso que vuelve al intestino más vulnerable. Al activarse esos sensores, se libera una dosis extra de PYY, intensificando la percepción del dolor y amplificando la respuesta intestinal.
Este mecanismo en cadena, que combina una sensibilidad de base elevada con una reacción exagerada frente a compuestos de la alimentación, podría explicar por qué las dietas bajas en FODMAP logran reducir los síntomas del síndrome de intestino irritable, sobre todo en mujeres.
Archana Venkataraman, coautora del estudio y neurocientífica, subraya: “Esto significa que el estrógeno realmente está provocando este doble impacto. Primero, aumenta la sensibilidad basal del intestino al aumentar el PYY, y luego también hace que las células L sean más sensibles a estos metabolitos que flotan en el colon”.
Nuevas perspectivas para el tratamiento y la comprensión del dolor intestinal
Los resultados del estudio abren un horizonte prometedor para el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas dirigidas a aliviar el dolor intestinal crónico. Al identificar una vía concreta mediada por el estrógeno y detallando los actores celulares y moleculares involucrados, la investigación ofrece potenciales blancos farmacológicos para futuras intervenciones.
Expertos externos al estudio, como la bióloga molecular Marie-Isabelle Garcia y las fisiólogas Amélie Joly e Irene Miguel-Aliaga, han destacado la importancia de comprender cómo el sexo y el género influyen en las dimensiones biológicas, psicológicas y sociales del dolor. Reconocer y estudiar estas diferencias es fundamental para avanzar hacia tratamientos más efectivos y personalizados para quienes padecen el SII y otros trastornos gastrointestinales.
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