
Cuando un título que tiene más de diez años llega a lo más visto de Netflix, dan ganas de salir a festejar. No hay películas viejas o nuevas, sólo hay buenas y malas películas, no importa cuándo se hicieron. Hombre en llamas (Man on Fire) es un largometraje estrenado en cines en el 2004 y tiene a Denzel Washington en uno de sus grandes papeles, y al director Tony Scott en el punto más claro de su inconfundible estética. También hay varios secundarios enormes y el guion es de Brian Helgeland. Nada de eso es menor y, a casi dos décadas de su llegada, hoy funciona mejor que nunca.
Hombre en llamas es lo que hoy se podría llamar un clásico. ¿El motivo? El tiempo no ha hecho más que mejorarla. Cuando se estrenó, se podía pensar en los excesos estéticos de Scott y en la violencia incorrecta del guion de Helgeland, pero hoy ambas cosas brillan en un cine que ha perdido estética y riesgo. Se la puede discutir y analizar, pero hoy por hoy, lo más rescatable es que es efectiva, impactante y sólida en su realización. Es una enorme historia de venganza, redención y sacrificio, temas tan inmortales como universales.

El protagonista de la película es John Creazy (Washington), un hombre con mucha experiencia militar y un pasado terrible que lo ha llevado a ser alcohólico. Estando en México, una ciudad azotada por una ola de secuestros extorsivos, un viejo compañero de armas, Paul Rayburn (Christopher Walken), le dice que un matrimonio de clase alta necesita un guardaespaldas para su pequeña niña, Guadalupe Ramos (Dakota Fanning). Aunque al principio no quiere el trabajo, John acepta ir a la entrevista.
El padre de la niña (Marc Anthony) le pregunta por qué acepta algo así si es tan bueno y John le dice la verdad. Lejos de rechazarlo, entiende que le sirve para un plan que tiene. La madre (Radha Mitchell), que es norteamericana, no se entera de esto, pero ve en su compatriota algo que la hace confiar al instante. John queda contratado sin saber lo que el padre de la niña está preparando. Pronto John será el único amigo de Lupe, una niña solitaria a quienes sus padres no atienden ni prestan atención.

Lo esperado ocurre y entonces John deberá usar todo su conocimiento y sus habilidades para arremeter contra la banda de secuestradores que va en busca de la niña. El film es de una violencia que hoy ya no se puede ver y no tiene el más mínimo inconveniente de corrección política, porque se trata de algo más que un relato de venganza. Hombre en llamas es la segunda oportunidad de un hombre terrible, atormentado por su espantoso pasado y al que la vida le da una oportunidad de ser un ángel guardián y un ángel vengador al mismo tiempo. Y Denzel Washington es el actor perfecto para el papel.
Tony Scott, el director, tenía un estilo muy particular, al que siempre le reclamó ser demasiado publicitario y poseer un mundo visual más de videoclip que de cine, sin embargo, su capacidad para narrar con esos recursos barrocos, fragmentados y abrumadores fue siempre su marca de fábrica. Cuando hizo Hombre en llamas, ya había realizado El ansia (1983), Top Gun (1986), El último boy scout (1991), Marea roja (1994) y Enemigo público (1998), entre otros éxitos de taquilla. Acá busca una paleta de colores intensa, fuerte, abrumadora por momentos, como ese montaje vertiginoso, capaz de fragmentar al infinito cada pequeña acción. Nada de eso impide que el guion funcione y llegue al espectador. El autor es Brian Helgeland, ganador del Oscar por su trabajo en Los Ángeles al desnudo (1998), y también guionista y director de Revancha (1999), Corazón de caballero (2001) y 42 (2013). Su trabajo es uno de los mejores aspectos de la producción, incluso cuando se trata de una adaptación de la original Una razón para vivir (Man on Fire, 1987), cuya historia mejora bastante.

Denzel Washington ya era un estrella gigante. Dakota Fanning venía de algún éxito cinematográfico y, al año siguiente, haría Guerra de los mundos (2005) junto a Tom Cruise, bajo la dirección de Steven Spielberg. A todos los mencionados hay que sumarle a Mickey Rourke, Raquel Ticotin y Giancarlo Giannini para completar esos elencos de nivel superior.
“Si un día me faltas, no seré nada, y al mismo tiempo, lo seré todo…”, dice la canción del final, llamada “Una palabra” e interpretada por Carlos Varela. Aunque Hombre en llamas parezca una película de acción más, hay algo muy conmovedor, profundo y auténtico. Así es el cine, a veces los talentos se alinean y las películas adquieren una inmortalidad inesperada. Está disponible para ver en Netflix.
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