Contra las cuerdas y golpeado por la revelación de un mecanismo de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), el Gobierno decidió endurecer la postura de cautela que adoptó en el inicio, buscar chivos expiatorios y contraatacar. O, en palabras de un importante asesor, “contragolpear”, después de varios días de pasividad, total silencio de Javier y Karina Milei, y falta de explicaciones.
En rigor, aún no hubo aclaraciones de parte del Ejecutivo sobre la trama de corrupción en la ANDIS que se desprende de los audios del ex titular del organismo, Diego Spagnuolo. Pero antes de dar razones o informar qué pasaba en la sensible área de discapacidad con la compra de medicamentos y las contrataciones, Milei y su jefe de Gabinete, Guillermo Francos adoptaron ayer la línea de negación absoluta y búsqueda de culpables fuera de la Casa Rosada (en este caso, aparentemente, Spagnuolo).
Es el enfoque discursivo que habían inaugurado Martín Menem y Lule Menem el lunes. Los principales apuntados en el caso habían sido los primeros funcionarios de alto rango en hablar de una “operación política”, alejándose de la estrategia de “cautela” que había recomendado el asesor Santiago Caputo poco después de que estallara la polémica.

Al final, en tren de desligarse a sí mismo y a su hermana de cualquier responsabilidad penal, el Presidente apuntó la artillería hacia su -ahora ex- amigo Spagnuolo, al clamar con virulencia, en un brevísimo contacto con un móvil de C5N durante la “caravana” de La Libertad Avanza en Lomas de Zamora que todo lo que dijo su ex abogado “es mentira” y asegurar que lo “llevará a la Justicia”, sin dar mayores detalles.
Altas fuentes oficiales habían adelantado a Infobae, el viernes pasado, que denunciar a Spagnuolo era uno de los caminos bajo evaluación en la Presidencia. Pero hasta ayer nadie lo había dicho on the record, de manera oficial, y el sector de Las Fuerzas del Cielo resistía esa posibilidad, convencido de que “matar al mensajero” no traería soluciones ni constituiría una respuesta certera ante la opinión pública. “Sería inverosímil negar todo”, argumentaban. Estaban convencidos de que una auditoría en profundidad de la ANDIS -que el amigo de Caputo, Mario Lugones, inició el martes- les permitiría encontrar responsabilidades claras para dar explicaciones.
Aparte de la retórica presidencial, ayer por la tarde nadie en el Gobierno se animaba a decir con precisión cuándo y por qué delito -o delitos- planeaban “llevar a la Justicia” a Spagnuolo. Y algunos, inclusive, aún deslizaban que aún no está decidido que se lo vaya a denunciar. ¿En ese caso, Milei buscó presionar a Spagnuolo públicamente luego de que se negara a rectificar sus dichos como le pidieron desde el Gobierno?
Francos, vocero original del Ejecutivo también salió a hablar del caso con mayor vehemencia durante la presentación de su informe frente a Diputados. Hasta el fin de semana, el jefe de Gabinete se había expresado con moderación y prudencia. Pero ayer, al igual que Milei, habló de “operación política” y apuntó contra Spagnuolo, una demostración de que las palabras del Presidente no fueron espontáneas, como en otras ocasiones, sino parte, al menos en cierto nivel, de un plan.
La demora en reaccionar le provocó un daño serio al oficialismo en el tramo final de la campaña hacia las cruciales elecciones del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires. Y si bien el ataque a piedrazos contra el Presidente y su comitiva de campaña en Lomas de Zamora desvió el eje de la conversación pública de los audios, el Gobierno enfrenta dificultades para volver a enfocarse en la campaña contra el kirchnerismo.
Ayer, en el seno del poder nacional admitían el trauma que provocaron las fallas y bifurcaciones en la estrategia de control de daños. “Este es un Gobierno que sabe atacar, pero no se sabe defender. Es como el River de Gallardo, no sabe jugar metiéndose atrás”, ilustró un colaborador nacional después de largas semanas donde, tanto en el Congreso como en el caso de los audios de Spagnuolo, la oposición no dejó de hacerle goles al Gobierno.
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