
La relación entre el Gobierno y el PRO nunca terminó de salir del pantano en el que quedó sumida en agosto. Y tan sólo unos días después de la cumbre que convocó Javier Milei en la Casa Rosada con los referentes legislativos amarillos y violetas, volvió a foja cero. Y ayer por la noche los “salvó” de un nuevo revés la vicepresidenta, Victoria Villarruel, a pesar de que vienen tirándole con artillería pesada desde la Casa Rosada.
El vínculo con Mauricio Macri se aceitó en las últimas cenas con el Presidente, pero el domingo Milei deslizó que lo consideraba un “cobarde” por cuestionar a su círculo íntimo en su lugar. Y ayer Cristian Ritondo, junto a varios diputados de su tropa, volvieron a marcar distancia.
En la Casa Rosada deslizan que no los desvelan las muestras de impaciencia y aseguran que no habrá decisiones políticas disruptivas para blindar de una vez por todas la relación. Martín Menem quedará firme en la Presidencia de la Cámara en lugar de ir a manos de PRO. Pero les costará resignarse a una agenda defensiva y a avanzar con reformas limitadas que no necesiten aprobación legislativa, en la línea del cierre de los registros automotores, la baja del impuesto país y las desregulaciones, los ejes más recientes de la gestión de los ministros Luis Caputo y Federico Sturzenegger.
Saben que necesitan cumplir con la agenda, más ambiciosa, que prometieron en la campaña, que incluya, por caso, reformas de fondo: políticas, impositiva, laboral y previsional. Pero no tienen los medios. Y deben conformarse con decretos simples y decisiones administrativas hasta que -dicen- ganen “por afano” las elecciones legislativas del año que viene.
Ritondo volvió a marcar distancia ayer en declaraciones periodísticas, mientras desde su bloque otros diputados en off despotricaban contra el Gobierno. “En el PRO lo dijimos desde el primer día, no somos gobierno ni cogobierno, vamos a acompañar en todas las cosas que nos parezcan correctas, que sean un cambio para el país, para la desregulación. Pero si vemos algo donde nos tengamos que oponer, nos vamos a oponer, ya lo hicimos con el DNU”, dijo Ritondo.

En el ecosistema político actual, aunque tiene vuelo propio, sus decisiones y destino están atados al de Mauricio Macri. Y no lo mencionó, pero en su bancada cuentan que está incómodo con el nivel de relevancia que le dio Milei a Patricia Bullrich, al incorporarla como figura central en la novedosa “mesa de Gabinete político” que instituyó el Presidente los martes en la Casa Rosada en lugar de la habitual reunión del equipo completo (que pasó a un lugar secundario, los jueves). En Gobierno responden que la ex titular del PRO “es parte del Gobierno”; y fingen, con malicia, no conocer la fuerte pelea que los separa, y que llegó a un pico de malestar cuando la ministra echó a la mano derecha de Ritondo y, de paso, lo denunció.
“El problema es que ni con ellos (por PRO) logramos avanzar en nada, no nos alcanzan los votos”, dijo en un arrebato de franqueza un funcionario con llegada directa y diaria a la cúpula libertaria. Por caso, hace tres semanas que el dos de Guillermo Francos, Lisandro Catalán, intenta y no logra llevar el debate por la Boleta Única, sobre el que hay amplio consenso, al recinto del Senado, para mostrar al menos un triunfo.
Supuestamente el jefe de Interior lo lograría esta semana, pero el plan volvió a dilatarse. Esta vez, porque el propio Gobierno se vio obligado a sacrificar el tratamiento de la iniciativa para ganar tiempo en el armado de su defensa en otros dos temas altamente preocupantes. Así, la sesión del jueves volvió a postergarse con ayuda de los bloques aliados y de Villarruel. Por un lado, para que el Gobierno pueda -si es que puede- reunir más voluntades que le eviten la sanción del proyecto de la UCR que blinda el presupuesto universitario. Por otro, para evitar un rechazo definitivo al decreto de los fondos discrecionales para la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE).
En esos casos, avisan, Milei volverá a mostrar los dientes. Como la semana pasada con las jubilaciones, tiene decidido vetar el aumento de erogaciones para la educación superior, perjudicial para el superávit fiscal. Y buscará obtener financiamiento para inteligencia por otro lado -seguramente, deslizan, un decreto secreto-. “Es lo que tendríamos que haber hecho desde un comienzo”, dijo un funcionario, aventurándose a cuestionar las capacidades estratégicas de Santiago Caputo.
Según los sondeos del oficialismo, el veto de Milei en un tema tan sensible como los ingresos de los mayores no tuvo consecuencias graves para la imagen del Gobierno. “Realmente nos hizo peor el escándalo por los medicamentos de PAMI que eso”, argumentó una alta fuente. Más allá de los intentos de mostrar optimismo y conformidad, al Gobierno le queda capear un temporal.
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