
La Fosa de las Marianas, situada en el Océano Pacífico, es el lugar más profundo de la Tierra. Con una profundidad que alcanza los 11 kilómetros, este entorno extremo presenta condiciones brutales: temperaturas cercanas al punto de congelación, una presión mil veces superior a la del nivel del mar y completa oscuridad. Sin embargo, contra todo pronóstico, la vida florece en estas profundidades.
Dentro de este mundo inhóspito habitan criaturas únicas. El caracol hadal, con su cuerpo translúcido y aletas delicadas, deambula por las gélidas aguas. Cerca de él, camarones gigantes de hasta 30 centímetros se alimentan de restos que caen desde la superficie, como madera y plásticos. También se encuentran anguilas transparentes con cabezas similares a peces, que cazan presas en este abismo oscuro. En el fondo marino, una alfombra de bacterias descompone restos de organismos muertos y plancton, por lo que se reciclan nutrientes esenciales.
Este ecosistema extremo ha intrigado durante décadas a los científicos, quienes han logrado descubrir una rica biodiversidad gracias a proyectos como el Mariana Trench Environment and Ecology Research Project (MEER). Este equipo internacional recolectó sedimentos del fondo de varias zonas profundas, entre ellas la Fosa de las Marianas, y ha revelado más de 6.000 nuevas especies de microorganismos, cada una con adaptaciones únicas para sobrevivir bajo presiones intensas.
“La extraordinaria novedad y diversidad de los microorganismos hadales (las zonas más profundas del océano) indican potenciales recursos de genes, estructuras y funciones novedosos, que pueden ser opciones alternativas para aliviar el actual agotamiento de los recursos biológicos terrestres”, escriben los autores del estudio.
Los estudios realizados por MEER han permitido desentrañar algunos de los secretos que permiten a los organismos prosperar en estas condiciones extremas. Por ejemplo, el análisis del genoma de peces de aguas profundas identificó una mutación genética que potencia su capacidad para sobrevivir. Esta alteración, cuando se replicó en células cultivadas en laboratorio, mostró una mayor eficiencia en la producción de proteínas esenciales para las funciones vitales.

Otro hallazgo provino del análisis genómico de los camarones gigantes que habitan en estas profundidades. Estos animales cuentan con una asociación simbiótica con bacterias que incrementan su metabolismo, lo cual optimiza su adaptación a la alta presión.
Asimismo, estos organismos poseen mecanismos avanzados de reparación de ADN, lo que les ayuda a mitigar el daño genético causado por las condiciones extremas, como las bajas temperaturas y la presión abrumadora.
Un hallazgo para el beneficio de la humanidad
Los hallazgos de MEER no solo amplían nuestro conocimiento sobre la biodiversidad oceánica, sino que también podrían tener aplicaciones importantes en otros campos.
Los compuestos descubiertos en los microbios de aguas profundas podrían inspirar nuevos medicamentos para combatir infecciones, inflamaciones e incluso el cáncer. Asimismo, las adaptaciones genéticas de estas criaturas extremófilas podrían ser útiles para desarrollar proteínas resistentes a la presión o la radiación, un avance clave para la exploración espacial
Los microorganismos encontrados también ofrecen pistas sobre cómo la vida puede sobrevivir en ambientes con pocos nutrientes. Algunas bacterias identificadas se destacan por su habilidad para metabolizar compuestos como el tolueno, un químico presente en pinturas y plásticos, y para eliminar productos de desecho que dañan el ADN. Estas adaptaciones podrían ser esenciales para futuras investigaciones biotecnológicas.
El estudio que revela todos estos nuevos hallazgos ha sido publicados en la revista Cell.
Exploración de un mundo ‘alienígena’

Desde hace más de medio siglo, múltiples misiones, tanto tripuladas como autónomas, han emprendido el reto de explorar las profundidades de la Fosa de las Marianas. En 1960, el sumergible Trieste descendió al punto más profundo, el abismo Challenger, y descubrió organismos como peces planos y crustáceos grandes, los primeros indicios de que la vida podía sobrevivir bajo tan extremas condiciones.
Más recientemente, en 2012, el cineasta James Cameron realizó un viaje al fondo de esta fosa. Su inmersión permitió capturar imágenes que contribuyeron a identificar aún más especies. Sin embargo, las tecnologías actuales han permitido avanzar aún más.
El sumergible chino Fendouzhe (“Luchador”), utilizado por el proyecto MEER, es capaz de resistir temperaturas bajo cero y presiones inmensas. Desde 2020, ha recolectado más de 1.600 muestras de sedimentos en varias zonas profundas, no solo en la Fosa de las Marianas, sino también en el área de Yap y la Cuenca de Filipinas.
A pesar de que los océanos cubren el 70 % de la superficie terrestre, aún sabemos muy poco sobre ellos, especialmente en sus zonas más profundas. La base de datos recopilada por MEER, que contiene información genética de miles de organismos, representa un avance significativo en nuestra comprensión del océano profundo. Sin embargo, el trabajo está lejos de terminar.
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