
Son muy simpáticas las comparaciones y los paralelismos que hace el autodenominado “forista de internet”, Carlos Maslatón, de Sergio Tomás Massa con el líder chino Deng Xiaoping, artífice del milagro económico del gigante asiático y gran modernizador de la economía china. Sin embargo, hay algo de verdad allí. Massa como el modernizador de un movimiento político que hace tiempo busca nuevos lideres y de un país que hace años ansia reformas razonables, sin saltos al vacío y con eje en el trabajo, la producción y los vínculos de Argentina con el mundo. Todos temas de los que Massa ha demostrado tener una visión acabada e integral.
Entre las PASO y las generales, dirigentes del espacio libertario criticaron a figuras cuasi sagradas de la argentinidad como lo son el mismísimo padre de la Patria, José de San Martín, el argentino más importante a nivel mundial -y probablemente, de la historia- el papa Francisco, al máximo héroe futbolístico previo a la llegada de Lionel Messi, incrustado en el corazón de millones de argentinos, Diego Armando Maradona, la soberanía argentina sobre las Malvinas -con tanta sangre derramada de miles de argentinos-, cuestiones absolutamente ajenas al sentir nacional y contrarias a la tradición argentina como la libre tenencia de armas, y directamente aberraciones a la ética y la humanidad como la compraventa de órganos. Pocos hubieran pensado la centralidad de la figura de Francisco en la campaña. Fue el mismo Milei quien eligió confrontar con él y con la Iglesia Católica. Grave error, en un país históricamente católico, que, aunque ha tenido un gran crecimiento de las iglesias pentecostales, la figura de Francisco es muy respetada incluso entre los protestantes, sobre todo de los sectores más humildes.
Los resultados electorales en favor de Massa, en gran parte, fueron gracias al voto de las mujeres argentinas. Tal y como pasó en Chile con el rechazo masivo a la ultraderecha de José Antonio Kast o en España con el apoyo a Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Es justamente con Sánchez con quien mejor se puede comparar a Massa actualmente, al igual que con Emmanuel Macron. Dirigentes que enfrentaron a la extrema derecha y la derrotaron con un discurso progresista moderado, de centro, razonable, sin propuestas extrañas ni saltos al vacío. Eso, el primero y el que mejor lo entiende es el mismo hombre de Tigre.
Massa sabe que la salida de una crisis de representación tan profunda que permitió la irrupción de algo tan ajeno a la tradición argentina como son los libertarios, es mediante la unidad nacional y la convocatoria a todas las fuerzas populares y democráticas.

La noche del domingo, Milei comenzó a ensayar un discurso impostado muy similar a lo que fue el de Macri -su principal apoyo, ahora- en 2015. La pregunta es, ¿por qué se lo comprarían los mismos que hasta menos de 24 horas antes denostaba con todas sus fuerzas? Un discurso menos febril y distópico que de la noche del 14 de agosto pero mucho más tembloroso, forzado -lo dio leyendo- y con una impostación que contradice todo lo que dijo durante el resto de la campaña. El enemigo ya no es la casta, sino “el kirchnerismo”, es decir, un discurso calcado al de Patricia Bullrich, que le llevó a tener menos del 23% de los votos y la implosión total de Juntos por el Cambio. Si parecía que Milei había logrado leer la época, la noche del 22 de octubre, todo pareció que esa lectura se le esfumó. La mayoría de los argentinos no se encuentran inmersos.
En su acto de cierre del jueves previo a las elecciones, Milei criticó a Leandro Santoro por su origen radical, y coreó junto a la multitud “el que no salta es radical”. Antes de su ingreso a la política, incluso contó que se “descargaba” pegándole a un muñeco con la cara de Raúl Alfonsin, ese gran hombre de la Unión Cívica Radical que lideró la transición democrática y juzgó a los genocidas en el histórico juicio a las juntas de 1985.
El kirchnerismo como corriente y sensibilidad política dominante dentro del peronismo parece haberse terminado. Bullrich no lo entendió, Milei, dado su discurso de la noche del domingo, tampoco. Massa sí. Axel Kicillof, que hizo una elección excepcional en la provincia de Buenos Aires y fue fundamental para la victoria de Unión por la Patria a nivel nacional, también. Su idea de generar una “nueva canción” resonó hacia adentro del movimiento, que por ahora la sigue componiendo. Con una partitura con bastante más forma y más avanzada que hace un mes.
El discurso de Massa, la noche de su victoria, fue bastante más propio de lo que se considera que debe ser un candidato presidencial, tanto desde el contenido como desde la estética, prolija, con traje impecable y la compostura plena. El hijo de inmigrantes que se superó gracias a la grandeza nacional y que ama a su país, el ethos fundante de la argentinidad. La grieta se terminó. Nadie debe exterminar ni aplastar a nadie.
Para un argentino no hay ni habrá nada mejor que otro argentino. Aquella promesa inacabada del Juan Domingo Perón de 1973, del abrazo con Ricardo Balbin y la unión de todas las fuerzas populares y democráticas, de José Manuel De La Sota y los puentes, de terminar con las grietas y las confrontaciones estériles, de convertirnos en un país normal. Finalmente, y contrario a todo lo que pueda parecer, puede estar al alcance de la mano. Sergio Massa es el hombre indicado para hacerlo.
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