
Hay una buena noticia: el 90% de los porteños entiende que los excrementos de los más de 475.000 perros que hay en la Ciudad son una responsabilidad de sus dueños y no de las autoridades. Así lo dice una encuesta exclusiva a la que tuve acceso. Es una reacción muy racional que habla de una sociedad madura. Reconocemos que la administración no debe ocuparse de limpiar las miles de heces de perros, distribuidas en las calles diariamente al azar. No es su tarea, definitivamente es la tarea de los dueños de los animales.
Sin embargo, esta responsabilidad no está siendo cumplida. Y los porteños también se dan cuenta. En la misma encuesta, el 75% dijo que los excrementos de los perros son un problema. Basta salir a caminar por cualquier calle de la Ciudad de Buenos Aires para comprobarlo a simple vista.
Cada vez que nos ocupamos de estos temas arde la discusión. Están aquellos que dicen que hay cosas más importantes -lo que es obvio, pero eso no significa que no sea un problema que tenemos que solucionar-, los que creen que la solución es sugerir y enseñar; los que argumentan que la etapa de la educación está ya superada (según ellos los dueños que no levantan los excrementos saben perfectamente que eso está mal y lo hacen igual) y dicen que la única forma de cambiar esto es aplicar multas.
Este último grupo, los que adhieren a la idea de multar a los dueños de los perros, es enorme. El 70% de los encuestados dice que hay que aplicar multas y más del 54% dice que tienen que ser costosas.
Las multas pueden ser una manera justa de diferenciar el comportamiento social entre aquellos que abandonan los excrementos de sus animales y los buenos vecinos quienes levantan las heces e incluso arrojan agua sobre la orina. No son lo mismo. Finalmente, las multas solo serían una amenaza para los transgresores.
¿Pero cómo lo hacemos? ¿ADN?
Si escuchamos a la mayoría que dice que los excrementos son un problema y que la solución son las multas a los dueños de los perros, la pregunta es cómo lo hacemos. ¿Cómo multamos concretamente a esas personas? ¿Destinamos innumerables inspectores para “atrapar” en el momento exacto al dueño que abandona la caca de su perro? ¿Exponemos a esos inspectores a situaciones tensas para labrar las infracciones? Se trata de un mecanismo muy difícil de aplicar y de eficacia incierta.
Sin embargo existe una solución. Desde 2014 se han desarrollado compañías en el mundo enfocadas a registrar el ADN de animales domésticos para poder identificar a los dueños que abandonan sus excrementos en las calles. El procedimiento es sencillo. Se establece un censo obligatorio de animales donde se toman muestras del ADN de los perros (generalmente a través de la saliva). Luego los resultados se suman a una base de datos que contiene el ADN de todos los perros de la ciudad. Más adelante, cuando los inspectores detectan excrementos en la calle, toman una muestra y se rastrea el ADN para identificar al dueño. Después se procede a multarlo.
Con distintas estrategias, ya son más de 60 las ciudades de España donde se implementó el registro de ADN y se multa a quienes abandonan los excrementos, con resultados de alta efectividad. En localidades de Valencia, Málaga, Granada, Almería y Madrid (entre otros), los excrementos desaparecieron de sus calles.
¿Estarían de acuerdo los porteños con implementar un sistema así en la ciudad? La encuesta de la que hablamos plantea en este punto una división total. 4 de cada 10 personas estaría a favor de implementar un registro de ADN, pero otros 4 de cada 10 dijeron todo lo contrario. El resto no respondió.
Sobre las multas
Las multas son una medida antipática, pero forman parte de las herramientas que tienen las autoridades en todo el mundo para modificar comportamientos. En la encuesta el 60% coincidió con esta apreciación. Las multas, según ellos, sirven. Explicar, sugerir y educar son tareas de comunicación indispensables, pero en muchos casos resultan insuficientes. Es entonces cuando las multas aplicadas con justicia funcionan para corregir comportamientos que luego, con la repetición y permanencia de la conducta, se asumen hasta formar un hábito, una parte del modo de ser.
Esta encuesta describe que la amplia mayoría de los porteños piensan que hay un problema con los excrementos de los perros. También deja ver que hay opiniones muy distintas sobre cuál es la solución. Yo tengo una sola certeza: si no hacemos nada, no va a cambiar nada (en este tema y en cualquier otro).
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