El modelo está agotado

Preocupa tanto la situación de volatilidad que vive el sector financiero local como el nivel de falta de percepción que tiene la política argentina en relación a los problemas que acechan hoy a una sociedad que está agobiada por la economía

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Foto: REUTERS/Agustin Marcarian
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Los tiempos parecen haberse acelerado. Nadie está convencido aún si ha sido negligencia, impericia o simplemente fuego amigo del gobierno. Lo cierto es que el país estuvo en estos días inmerso en múltiples tensiones financieras que dieron muestra –una vez más- del nivel de desprolijidad y precariedad que imperan en el manejo de la economía argentina.

Preocupa tanto la situación de volatilidad que vive el sector financiero local como el nivel de falta de percepción que tiene la política argentina en relación a los problemas que acechan hoy a una sociedad que está agobiada por la economía y las peripecias que se deben hacer de manera cotidiana para intentar sobrevivir.

Siempre se supo que el actual presente era inevitable: el colosal déficit fiscal que nos acompaña desde hace décadas las cuentas públicas y el descrédito creciente en un gobierno que ni siquiera tiene un plan económico que goce de cierta coherencia, terminaron de convertir la actualidad económica en un coctel explosivo.

Solo en términos del desastre patrimonial del Banco Central hay que decir que entre Pases y Leliqs el stock se sitúa cerca de los 6 billones de pesos. Hace apenas doce meses atrás este saldo era de 3,7 billones de pesos: en un año se ha incrementado en un 62%. El último aumento en la tasa de referencia implica que se le adicionarán a los pasivos del BCRA unos 180.000 millones de pesos en el próximo año en concepto de intereses. Esta maraña de papeles en poder de los bancos utilizada para sacar pesos de la economía y presión sobre los precios no significa otra cosa que no sea inflación futura: el tiempo en que tarde en llegar ese futuro dependerá de cuanto estará la economía dispuesta a seguir apostando a una tasa de interés en una moneda que poco a poco está dejando de existir.

El colosal déficit fiscal que nos acompaña desde hace décadas las cuentas públicas y el descrédito creciente en un gobierno que ni siquiera tiene un plan económico que goce de cierta coherencia, terminaron de convertir la actualidad económica en un coctel explosivo

Los problemas de deuda y vencimientos no solo se limitan al BCRA. Solo este mes vencen algo más de 560.000 millones de pesos del Tesoro. Incluso si el Ministro Guzmán logra refinanciar todos los vencimientos, el mes que viene tendrá que refinanciar otro monto de similares magnitudes. De aquí a fin de año vencen en pesos el equivalente a 29.000 millones de dólares. Todo un desafío que nadie sabe a ciencia cierta si será posible de sortear. Si no se logra refinanciar la deuda, la emisión será el único camino: en caso que esto ocurra el nivel de inflación actual y las conversaciones amistosas con el FMI serán cuestiones que habrán quedado en el pasado.

La encerrona populista está pasando su factura y vamos a tener que afrontarla. Aumentos de tarifas, ajuste en precios regulados y en precios bajo control estatal sumado a la propia dinámica inflacionaria convierten el escenario actual en un terreno extremadamente complejo.

Parece que esa cuestión de fe que implicaba que la emisión no generaría inflación está quedando añeja. Las excusas puestas en que el Gobierno de Macri, la pandemia, la guerra y los dueños de los supermercados son los responsables de la debacle económica están quedando en un obligado desuso: ya a nadie le importa de quién o de quiénes ha sido la culpa en el pasado, lo que la sociedad está pidiendo es que dejen de perder valioso tiempo en cuestiones absolutamente secundarias tales como defender la gestión (la que de por si es indefendible), de tratar en el Congreso delirios tales como la prórroga de impuestos por 50 años para sostener organismos públicos relacionados con la cultura y de olvidarse de derogar una ley de alquileres que está despedazando el mercado inmobiliario. El país no tiene gasoil, la economía se frena, la inflación se descontrola y los aviones aterrizan sin que sepamos bien quienes son. Esta es la triste realidad a la que nos ha traído el populismo y de la cual no vemos la hora de salir mientras la pobreza avanza sin freno hacia un futuro absolutamente indescifrable.

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