
Isaiah Berlin fue uno de los pensadores liberales más importantes del Siglo XX. En su más famoso artículo “Dos conceptos de libertad”, desarrolla la distinción entre la libertad positiva y la negativa. Allí explica que no todos los valores pueden coexistir. Entre ellos, los valores de la libertad y los de la igualdad. En términos político-económicos, podemos tener uno o el otro, pero no ambos a la vez. A mayor libertad económica, menor igualdad; a mayor igualdad, menor libertad. Es el debate en el que estamos atrapados como sociedad. La raíz del conflicto desde la era de la Guerra Fría. Una grieta que desiguala y esclaviza.
La visión capitalista, con la libertad económica de cada individuo como motor, aportó crecimiento, progreso y riqueza. Sin embargo, el sistema causó a la vez una profunda concentración de esa riqueza, generando una altísima tasa de inequidad social y brecha económica. En el año 2022, según datos del WID World (Base de Datos de Desigualdad Global del World Inequality Lab), el 50% de la población mundial posee apenas el 2% de la riqueza, mientras que el 10% más rico de la población posee el 76%. Mientras tanto, al otro lado del péndulo, las experiencias de políticas comunistas que abrazaron los ideales de la igualdad, lo hicieron a costa de la libertad. Igualaron a sus poblaciones en la pobreza, y sólo lograron sostener ese límite a la libertad de crecimiento personal, cayendo bajo regímenes autoritarios, dictaduras hegemónicas y falta de derechos democráticos.
¿Libertad o igualdad? ¿Con cuál de estos valores se ve más identificado el judaísmo?
Libertad. El primer relato del Génesis, el Libro que inicia la Tora, es el de un Ser Humano creado con Libre Albedrío. El Ser Humano es libre desde el origen. El segundo Libro, el del Éxodo, agiganta el valor de la libertad llevándolo a un concepto nacional. La historia nace con una sociedad libre. La libertad de Egipto se transforma en un valor fundacional para la creación de la tradición, la cultura y la identidad judía.
Igualdad. La creación de un único Ser Humano primigenio a imagen y semejanza de lo divino, define desde el origen la igualdad entre todos los hombres y mujeres. El épico Éxodo de Egipto, a la vez, no distingue clases sociales. Todo Israel nace en el mismo desierto, en busca de la misma Tierra de Promesa. En el Sinaí todos serán igualados ante la Ley. Para Platón había hombres de oro, de plata o de bronce. Para Aristóteles los hombres se dividían entre aquellos nacidos para gobernar y los nacidos para servir. Sin embargo en el judaísmo no existe ningún orden vertical, jerárquico o de clases, ya que todo judío, más allá de su arraigo o religiosidad, tiene las mismas responsabilidades y derechos ante la Ley y ante Dios.
En su mirada y su proyecto de política económica, la Torá nos llama a reflexionar acerca del tipo de sociedad que queremos. Nos intima a preguntarnos acerca del orden social que debemos construir, para asegurar justicia y dignidad a cada ser humano, entregándole la llave de su propio crecimiento: la de las oportunidades.
El relato bíblico de esta semana (Levítico 25) alienta el desarrollo del libre mercado en una sociedad agraria. Sin embargo, describe cómo la libertad para prosperar económicamente, generaba a la vez concentración de la riqueza. Aquellos que no lograban crecer, se sumían en deudas impagables hasta que vendían sus tierras. Cuando ya nada les quedaba, debían entregar su fuerza de trabajo, vendiéndose a sí mismos como esclavos. De pronto, la Tierra Prometida podía transformarse también en Egipto, aquella tierra de la esclavitud.

Las leyes de protección y ayuda social para los más vulnerables abundan en toda la literatura bíblica. Pero el asistencialismo no era la última solución. El asistencialismo y la dádiva son también grilletes que esclavizan. Es por eso que el texto bíblico dicta que cada 50 años desde la llegada a la Tierra Prometida, sería el llamado Iovel, el año de Jubileo de las Tierras. En el Iovel las deudas eran canceladas, los esclavos puestos en libertad y las tierras devueltas a sus antiguos dueños. Cada 50 años el ciclo volvía a comenzar. En una suerte de reset del tiempo, la promesa renacía. Esa nueva generación tendría una nueva oportunidad. Tendrían libertad para crecer y volver a empezar desde la igualdad. La igualdad de oportunidades. La tierra era nuevamente, tierra de oportunidades.
Desde esta visión, La economía es una disciplina que se asienta sobre un fundamento moral. La Torá no se limita a medir índices técnicos ni estándares de riqueza, sino que se focaliza en la calidad de las relaciones, la dignidad, el compromiso y la independencia de cada persona. Un proyecto económico inspirado en la construcción de una sociedad basada en la ética y en el principio de la libertad para crecer, y a la vez en la igualdad de oportunidades, para volver a crecer.
Amigos queridos. Amigos todos.
“Iebarejeja H’ veishmereja”, “Que Dios te bendiga y te cuide”. Esa es la bendición tradicional y milenaria que decimos a nuestros hijos. Los sabios enseñan que lo que pide esa bendición es sustento, trabajo y riqueza. El crecimiento y la prosperidad económica es vista por todas nuestras fuentes, como una bendición. Sin embargo, esa bendición viene atada a una responsabilidad. Es por eso que termina la frase pidiendo “y te cuide”. Que te cuide de vos mismo, que te cuide de esa misma bendición. No nos define lo que logramos, lo que crecemos o lo que tenemos, sino lo que hacemos con ello.
Libertad para crecer y responsabilidad para igualar. Un modelo que nos propone ser los engranajes que generen un mundo con igualdad en oportunidades, para que todos por igual podamos ser verdaderamente libres. Los textos sagrados nos convocan desde los siglos a trabajar por la libertad y la igualdad, no en el cielo, ni en el más allá. Sino aquí en esta tierra.
*El Rab Ale Avruj es Rabino de la Comunidad Amijai y Vicepresidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masorti.
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