
La soberanía e integridad territorial de Ucrania, el segundo país en superficie más grande de Europa, se encuentra gravemente comprometida por la invasión militar de la Federación de Rusia. La agresión del Kremlin, que involucra una disputa geopolítica en Europa del Este, pone en vilo a la seguridad global e incluso la supervivencia del sistema multilateral nacido en San Francisco en 1945. La escalada iniciada por Rusia podría tener una aceleración con derivaciones eventuales en el campo del armamento nuclear. Por lo pronto, el presidente Vladimir Putin ha expresado la intención de utilizar ojivas atómicas en el caso de que Kiev se integre a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Una advertencia coercitiva que, entre otras consecuencias para la paz mundial, pone en jaque la validez del concepto de zonas libres de armamento nuclear. Ucrania tiene status de territorio desnuclearizado desde 1996, tras el incidente de Chernóbil.
La hostilidad de Moscú con Ucrania cambia las reglas y doctrinas rusas para el uso del arsenal nuclear adoptadas unilateralmente en el 2020. También incumpliría, por segunda vez, el Memorándum de Budapest de 1994 (firmado por Ucrania, Rusia, EE.UU. y Reino Unido), por el cual Ucrania cedió a Rusia todas las armas nucleares de la Unión Soviética en su poder y desmanteló las instalaciones dedicadas al almacenaje y producción de armamento nuclear, a cambio del compromiso de Moscú de respetar las fronteras y no atentar contra su integridad territorial o contra su soberanía. Obligación jurídica vinculante que Rusia ya incumplió con la anexión de Crimea en febrero del 2014.
La duda es si Rusia se envalentonaría con Ucrania de la misma forma si Kiev hubiera conservado el arsenal nuclear soviético de casi 5 mil ojivas que, en su momento, constituía la tercera potencia nuclear después de Rusia y Estados Unidos. Las autoridades en Kiev deben lamentar no contar con esa capacidad disuasoria. Consecuentemente, la agresión a la soberanía de Ucrania reaviva a escala global las aspiraciones de poseer armas nucleares de diversos Estados en distintas zonas geográficas del mundo. Corea del Norte e Irán podrían no ser los únicos en intentar contar con armas de destrucción masiva.
La diplomacia multilateral debe condenar la agresión de Rusia y garantizar que un país como Ucrania sienta respetada su integridad territorial e independencia, sin tener que recurrir a programas de misiles y ojivas nucleares o a la acumulación de armamentos convencionales. También, que las zonas libres de armas nucleares y el status de Estados desnuclearizados sean observados. Cualquier victoria militar de Rusia sobre Ucrania con la amenaza del uso de armas nucleares podría echar por tierra el proceso iniciado en 1968 por el TNP. La agresión de Moscú requiere de una urgente acción colectiva para evitar acciones similares en el futuro. Las Repúblicas Bálticas estarían en la mira del Kremlin.
Frente a métodos que llevaron en el siglo XX a dos guerras mundiales, un espiral militar en el teatro europeo podría reproducir consecuencias globales. De ahora en más, la preocupación multilateral debería estar concentrada en la recuperación de la soberanía de Ucrania, el retiro inmediato de todas las tropas de la Federación Rusa, asegurar la paz en Europa, y prohibir la posibilidad del uso de armas nucleares. La diplomacia debe prevalecer y Rusia debe cumplir de inmediato con los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas.
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