
Los sistemas obtienen los resultados que están diseñados para obtener.
No hay magia. No hay suerte. No hay accidentes. Hay sistemas que generan riqueza y otros que generan pobreza. Hay sistemas que distribuyen bien el ingreso y sistemas que generan inequidad. Hay sistemas que favorecen la creación de valor (económico, cultural, científico, deportivo, etc.) y sistemas que entorpecen la creación de valor. Hay sistemas donde la movilidad social es fluida y sistemas donde la movilidad social es rígida.
Argentina eligió su camino y los resultados de nuestras elecciones están a la vista. El 57,7% de los menores de 14 años viven en la pobreza. Son el futuro y son pobres, que es mucho más que un indicador de ingreso. El avance de la pobreza estructural no depende de un mal año macroeconómico, sino que es la consecuencia de un proceso decadente a nivel social. Es consecuencia de un sistema que no funciona o que está diseñado para obtener estos resultados. Y si no cambia es porque hay grupos de interés a los que este sistema los beneficia y no quieren cambiar.
El chivo expiatorio es la política, que ciertamente es responsable del statu quo. Pero en el afán de encontrar culpables enfocamos el reflector exclusivamente ahí. Y mientras el debate se pierde en una grieta que cuenta los años de un partido en el poder, contra el déficit fiscal que dejó uno o la inflación que dejó otro, nos olvidamos de que el sistema somos todos: los sindicalistas, los referentes sociales, los periodistas, los empresarios, la Iglesia. Y los políticos, por supuesto.
Algunas preguntas para cada grupo social.
Para el sindicalismo, ¿por qué casi la mitad de los trabajadores están en negro? ¿Son conscientes de que los costos laborales son los más altos de la región? ¿Por qué no denuncian la alta litigiosidad laboral, que desincentiva el empleo? ¿Por qué se oponen a darle seguridad al trabajador y flexibilidad al sistema, tal como propone la OIT a través del concepto de flexiseguridad? ¿Es porque perjudica los números de afiliados de algunos sindicatos, en particular?
Para los referentes sociales, ¿por qué la pobreza aumenta en un contexto donde todos los gobiernos aumentaron los fondos destinados al asistencialismo y a las políticas sociales? ¿Por qué algunos referentes sociales que dirigen organizaciones son, a la vez, funcionarios públicos de las áreas que administran y controlan los fondos para la asistencia social que reciben sus mismas organizaciones y que alcanzan los 82.000 millones de pesos al año, como Emilio Pérsico, Daniel Menéndez y Rafael Klejzer? ¿Cómo sustentan las enormes estructuras de sus movimientos, que en algunos casos tienen incluso sistemas de salud propios?
Para el periodismo, ¿la grieta aumentó las audiencias? ¿Las fidelizó? ¿La promocionaron? ¿Le dan voz a quienes piensan distinto? ¿Favorecen un clima social de diálogo y de debate sano (y necesario) de ideas y de puntos de vista diferentes? ¿Se están beneficiando con el sistema actual? ¿Son conscientes de que la polarización es un obstáculo para los consensos que necesita el país?
Para los empresarios, ¿la presión fiscal es una excusa para la evasión? ¿Por qué se oponen a que exista mayor competencia, lo que redunda en precios más accesibles para todos? ¿Por qué callaron o fueron cómplices de la corrupción? ¿Por qué hay industrias que son tan ineficientes que serían inviables sin regímenes ad hoc, producto del lobby de algunos amigos del poder? ¿Cómo no denuncian públicamente a los supuestos “expertos en mercados regulados”? ¿Por qué muchas empresas fijan precios sin argumentos técnicos ni financieros?
Para la Iglesia, ¿por qué algunos pastores de la Iglesia no favorecen la unificación del país? ¿Por qué hay sacerdotes y obispos que toman posturas partidarias? ¿Por qué la Pontificia Universidad Católica Argentina denuncia el drama de la pobreza con varas diferentes, en función del partido gobernante? ¿Por qué algunos sectores eclesiales se corren de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia en relación a la pobreza, al capitalismo y a la creación de valor empresarial?
Y, finalmente, para la política, ¿leyeron el trabajo de Jorge Remes Lenicov? Deberían, ya que plantea toda una serie de preguntas cuyas respuestas serían una buena autocrítica para los gobernantes. Hay muy poco para agregar: ¿cómo no se bajaron los sueldos durante la cuarentena del 2020? ¿Por qué hay provincias donde el empleo estatal duplica al privado? ¿Cómo explican el drama de déficit fiscal? ¿Cuáles son las consecuencias sociales y económicas de marcos institucionales débiles y maleables por el poder? ¿Por qué estamos en el podio de la inflación más alta del mundo hace años? ¿Cómo no pueden generar acuerdos comunes que trasciendan los intereses facciosos y partidarios que representan? ¿Entienden que las políticas de estado exceden la capacidad de gobierno de sus partidos y que los acuerdos políticos e inter-partidarios son necesarios para lograr objetivos de largo plazo? Si lo entienden, ¿Por qué no los generan?
El sistema social argentino está diseñado para obtener los resultados que obtiene consistentemente: pobreza creciente en un contexto donde casi todos los países de la región y del mundo la bajan; un número insuficiente de creación de empresas; un marco institucional débil y politizado partidariamente; la mitad de los trabajadores en negro; presión fiscal asfixiante (al punto de superar el 100% de las ganancias para las empresas medianas); emigración del talento; inflación acumulada récord en el mundo; etc. E igual no cambiamos. ¿Por qué? Porque este sistema disfuncional le conviene a mucha gente. Con los resultados a la vista esos grupos tienen que responder a preguntas incómodas.
Casi 6 de cada 10 niños y preadolescentes del país son pobres. Respóndanles a ellos. Cierren los ojos e imagínense a ese niño o niña y explíquenles a ellos sus respuestas. Si no lo pueden imaginar, den una vuelta manzana. Los perdedores no tienen voz y son cada vez más. Ante la injusticia del dolor de tantas personas que viven en la indignidad y al margen, es hora de dejar de buscar culpables y de hacernos cargo. Todos.
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