Cómo impactó la cuarentena en la convivencia consorcial

Inicialmente por el confinamiento obligatorio y luego con el auge del home office, la gente pasa más horas en su vivienda, lo que afecta al trabajo cotidiano de los administradores, que deben enfrentar una mayor demanda, más roces entre vecinos, irritabilidad y ruidos molestos a toda hora

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(IStock)
(IStock)

Desde que nos sorprendió la pandemia y la cuarentena, el estilo de vida cambió radicalmente y más aún en los consorcios. La convivencia en edificios en situaciones normales no es sencilla: las discusiones, los roces entre vecinos, la falta de empatía y la dificultad para llegar a acuerdos son moneda corriente. Y a partir de la pandemia, en el mundo consorcial se potenciaron las quejas e inconvenientes que reciben los administradores.

Más ruidos molestos: de un día para el otro los miembros de la familia se encontraron compartiendo muchas más horas juntos y cumpliendo, además, desde un mismo lugar con sus actividades diarias. Cambiaron las rutinas, se modificaron los horarios, el audio de videollamadas, música fuerte hasta altas horas, el volumen excesivo de la TV y las conversaciones privadas en tonos elevados es la mayor queja que reciben los administradores.

También hay más peleas entre vecinos. La falta de tolerancia se hizo más notoria. Los grupos de WhatsApp del consorcio están a la orden del día y estallan con mensajes de todo tipo. Cualquier cuestión planteada es motivo de discordia, incluso sin la intermediación de los administradores.

Los vecinos temerosos pretenden que los vecinos que trabajan en salud no usen el ascensor o que desinfecten todo el tiempo las partes comunes. La paranoia crece y, con ella, el deseo de más medidas de control y vigilancia.

La tercer queja más frecuente está relacionada con la falta de atención de los administradores. Los vecinos -más impacientes de lo habitual- requieren respuestas inmediatas a cualquier hora y, si el administrador no responde al instante, es motivo de conflicto. Se lo llama por cualquier inconveniente que surja en el edificio (corresponda o no que sea resuelto por él). Problemas con mascotas, el acceso a lugares comunes y otras cuestiones similares.

Reclaman que el alcohol en gel que se colocó en la entrada del edificio desaparece día por medio o que la liquidación de expensas no les llega, cuando se había comunicado oportunamente que toda la correspondencia actualmente es digital. Otro capítulo aparte son las asambleas, con dudas si se pueden hacer o no, si tienen que ser sí o sí presenciales o tiene validez hacerlas por Zoom.

Sin embargo, hay que destacar, que existen vecinos solidarios y predispuestos a tender su mano para ayudar y que hace que el día a día en los edificios sea más llevadero: jóvenes que se ofrecieron a hacer los mandados a las personas mayores o incluso celebraciones de cumpleaños que se llevan a cabo de balcón a balcón.

Esta pandemia hizo que todo cambiara y las cuestiones relativas a la convivencia y a la administración de consorcios no quedaron al margen. También se trata de una buena oportunidad para revisar ciertos hábitos y construir lazos que unan, en vez de discordias y paranoias sin motivo, que desgastan el día a día.

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