Coronavirus: no hay mal que dure cien años (ni economía que resista)

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Un hombre pasea su perro en California, Estados Unidos (REUTERS/Mario Anzuoni)
Un hombre pasea su perro en California, Estados Unidos (REUTERS/Mario Anzuoni)

¿Cuándo y cómo termina esta pandemia del COVID-19?

Esta pregunta está en el inconsciente colectivo, por ahora oculta bajo el miedo a enfermar y complicarse o morir hoy, mañana, o dentro de una semana.

Esto no va a ocurrir con el 95,5% de las personas que están hoy en sus casas. Piense que es mucho mas probable que esté en ese grupo que en el otro, estadísticamente hablando.

Es el tiempo del aislamiento, distanciamiento social, cuarentena, que significa esconderse del virus. Como el “corona” no anda suelto por allí, ni flotando, ni volando -anda con la gente-, el único modo de evitarlo es esquivando el contacto social.

Como no sabemos quién lo lleva encima o no, salvo que esté enfermo, hay que apartarse de toda la gente posible.

¿Por cuánto tiempo? En los brotes de Ébola (África), tres semanas; en la pandemia del virus AH1N1, dos. En esta pandemia, la media de países que están saliendo y que sufrieron más, impacto 4/5 semanas. Italia/Lombardía lleva 30 días.

Treinta días de cuarentena es mucho tiempo y mucho deterioro para la economía local y mundial.

Mucho gasto preparando la estructura sanitaria para la catástrofe y nada de generación de recursos.

Por otra parte, la gente tiene el hábito de moverse libremente, por ende el SARS CoV 2 se difunde por todo el territorio. No se puede cercar, contener con medidas rigurosas, solo una zona. La gente se escapa para evitar la enfermedad y se lleva el virus en su garganta, boca y nariz con poco o ningún síntoma.

El caso del norte de Italia es un modelo de comportamiento social peligroso. Cuando se declaró zona roja a Lombardía, ese mismo día alrededor del 22 de febrero, 25.000 personas huyeron al sur del país, volvieron sus casas de campo o de playa, a visitar parientes o simplemente escaparon y, claro, se llevaron el virus.

Así la pandemia dura más tiempo y genera más enfermos/muertos y deterioro económico. Hay que quedarse quieto en su casa habitual, aunque tenga otras y pueda elegir. Quédese quieto.

De todos modos todo tiene un final y esta pandemia también lo tendrá, cuando sucedan una de estas dos situaciones que les voy a comentar, o ambas.

Como dice el refrán que da titulo a este artículo “no hay mal que dure cien años” y agrego, no hay pandemia -en tiempos modernos- que haya durado un año.

a) Termina cuando el 40 o 50% de la población mundial se contagia. Hoy hay 2.500 millones de personas en cuarentena en el planeta, en 170 países, un tercio de la población mundial. Cerca de medio millón de casos confirmados con una tasa de letalidad (mortalidad provocada por una enfermedad, en un tiempo y área determinadas) media mundial del 4,4%.

Claro que a este ritmo de contagio y con la gente escondida, alcanzar el 40% de la población mundial va a llevar mucho tiempo y no hay economía que aguante. Llevamos 90 días de epidemia/pandemia y ya nadie sabe cómo podremos recuperarnos.

Por ende, vamos por la segunda alternativa: para que esto termine de una vez y por todas el virus tiene que mutar.

b) Mutación no significa siempre más peligro. Por el contrario, en las últimas pandemias/epidemias las mutaciones debilitaron a los virus. Por ejemplo, el AH1N1 perdió en pocos meses la virulencia que llevaba y luego de matar aproximadamente a 250.000 personas en el mundo se convirtió en un virus más de la gripe estacional y aparece en invierno junto con otros dos o tres virus engripando gente, sin matar ya a tantos, salvo los muy vulnerables (viejos, enfermos, obesos). Hoy hay vacunas para evitarlo, de hecho muchas de las antigripales lo tienen entre sus componentes.

El SARS-CoV (2002) desapareció en pocos meses. No se extendió tanto en el mundo, mutó, se debilitó y se fue. Literalmente se esfumó.

De hecho, rápidamente se desarrolló y produjo una vacuna que quedó en los anaqueles de los laboratorios que la hicieron.

Con el MERS-CoV (Arabia Saudita 2012) ocurrió lo mismo: luego de circular por la zona durante meses y matar al 35% de los afectados, se desvaneció.

Ambos coronavirus, primos hermanos del que hoy nos aterra, el SARS-CoV 2, no duraron en esta tierra mas que meses (ocho a diez).

Se espera que el COVID-19 acompañe el invierno, momento del año en el que se siente muy cómodo y circula mejor.

Por ende en poco tiempo se atenuará su presencia en el hemisferio norte y acentuará en el sur. Terminado el invierno y con clima desfavorable, mutará, se debilitará y terminará su ciclo, dejando solo malos recuerdos y hábitos de higiene reaprendidos que también se olvidarán con el tiempo tal como ocurrió siempre.

En el año 2009 todo el mundo estornudaba en el pliegue del codo o se limpiaba las manos con alcohol gel. Un par de años después dejaron de hacerlo. Una pena, por cierto.

Comenzará por julio, agosto, la temporada de reconstrucción del tejido social y de la economía rota, debilitada por la pandemia.

Esto no significa que la cuarentena dure todo este tiempo, desde luego que no, sino que se irá atenuando sectorizando y levantando progresivamente.

Para terminar, a cuidarse. Estamos al principio de un camino difícil pero con final conocido, en pocos meses. Cuidarse significa aislarse, lo aclaro por si quedan dudas.

Recuerde que muchos virus lo intentaron (viruela, polio, gripes de todo tipo, Ébola, VIH) y ninguno lo logró. Acá estamos.