La gloria o Devoto, la tremenda encrucijada que aguarda a CFK

Mientras el presidente Mauricio Macri recibe un abrumador rechazo, los escándalos de la corrupción impiden a la líder de la oposición captar adhesiones

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(Foto: Matías Baglietto)
(Foto: Matías Baglietto)

Si hay algo que no se le puede negar a Cristina Kirchner es el dramatismo que le ha impreso a la dinámica política argentina: ese tono épico, esa pelea permanente, esa capacidad inagotable para crear enemigos y poner en escena combates reales o fantasiosos. Todo ese guión increíble irá increscendo en los próximas semanas, en las que se definirá su destino de una manera binaria y tremenda. Si gana las elecciones, volverá a ser Presidenta, y será la única después de Juan Domingo Perón en lograrlo tres veces por vía democrática o por cualquier vía: dos de ellas consecutivas y una luego de un tiempo fuera de la Casa Rosada. Si las pierde, en cambio, sus problemas judiciales se profundizarán y, tarde o temprano, probablemente luego de finalizada su senaduría, tendrá que afrontar una condena a prisión. La gloria o Devoto, como se suele decir.

Algo de esa opción binaria se puede percibir en las encuestas. Cristina es la líder de la oposición. Mauricio Macri es un presidente que hoy recibe un abrumador rechazo. Todas las encuestas revelan un humor social muy negativo y una consideración bajísima sobre el desempeño del Gobierno. Eso no sucede desde el último mes, sino que abarca, como mínimo, nueve meses. En condiciones normales, la líder de la oposición se perfilaría indiscutiblemente como la próxima presidente de la Nación. Sin embargo, la fuga de votos del macrismo no desemboca en Cristina Kirchner y, entonces, aun luego de meses terribles para el Gobierno, la elección se perfila con un final abierto. ¿Qué es lo que detiene el crecimiento de la ex presidenta, qué es lo que le pone un techo? La palabra clave es: corrupción.

Hay, como siempre, dos relatos sobre la interacción entre los escándalos de corrupción que afectan a la ex presidenta y su derrotero político. El relato kirchnerista sostiene que es todo un montaje mediático y judicial, conducido desde la Casa Rosada, para evitar que ella vuelva al poder. El relato antikirchnerista, en cambio, postula que ese argumento impediría investigar a ningún político, con lo cual es apenas una coartada para conseguir impunidad: bastaría que alguien sea opositor para que pueda hacer cualquier cosa, porque cualquier investigación sobre él sería una persecución o una maniobra.

En cualquier caso, se trata de una discusión sobre el sexo de los ángeles. Si Cristina gana la elección, seguramente todas las causas judiciales se ordenen y ella quede impune. Así funciona el sistema judicial argentino. Si la pierde, en cambio, las causas seguirán. Más temprano que tarde sufrirá una condena que la inhabilitará para ser candidata nuevamente. Y cuando termine su mandato como senadora, perderá los fueros.

La Gloria o Devoto.

Ese drama le impide a Cristina declinar la candidatura a presidenta. Hay varias razones que permiten pensar que eso sería una buena noticia para la oposición. En principio, sería mucho más sencillo que el peronismo se uniera. Hay candidatos del sector que, según las encuestas, tienen más posibilidades de ganar un ballotage. Ninguno de los candidatos alternativos afrontará procesos judiciales serios en los próximos meses. La aparición de una figura nueva rápidamente generará un debate distinto, en el cual la mayoría de los que rechazan a Macri podrían inclinarse hacia el voto opositor. De hecho, desde que Cristina llegó a la Presidencia, perdió cuatro de las cinco elecciones contra el macrismo, la última contra un dirigente de segundo nivel. Pero si Cristina se baja, la cuestión judicial acelerará. Es una cuestión política, tal vez ideológica, pero también fuertemente personal. Tiene que ganar.

Un reflejo de todo esto es lo que pasó durante esta semana en el frente judicial. Por un lado, la viuda del ex secretario privado de Néstor Kirchner contó que le pagaron un montón de dinero a un juez para que no investigara el patrimonio de quien entonces era su marido. El juez había sido designado por Cristina a instancias de la Secretaría de Inteligencia del Estado, que le había acercado los temas sobre los que debía responder en el examen previo a ser elegido. Por otro lado, el ex contador de la familia Kirchner contó como llegaba el dinero a la mansión de Río Gallegos y cómo otro juez, que ya renunció a su juzgado, manipuló pericias para no investigar el formidable patrimonio de los Kirchner. El juzgado ha filtrado además que ellos dos -la viuda del ex secretario privado, el ex contador- más el ex ministro de Economía de Santa Cruz han ofrecido innumerable documentación y datos sobre el destino del dinero de la corrupción.

Ningún otro candidato tendrá que lidiar con semejantes desafíos. Para cualquiera le sería más fácil. Cualquier otro enfrentará un destino más alejado a una tragedia griega: apenas ganar o perder.

El derrotero de la causa de los cuadernos ha incorporado nuevos episodios esta semana. No todos ellos perjudican a la ex presidenta. La aparición de constancia documental sobre la relación personal entre Carlos Stornelli y el abogado Marcelo D'Alessio, quien pedía coimas en nombre del fiscal, es un hecho que merece una investigación seria. Stornelli, además de denunciar una "operación", que es lo que hacen todos los culpables, debería aclarar cuál era su vínculo con un personaje tan oscuro. En su momento, cuando era jefe de seguridad de Boca Juniors, Stornelli se hizo amigo personal de Rafael Di Zeo, el jefe de esa barra, a quien debía controlar o denunciar por sus múltiples ilícitos. Con el tiempo, pidió disculpas por esa amistad. El fiscal, como se ve, es un hombre que, en el mejor de los casos, no suele elegir bien a sus relaciones. Tal vez tenga mucho más que explicar que esa debilidad.

Pero es difícil que ese escándalo tuerza una causa que suma elementos contundentes desde su arranque y que ofrece una pintura descarnada de las características transversales de la corrupción argentina. Para percibirlo, basta mirar la lista de declaraciones indagatorias que pidió el jueves Claudio Bonadío: allí están Cristina y sus ministros, y un centenar de empresarios. Toda esa información permite pensar que la corrupción no empezó el día en que los Kirchner llegaron al poder ni terminará con su exclusión del sistema político. Pero el detalle es que en esa guía figura el nombre de una sola candidata: Cristina Kirchner. El resto de los candidatos no están afectados directamente. Y ella es especialmente vulnerable.

En el fondo de la cuestión, lo que subyace es la pregunta que Cristina no pudo contestar, hace ya largos años, en la conferencia de prensa que dio en Harvard: "¿Cual es el origen de su patrimonio?". Los malabares que hacen sus defensores en público son realmente ingenuos. "Que lo corruptos se hagan cargo. Yo no los voy a defender", dice Alberto Fernández, por ejemplo, con tono indignado y sin dar nombres. En el medio, hay hoteles, millones de dólares que aparecen en la caja de seguridad de una hija, más millones que un ex secretario privado invierte en Estados Unidos, empresarios que se hicieron multimillonarios de la noche a la mañana, fajos de dinero que se cuentan en la Rosadita, jueces venales que son denunciados por recibir coimas para salvar a los principales involucrados, bolsos que se revolean en un convento.

Por divertido que parezca, es triste que en un país pasen estas cosas. Será triste si Cristina se sale con la suya porque el sistema político no pudo ofrecer una opción más sana para las millones de personas que, con muchos argumentos, rechazan al actual Gobierno. Y será triste si finalmente termina detenida, porque al menos un tercio de la sociedad sentirá sus derechos democráticos violentados. Es triste que haya jueces ladrones y fiscales que se codeen con personajes oscuros que piden coima en su nombre, empresarios multimillonarios que armaron una asociación ilícita para robar plata.

Mucha gente se excita cuando aparece la pus a la luz del día. Tal vez no perciba en su dimensión el deterioro que todo esto genera para la sociedad y el sistema democrático.