Cristina y el teatro de la decadencia

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(Foto: Patricio Murphy)
(Foto: Patricio Murphy)

Perón supo decir: "A algunos les entregué una estancia y me instalaron un quiosco". Parecido hizo Cristina, fue achicando su espacio desde el poder al lugar de oposición, y ahora sigue expulsando como si no se hubiera enterado que hace rato dejó de gobernar. Su discurso de esta semana en el Senado no tuvo ni atisbos de sabiduría, fue una mezcla de rencores y amnesia del autoritarismo, sumado al desprecio con que los supo tratar en su momento de poder. Nunca se asumió par de nadie: no debe ser fácil ahora acomodar la soberbia a la realidad. Su monólogo no solo no intentó seducir, sino que además lastimó a los posibles aliados. Supo dejar en claro que su conflicto es con la realidad. Y el uso espurio de un pasado que no le pertenece, la persecución al pueblo peronista es una gesta, las acusaciones a su conducta implican una vergüenza.

Y tampoco tiene nada que ver con Lula. La historia de un movimiento obrero no tiene parentesco alguno con el relato de un grupo de impunes. El kirchnerismo está más cerca de ser Odebrecht que de ser Lula. Tampoco es culpa del "neoliberalismo", ni siquiera los errores del Gobierno le pueden devolver la esperanza. Debates sin grandeza, sin que se asuma el desafío de la imprescindible unidad nacional. Todo dividido en tres partes: el oficialismo, los restos del peronismo y lo que queda del kirchnerismo. Los errores del Gobierno convocan al peronismo a liberarse del yugo del pasado, de ese fracaso que lo dejó en terapia intensiva, de ese mal que todavía ignora si es curable. Todo es agonía tanto en el Gobierno como en la oposición. La sociedad necesita salir a la calle, y salen los unos y los otros.

En todos los golpes de Estado que supimos soportar, siempre perdió el ala nacional para imponerse el liberalismo imperial. Por ahora, en el Gobierno, de nuevo ganó Alsogaray y juegan a durar mientras se llevan lo que pueden. Cristina no es la revolución, pero el Gobierno es "gorila" hasta los tuétanos. Ahora dicen que Cristina guardaba su dinero en el Vaticano, lo de siempre, imaginan que el peronismo y la Iglesia les impiden empobrecer al pueblo con la alegría de que "no había otra salida". Hubo un tiempo en que la Iglesia los acompañaba, así fue en el 55, cuando estaba del lado del golpe, ahora está del otro lado, y ya el "Cristo Vence" no es la consigna del ateísmo del horóscopo.

En el Senado no hubo sobrevivientes de la esperanza, el oportunismo arrasó con los sueños. Nadie salió de su guarida en la grieta, nadie convocó a un proyecto nacional. Cada quien cuenta los votos de las encuestas y apuesta al oportunismo de la coyuntura. Lugares comunes en el teatro de la decadencia. El juez Claudio Bonadío fue alguna vez cuestionado por el nefasto Domingo Cavallo, gracias a ese juez la Justicia inició el camino de recuperar su dignidad.

El PRO tenía un ala nacional, el radicalismo y el desarrollismo no pueden terminar en este gorilismo desembocado donde todo lo productivo se pierde, y los bancos y las corporaciones extranjeras se llevan hasta la última gota de nuestro sudor. La economía no es ni ha sido nunca libre, o se la dirige y controla por el Estado en beneficio del pueblo o la manejan las grandes corporaciones en detrimento de este. Perón era un visionario, por eso sigue vigente.

Hace cuatro décadas que desguazan el Estado y se llevan todo lo rentable, y nos venden el cuento del "inversor extranjero". Todo lo hicimos nosotros o lo completaron con nuestro sudor. Hoy las ganancias de los grandes grupos son superiores a nuestra producción, les sobran millones de argentinos para poder importar todo y no fabricar nada. Que no nos asusten con Cristina, ella ya no vuelve, pero si siguen así, Mauricio Macri tampoco. Ningún pueblo vota al que lo hambrea y, según vemos, no saben hacer otra cosa.

Gestemos un proyecto y luego busquemos un candidato. El campo nacional lo integran peronistas y radicales, socialistas y conservadores, y muchos que por ahora están en el gobierno. Macri ya fracasó, apoyemos la democracia a la par que gestamos una opción superadora. No hay otra salida.