Actualmente en nuestro país existen muchas zonas geográficas, particularmente en el centro y en el norte, que poseen elevadas concentraciones de arsénico en agua. Un contaminante que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa entre las diez sustancias químicas más preocupantes para la salud pública. Otros países con presencia de arsénico en su agua subterránea son Chile, México, Bangladesh, China, la India y los Estados Unidos.
Las personas quedan expuestas al arsénico al ingerir el agua y los alimentos contaminados, ya sea por la preparación o por la irrigación. Entre las comidas que lo contienen se encuentran el arroz y otras cosechas que requieren riego, los pescados, las carnes, las aves de corral, los productos lácteos y los cereales. En una evaluación, la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, FDA por sus siglas en inglés) probó 76 cereales de arroz para niños y encontró que aproximadamente la mitad tenía mayor cantidad de arsénico inorgánico que el límite recomendado.
Para comprender la magnitud de esta problemática, es conveniente señalar que la exposición a la ingesta prolongada de arsénico pone en riesgo a las poblaciones residentes de padecer enfermedades cardiovasculares, dermatológicas y neurológicas, además de diversas formas de cáncer con localización cutánea, respiratoria, digestiva y urinaria, entre otras complicaciones.
Si nos enfocamos en la solución, existen varios métodos de remoción de este metaloide del agua, pero sin ningún tipo de trazabilidad en el proceso de remoción, así como los equipos domiciliarios que también carecen de confiabilidad en el proceso, sumado a los altos costos de operación. Aunque estos últimos son un buen paliativo mientras se soluciona el problema definitivamente.
No obstante, al igual que muchas otras tecnologías, el tratamiento de agua ha evolucionado y la remoción de arsénico no ha quedado afuera. Un claro ejemplo es la coagulación–ultrafiltración (C/UF). Este proceso es muy competitivo, hasta un 50% más que las tecnologías convencionales; utiliza un 75% menos de químicos, y remueve virus y bacterias al mismo tiempo, algo que ningún tratamiento de arsénico ha realizado hasta el momento.
Existen otras tecnologías alternativas para esta problemática como los tratamientos físico-químicos convencionales y la ósmosis inversa, pero dichos tratamientos no son los más eficientes cuando se trata exclusivamente de contaminación con arsénico. Los tratamientos convencionales utilizan grandes cantidades de químicos y no cuentan con un proceso validado que asegure la calidad del agua, y la ósmosis inversa, tecnología muy utilizada en nuestro país desde los 80, amerita solo cuando existen multicontaminantes en el agua como arsénico, flúor, nitratos, alta salinidad, etcétera.
El autor es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua y VP de Marketing y Ventas de Fluence Sudamérica.
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