Aborto, la Argentina puesta a prueba

Por Ricardo Mario Romano

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En vísperas de la votación en Diputados de un proyecto de ley que legaliza el aborto, resulta sumamente llamativo que, siendo éste un tema tan relevante y una problemática tan compleja -con el derecho a la vida en juego-, y tratándose de un debate enaltecido como expresión de diversidad democrática hasta el hartazgo, los únicos proyectos en debate se hayan limitado, por acuerdo político, a la legalización del aborto como supuesta única "solución" posible. Por otra parte, este aluvión de ponencias sumamente breves acontece en el contexto de uno de los grandes problemas culturales de la actualidad: la imprecisión conceptual que imposibilita la descripción objetiva de distintas realidades allana el camino a los enfrentamientos y la mentira, y atrofia la riqueza cultural general.

Pese a estas dificultades de comunicación, son varias las cosas que quedaron en evidencia.

Inicio de la vida: ciencia y ordenamiento jurídico

La cuestión del inicio de la existencia de la persona humana está más que zanjada. La fecundación es el instante en el que se constituye el nuevo ser humano individual con identidad genética propia, única, que continúa ininterrumpidamente su desarrollo hasta los 18-25 años de edad. Si de autoridades se trata, ya el "padre" de la genética moderna y la citogenética, descubridor de la causa del síndrome de Down, Jérôme Lejeune, así lo confirmó. En la Argentina se ha pronunciado la Academia Nacional de Medicina con la misma precisión. Por supuesto que se puede elegir negar las evidencias (estudio genético, diagnóstico por imágenes), regirse por  las creencias personales y opinar en contrario. Lo cierto es que en todas las universidades del mundo se enseñan estos principios biológicos universales de la procreación, la reproducción y el desarrollo humano, y en ellos se sustenta el ejercicio general de la ciencia experimental e incluso de las biotecnologías.

De todas maneras, si frente a la contundencia de estas evidencias primara la contumacia de la negación, se encuentra otro límite a la legalización: el jurídico.

Es más que claro que el ordenamiento jurídico argentino establece la vida humana desde de la concepción como bien jurídico tutelado. Esto se plasma en la Constitución Nacional y su adhesión con la reforma de 1994 a la Convención de los Derechos del Niño (con la reserva hecha por la Argentina: "se entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad") y el Pacto de San José de Costa Rica. Es por ello que ya la Academia Nacional de Derecho y el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires han confirmado la inconstitucionalidad del proyecto de legalización, previendo una lluvia de pedidos de ratificación de inconstitucionalidad de aprobarse la ley. Se suma a esto la definición, en el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, del comienzo de la existencia de la persona humana desde la concepción.

El aborto no puede ser, al mismo tiempo, una tragedia que ninguna mujer quiere ni debe experimentar y un instrumento de empoderamiento y libertad

La retórica de la promoción del aborto y la dictadura del deseo

Aun así todo esto no es suficiente cuando prima la irracionalidad.

Es que la retórica de la promoción del aborto está sustentada en falsedades y atravesada por contradicciones insalvables. Dado que una misma mujer no puede tener un derecho relativo a nacer y un "derecho" absoluto, abortar; y que el aborto no puede ser, al mismo tiempo, por un lado, una tragedia que ninguna mujer quiere ni debe experimentar y, por otro, un instrumento de empoderamiento y expresión voluntaria de libertad.

Pero su falacia principal es la del aborto como realidad inevitable. Se afirma que urge legalizarlo para no mandar a la muerte clandestina a las mujeres pobres que no poseen los recursos económicos para satisfacer el deseo de libertad amenazado por un supuesto embarazo no deseado. En paralelo, se dan a conocer sin cesar, desde hace décadas, en forma permanente por todos los medios masivos de comunicación, la cifra imaginaria de 500.000 abortos al año que se producirían en Argentina. La repetición de esta "epidemia" genera la percepción de que estamos ante una realidad tan avasallante que no puede evitarse; sólo queda regular las condiciones en que se produce. La verdad es que no hay cifras oficiales sobre abortos clandestinos y las que se difunden son extraídas de un estudio que carece de toda validez empírica, además de ser irrisorio comparado con el número de nacimientos al año, está basado en estimaciones subjetivas de activistas por el aborto y no en datos fácticos.

Por otra parte, las mujeres pobres no quieren abortar; quienes afirman lo contrario sólo evidencian desconocimiento de una realidad en la cual el embarazo suele ser la fuerza más importante que impulsa a estas mujeres a superar las adversidades. Además de la indiferencia ante su sufrimiento cotidiano, se hace un perverso usufructo de este como justificación de los fines personales de otro sector social. Porque el aborto es una "elección" en los sectores de clase media y alta, que revelan una mentalidad hedonista e individualista.

Se hace gala de libertad democrática desde una ideología cimentada en la dictadura de los deseos: todo deseo es sinónimo de derecho

Esta cosmovisión de lo individual y colectivo, que en este caso promueve el aborto, es el "progresismo", que va en contra del progreso humano, ya que niega todo parámetro de naturaleza humana. Está basado en el relativismo moral absoluto y es una ideología de vida antes que política y menos aun partidaria. Por ello abarca sectores políticos que difieren en modelos socioeconómicos pero convergen en insustancialidad e intrascendencia cultural. Suele hacer gala de su libertad democrática pero está cimentado sobre la dictadura de los deseos. En esta visión, todo deseo es sinónimo de derecho. Así los auténticos derechos se banalizan.

Finalmente, la "libertad" que esos "derechos" ficticios proveen a los más acomodados se imponen a costa de la anulación de los verdaderos derechos y la esclavitud de los más vulnerables. De esta manera, el aborto representa el auge del progresismo. Es la anti-política por antonomasia. En la que el Estado -los tres poderes-, en lugar de asumir la responsabilidad de cuidado de cada uno de sus ciudadanos y su dignidad con todo lo que ello implica, parte de la base de que lo mejor es que ni siquiera nazcan.

La propuesta es optimizar el fracaso del aborto institucionalizándolo

En relación con esto, el ministro de Salud de la Nación, Adolfo Rubinstein, en su exposición en comisiones, afirmó que el aborto es un fracaso total. Tiene razón; lo insólito es que propuso optimizar este fracaso institucionalizándolo legislativamente.

Sintiéndose contenido de alguna manera por aquella ideología, un sector de la sociedad parece que, a partir de haber vivido este flagelo del aborto, busca, sintomáticamente, transformarlo en política de Estado en lugar de trabajar para que ninguna otra mujer padezca esta tragedia. Manifestando una visión patológica de la maternidad, en la que esta esclaviza y el matrimonio es una amenaza para su integridad física. A la vez, para sostener este punto de vista lógicamente necesitan deshumanizar al niño por nacer. Al margen de quienes lo promueven por rédito económico o político.

Las muertes maternas

También se busca instalar el aborto como la solución para disminuir la mortalidad materna de las mujeres más pobres tomando como ejemplo lo que hace el "mundo desarrollado". En primer lugar, se habla casi de una obediencia que habría que seguir por inercia respecto de países económicamente desarrollados como si ello implicara que sus culturas también lo son. Muchas de esas sociedades tienes severísimos problemas de drogas, de incremento de las tasas de suicidios, de obesidad y de desigualdad de derechos elementales. Ni hablar de su creciente presupuesto en gasto militar, a medida que el mundo vive una escalada de conflictos bélicos. Sin embargo, países en verdad paradigmáticos, como Irlanda y Chile -ambos poseen las más bajas tasas de mortalidad materna de su respectiva región con leyes de aborto restringido-, no solo no se toman como ejemplo, sino que en ambos casos se lanzó, con bastante éxito, una campaña de presión para avanzar hacia la legalización del aborto. Esto evidencia a las claras que se trata de una cuestión totalmente ideológica.

Se considera al aborto como un ‘derecho’ cuando es un trágico síntoma social

Claramente, entonces, la recurrente persistencia de la problemática no se debe a las razones que se suelen esgrimir con profundas contradicciones, sino a un severo problema de abordaje. Esto es: se pone al aborto como el eje del asunto al punto de considerarlo un "derecho", cuando es un trágico síntoma social. Una consecuencia de falencias socioculturales y estatales previas. De esta forma, al pregonar al aborto como un derecho y enarbolarlo como una bandera, se lo coloca en el centro del problema, desplazando de ese lugar a la mujer, cuyos verdaderos derechos y genuinas necesidades quedan totalmente relegados y ocultos bajo esa retórica.

Para poder defender verdaderamente los derechos de la mujer es necesario analizar objetivamente su realidad.

El aborto como "panacea"

En la Argentina, las principales muertes maternas se deben a complicaciones obstétricas directas e indirectas y sólo el 38% de las Maternidades cumplen con todas las condiciones obstétricas y neonatales esenciales. Todo esto en un marco de pobreza estructural del 30%, de destrucción del tejido comunitario y de la estructura familiar, que implica que más del 85% de los delitos contra la integridad sexual sean intrafamiliares. Se suma un enorme déficit de educación general, el aumento de embarazos adolescentes y el inicio cada vez más temprano – liviana e irresponsablemente naturalizado por el mundo adulto, cuando no inducido por este- de las relaciones sexuales.

Sorprende que quieran presentar al aborto como panacea para una realidad tan compleja.

Lo que hay que hacer es dejar de buscar recetas mágicas. Desde la gran red de agrupaciones que integramos Unidad Provida proponemos llevar adelante un plan nacional integral para el abordaje de los embarazos no deseados y la maternidad vulnerable, basado, entre otros ejes, en: la atención de la emergencia de la mujer en conflicto con su embarazo y riesgo de abortar (ya existe una red de instituciones en todo el país que trabajan en esto y con la intervención del Estado es posible llegar a todos los rincones del país); un régimen de seguridad social especial para la madre y el niño en situación de vulnerabilidad en el que se aseguren las condiciones obstétricas y neonatales esenciales; y un plan de adopción prenatal para el caso de las mujeres que por distintas razones no puedan o decidan no llevar adelante la crianza. Las medidas legislativas deben apuntar a esto.

¿Cómo promover relaciones sexuales responsables si el acto sexual no implica tener que hacerse cargo de la máxima responsabilidad, que es una nueva vida?

Por otro lado, hay que modificar la cultura de los vínculos afectivos. Se habla de "educación sexual integral" cuando en verdad es necesaria una formación profunda e integral de la juventud donde la educación sexual está contenida. ¿Cómo promover relaciones sexuales responsables si manifiesto que el acto sexual no implica tener que hacerse cargo de la máxima responsabilidad, que es una nueva vida? Las relaciones humanas no deben plantearse como acuerdos entre partes constreñidos por un mutuo y permanente sopesar, sino promover lazos verdaderos donde el amor y el respeto son por naturaleza causa y efecto.

Finalmente, cabe advertir que el aborto es mediática, cultural y políticamente "correcto" pero verdaderamente anti-popular, esto se manifestó en las millones de personas que marcharon por todo el país en más de 250 ciudades para dejar en claro cuál es la verdadera voluntad del pueblo: trabajar incesantemente con la convicción de que se puede evitar el aborto, y se puede y se debe salvar las dos vidas, para construir una comunidad virtuosa, justa, inclusiva, donde nadie sobre, donde se respete y proteja la dignidad humana desde el primer instante de la existencia, y que no quiere vivir esclavizada a la mediocridad de ideologías efímeras, sino guiada por los valores atemporales fundantes de nuestra Patria.

La sustancia argentina se expresó implacablemente. Queda en el legislador estar a la altura de la sociedad argentina si es que quiere ser digno de integrar una comunidad que anhela una nación plenamente realizada.

El autor es miembro del Centro de Bioética Persona y Familia.