Es hora de que los varones hagamos silencio y escuchemos

Prestar atención a los reclamos es un gesto de imprescindible humildad para que los hombres puedan ganarse el respeto de las mujeres, dice el autor de esta nota

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Una de las últimas movilizaciones (foto: Télam)
Una de las últimas movilizaciones (foto: Télam)

Hacé silencio, varón

Lo primero que deberíamos hacer los varones es silencio.  Callarnos un poco la boca. Escuchar.

En los tiempos en donde la mayoría pretendemos tener razón y no la verdad, hacer silencio es un gesto de imprescindible humildad  para ganarnos el respeto que no merecimos durante tanto tiempo. O como dice un amigo, es cierto que estamos inmersos en un gran problema de comunicación: escuchamos, no para entender, sino para responder.

Esto es lo que siento respecto este 8 de marzo frente a los discursos que explican al género femenino y que, en lo particular, reclaman el reconocimiento de sus derechos. No las escuchamos a las mujeres. Nos encargamos apenas de responderles, de minimizarlas de subestimarlas.  Es hora de cerrar la boca, escuchar y oír con deseo  y el día de la mujer de es una buena oportunidad.

El feminismo de hoy, con los más y los menos que puede tener un movimiento de lucha que suele tropezarse con dogmatismos, es uno de los pocos modos de pensamiento que interpela en serio el orden establecido. Y por eso, incomoda.

Ejemplos arbitrarios y disímiles pero muy demostrativos: La mitad de la existencia post Cristo fue con posiciones dominantes que creían que las mujeres no tenían alma. Hasta hace apenas 4 décadas, en el 50 por ciento de las naciones las mujeres no tenían capacidad jurídica plena y eran sometidas al patronato masculino de algún familiar.

En la Argentina, pionera del continente por revertirlo, en 170 años de vigencia de la constitución, la mitad de ese tiempo la mujer no pudo votar y sólo en 1968, anteayer, se la equiparó en sus derechos civiles con el hombre.

Ganan menos por igual tarea, el estereotipo de la mujer ama de casa por el mero hecho de tener ovarios, goza de buena salud y se reclama un doble standard de aptitudes físicas e intelectuales para explicar sus capacidades.  La lectura de Freud sobre la histeria como rasgo femenino está estancada en los catálogos de principios del siglo pasado. Una mujer que defiende los derechos del colectivo femenino sigue siendo sospechada de lesbiana. El machismo de semejante lugar común supone la doble degradación de genitalizar una posición y despreciar, ya que estamos, a una mujer que elige su orientación sexual.

(foto: Nicolás Stulberg)
(foto: Nicolás Stulberg)

Y así podríamos seguir.

¿Qué deberíamos hacer los varones en el día de la mujer? Guardar respetuoso silencio y escucharlas. Entender que las discriminaciones positivas que generan cupos de féminas en los lugares de decisión son necesarios y que, su resistencia, implica la dureza del hueso a roer. Respetar la voz privilegiada cuando se habla de los derechos propios de su condición y entender que la conciencia masculina nunca es más decisiva que el cuerpo de ellas. Entender que hemos confiado a las mujeres las profesiones que más cerca de la dignidad humana están: son más las maestras las que nos enseñan a escribir y a sumarnos al camino de decidir con la libertad del conocer. Son más las enfermeras que nos acompañan en el curarnos o despedirnos de todo esto.

Rara metáfora. En el saber y en el dolor ellas están. Nadie les exige pergamino adicional para hacerlo. Que esa naturalidad se contagie al resto. Por derecho propio. No por concesión de ningún varón.

 

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