
En 2021, la serie surcoreana El juego del calamar irrumpió como un fenómeno global que puso bajo el reflector las tensiones sociales, económicas y humanas de un sistema profundamente desigual. Sumado a su impactante narrativa y estética violenta, la producción dirigida por Hwang Dong-hyuk planteó una crítica social contundente enfocada en la desesperación de las personas endeudadas y empobrecidas que, ante la falta de oportunidades reales, están dispuestas a arriesgar la vida por un premio millonario.
Aunque ambientada en Corea del Sur, la serie retrata realidades demasiado cercanas con otros contextos igualmente marcados por la desigualdad estructural, como el caso de México. La serie, protagonizada por individuos que compiten por un premio equivalente a más de 636 millones de pesos mexicanos, refleja con tintes de ficción una realidad que muchas personas experimentan cotidianamente, pobreza, endeudamiento, exclusión y una lucha constante por sobrevivir.
A raíz del impacto mediático, un análisis algorítmico llevado a cabo mediante inteligencia artificial examinó la serie y detectó algunas similitudes entre su trama y la realidad económica mexicana. Según esta investigación, enriquecida posteriormente con cifras consultadas en bases de datos oficiales y estadísticas especializadas, elementos como la desigualdad estructural, el endeudamiento masivo, la polarización social y la desesperación económica que llevan a tomar decisiones extremas no solo son parte de una historia ficticia.
Realidad económica mexicana, entre deudas y pobreza

En la serie, 456 personas desesperadas participan en un juego mortal para ganar un premio millonario, equivalente a 636 millones 730 mil 276 pesos mexicanos. Según el argumento, todos los concursantes están motivados por la pobreza extrema, las deudas o la falta de oportunidades, una premisa que se asemeja a la situación de millones de mexicanos que enfrentan carencias.
De acuerdo con datos del observatorio económico México, ¿Cómo vamos?, en el primer trimestre de 2025, el 33.9% de la población se encontraba en pobreza laboral, es decir, con ingresos insuficientes para cubrir la canasta básica alimentaria. Esto equivale a 44.2 millones de personas.
Por su parte, el Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2024 del Coneval arrojó que 46.8 millones de mexicanos, es decir, 36.3 % de la población, viven en situación de pobreza; de ellos, 9.1 millones se encuentran en pobreza extrema y 37.7 millones en pobreza moderada.
En este contexto, la desesperación retratada en la serie no resulta ajena. Los personajes no compiten por ambición, sino por necesidad, una motivación que se vuelve comprensible si se considera que un trabajador mexicano que percibe el salario mínimo necesitaría aproximadamente 30 mil años para reunir el equivalente al premio que ofrece la competencia ficticia.
Uno de los motores de la narrativa en El juego del calamar es el peso de la deuda, pues los participantes están atrapados en compromisos financieros imposibles de saldar, lo que los lleva a aceptar condiciones extremas.
Según la Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (ENSAFI) del INEGI, realizada en 2024, el 36.2% de la población mexicana reportó tener algún tipo de deuda; dentro de ese grupo, el 17.1% calificó su nivel de endeudamiento como alto o excesivo.
En este mismo contexto, el 34.9% de los encuestados afirmó haber sufrido malestares físicos asociados al estrés financiero, como dolores de cabeza, colitis o alteraciones en la presión arterial. A su vez, el 48.4% expresó preocupación por la posibilidad de que sus deudas se acumulen y agraven su situación.
Sumado a ello, la ENSAFI también evidencia una diferencia por género donde el 38.7% de los hombres reportó estar endeudado, frente al 34.1 % de las mujeres, lo que sugiere brechas en el acceso al crédito, la educación financiera o la autonomía económica.
Finalmente, uno de los elementos más simbólicos de la serie es la presencia de los “VIP”, una élite anónima y adinerada que observa los juegos desde la comodidad de sus lujos, mientras los más necesitados arriesgan la vida, la cual es una representación extrema y ficcional de la desigualdad que también tiene cabida en la sociedad mexicana.
Al respecto, relacionado a este contexto de polarización social y exclusión, una encuesta global realizada en 2022 reveló que el 52% de los mexicanos percibe que su país está “muy o extremadamente dividido” y el 65% consideraba que estas divisiones son difíciles de superar. En ese sentido, la polarización social y económica, lejos de disminuir, sigue ampliando la brecha entre quienes tienen oportunidades y quienes sobreviven con lo mínimo.
El caso real de un “reality show” para inmigrantes

Aunque parezca difícil de creer, propuestas reales que vulneran necesidades económicas y sociales similares a las que enfrentan muchas personas migrantes mexicanas y latinoamericanas están emergiendo en algunas partes del mundo, una de ellas es la controversial iniciativa de un reality show en Estados Unidos, donde inmigrantes competirían por la ciudadanía estadounidense.
De acuerdo con Euronews, el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense analiza actualmente una propuesta televisiva titulada provisionalmente The Americans en donde se plantea que personas migrantes compitan en desafíos semanales, culturales y de integración, con la promesa de que uno de ellos obtendría una vía más rápida hacia la ciudadanía. La propuesta fue descrita por su productor, Tom Worsoff, como un “Biggest Loser para inmigrantes”, en referencia al programa donde los participantes luchaban por perder peso, generando ya de por sí polémica en su momento.
El concepto ha recibido fuertes críticas por parte de activistas, especialistas en migración y voces del público. Los documentos del proyecto, compartidos a CNN y citados por el medio mencionado, detallan que cada episodio incluiría una dinámica de eliminación, desafíos de patrimonio cultural, reuniones públicas y votaciones en las que, por ejemplo, “la gente de Tennessee” decidiría cuál de los concursantes representa mejor al estado.
A pesar de las objeciones, Worsoff ha defendido el formato argumentando que todos los participantes son buenos candidatos a la ciudadanía y que el programa busca “humanizar” a los migrantes al mostrar sus historias. Al respecto, también declaró: “Esperaría que cualquier programa de competición en formato reality tenga algo en juego. Sí, no voy a disculparme por el hecho de que hay riesgos reales en el programa. No creo que eso sea algo malo, creo que es algo bueno”.
Esta propuesta, aunque no está particularmente enfocada en México, transforma un proceso profundamente humano y legal, como es la búsqueda de una vida mejor en otro país, en un espectáculo de competencia, donde la esperanza se vuelve moneda de cambio para el entretenimiento, lo cual pone en evidencia hasta qué punto las condiciones de desigualdad y desesperación ya no solo son aprovechadas por los sistemas económicos, sino también por las industrias culturales y mediáticas.
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