
El pez dorado (Carassius auratus) es, sin duda, una de las especies más comunes en las peceras domésticas. Su llamativo color anaranjado, su adaptabilidad y su asociación con la buena fortuna han contribuido a su popularidad en hogares de todo el mundo. Además, su presencia en películas, como en Pinocho (1940) o Chicken Little (2005), o series animadas como Peppa Pig (2004, temporada tres) refuerza su atractivo como mascota ideal, especialmente para niños. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que estos animales pueden convertirse en una amenaza ambiental cuando son liberados en ecosistemas naturales.
Cuando los propietarios ya no pueden hacerse cargo de sus peces dorados, deciden liberarlos en estanques, lagos o ríos con la intención de brindarles una mejor calidad de vida. Sin embargo, cualquier animal que vive con humanos no se puede regresar a un entorno salvaje sin supervisión previa de expertos.
En el caso de los peces dorados no solo crecen de manera descontrolada, sino que también alteran el equilibrio ecológico de su entorno. La introducción de estos organismos en hábitats naturales ha resultado en una proliferación descontrolada que pone en riesgo a las especies autóctonas.
“Megalodón”, el pez dorado gigante que enciende alarmas

El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos (USFWS, por sus siglas en inglés) informó a finales de febrero de 2025 que encontró un pez dorado tamaño descomunal en el lago Erie, en Pensilvania.
Tal es el tamaño del animal marino que fue llamado a forma de burla como “Megalodón”. Este ejemplar alcanzó un peso de aproximadamente 1.8 kilogramos, un tamaño equiparable al de un perro chihuahua de edad mediana.
“El pez dorado de tu tienda de mascotas después de dos años en libertad: ‘Llámame Megalodón’. Este pez dorado no debería estar aquí, pero alguien lo liberó, creyendo ser amable”, escribió el Servicio en una publicación de Facebook.
Las autoridades de Pesca y Vida Silvestre recalaron que liberar a este “Megalodón” creó un problema invasivo que puede durar décadas.
“Si no puedes quedarte con tu pez, búscale otro lugar. Simplemente, no lo dejes suelto”, explicó el Servicio al final de su posteo.
Sin embargo, el problema no es nuevo. En 2021, el USFWS ya había advertido sobre la proliferación de peces dorados en los grandes lagos y otros cuerpos de agua en los Estados Unidos. Los estudios han demostrado que estas poblaciones han logrado establecerse en casi todos los estados del país, con la única excepción de Alaska. Su rápida propagación responde a su gran capacidad de adaptación y a la ausencia de depredadores naturales en muchos de estos entornos.
Un artículo de National Geographic apunta que el crecimiento descontrolado de los peces dorados afecta a la fauna autóctona de diversas maneras, ya que estos peces consumen huevos, larvas y ejemplares juveniles de otras especies, disminuyendo significativamente sus poblaciones; a su vez, este comportamiento alimenticio contribuye a la alteración de la calidad del agua.
Además, cuando los peces dorados remueven los sedimentos del fondo, incrementan la turbidez y favorecen el crecimiento de algas nocivas, lo que puede reducir el oxígeno disponible y provocar la muerte de otras especies acuáticas.
¿Por qué crecen tanto los peces dorados?

A diferencia de lo que ocurre en los acuarios, donde su crecimiento está limitado por el tamaño del tanque y la disponibilidad de alimento, en la naturaleza los peces dorados pueden alcanzar dimensiones sorprendentes.
Estos peces poseen una gran plasticidad fenotípica, es decir, su tamaño se ajusta en función de los recursos disponibles en su entorno, por lo que si cuentan con suficiente alimento y un hábitat amplio, crecen mucho más de lo que lo harían en una pecera doméstica.
Los peces dorados son originarios de Asia, donde fueron domesticados hace más de mil años. A pesar de que viven con los humanos hace varios años, su organismo recupera algunos de sus rasgos salvajes, como su resistencia a diferentes condiciones ambientales y su capacidad de sobrevivir en aguas con bajos niveles de oxígeno, lo que les da una ventaja competitiva sobre otras especies autóctonas.
Ante esta problemática, los expertos han enfatizado la necesidad de encontrar alternativas responsables para aquellos propietarios que ya no puedan cuidar de sus peces dorados.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos cuenta con una guía para “romper” con tu pez dorado de manera responsable. Una de ellas es la adopción, ya sea a través de tiendas de mascotas, foros en línea o redes de acuarios. También se recomienda contactar con veterinarios o especialistas en fauna acuática, quienes pueden brindar orientación sobre la mejor manera de reubicar a estos animales.
Y es que el impacto del pez dorado en los ecosistemas no debe subestimarse, ya que anualmente, las especies invasoras generan pérdidas millonarias debido a los costos asociados a su control y mitigación. Una estimación de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) de Mérida, de la UNAM, reveló en 2021 que de 1970 a 2017 las naciones de todo el mundo gastaron mil 288 billones de dólares por este motivo, y que a medida que avanza el tiempo, “los costos aumentan hasta tres veces por década”.
En el caso de México no hay datos oficiales que muestren el costo asociado a esta problemática, sin embargo, la estimación de Estados Unidos muestra que los daños causados por organismos invasores ascienden a aproximadamente 120 mil millones de dólares anuales.
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