
A finales de enero de 2025, el personal del acuario Kaikyokan en Japón notó un comportamiento inusual en un pez luna tras el cierre temporal de la instalación. Su conducta habitualmente era interactiva y curiosa, sin embargo, pasó a un estado desinteresado en el que dejó de comer repentinamente y comenzó a frotar su cuerpo contra los lados del tanque.
Luego de descartar una cuestión de salud física, se percataron que esto era resultado de la nula interacción con visitantes, debido al cierre temporal del lugar por remodelación. ¿La solución? Pegar grandes fotos de rostros de personas junto al tanque y simular con ganchos la ropa de los “espectadores”. En menos de un día, el pez luna recuperó su apetito y parecía más tranquilo.
Años atrás, en medio del confinamiento por COVID-19, el Acuario Sumida de Tokio notó que una especie de anguilas, que normalmente están cómodas con la presencia humana, comenzaron a enterrarse y esconderse cuando ya no recibían visitas y se estresaban al ver al personal. Ante el comportamiento de estos animales, se inició una campaña de visitas por videollamadas para así proyectar los rostros de los invitados virtuales en las pantallas cerca de los tanques y reacostumbrar a los peces a la presencia de personas.
En ambos casos se observa que para los peces, especialmente los que se encuentran en cautiverio, es importante para su salud mantener la interacción social, ya sea con individuos de su misma especie o incluso con observadores humanos.
Los peces son animales sociales

Los peces muestran una amplia variedad de comportamientos sociales que, a menudo, están estrechamente relacionados con sus adaptaciones ecológicas y evolutivas. Por ejemplo, los que viven en cardúmenes dependen de la dinámica grupal para obtener ventajas de supervivencia, como evitar depredadores y mejorar la eficiencia en la búsqueda de alimento.
En estas especies, el aislamiento puede generar un estrés considerable, medido a través del aumento de los niveles de cortisol, cambios en los patrones de natación y una reducción del comportamiento exploratorio. El estudio doctoral “Análisis del comportamiento social en el pez cebra” del investigador Robert Hinz demostró que los individuos mantenidos en aislamiento tienen un aumento en los comportamientos similares a la ansiedad, una reducción de la audacia y una actividad neuronal alterada, lo que indica que la ausencia de congéneres les afecta.
Además de esto, otras investigaciones han demostrado que los peces son seres sociales, capaces de desarrollar interacciones complejas dentro de sus grupos. A pesar de la percepción popular de que estos organismos carecen de vida social sofisticada, la investigación científica ha revelado que poseen estructuras jerárquicas, redes de comunicación y comportamientos cooperativos que les permiten sobrevivir y prosperar en sus ecosistemas.
Investigadores de la Universidad de Osaka, en Japón, revelaron en 2021 que en los peces el agrupamiento, les permite incrementar su seguridad frente a depredadores, mejorar sus estrategias de alimentación y facilitar la reproducción.
Las investigaciones han revelado que los peces también poseen habilidades de reconocimiento individual, lo que significa que pueden identificar y recordar a miembros específicos de su grupo.
Además, algunos experimentos han mostrado que ciertas especies de peces aprenden a través de la observación, imitando los comportamientos de otros para mejorar su adaptabilidad. Esta capacidad de aprendizaje social indica que la interacción entre individuos desempeña un papel fundamental en su supervivencia y evolución.
Estrés y ansiedad en los peces

El estrés en los peces es una respuesta biológica a condiciones ambientales que les perturban y puede manifestarse de diversas maneras, afectando su salud y comportamiento. Los factores que inducen estrés incluyen cambios en la disponibilidad de recursos, alteraciones en la estructura social, exposición a depredadores y modificaciones en las condiciones físico-químicas del agua.
Para evaluar la ansiedad y el estrés en peces, los investigadores emplean métodos conductuales, fisiológicos y moleculares como la prueba de tanque nuevo, con la que se mide la tendencia de los peces a permanecer en el fondo de un tanque desconocido como reflejo de la resistencia a explorar, lo que se interpreta como una señal de ansiedad.
Otro método común es la prueba de preferencia luz-oscuridad, que evalúa la evitación de áreas iluminadas. En situaciones de estrés, los peces tienden a preferir zonas oscuras, lo que sugiere una respuesta instintiva de protección ante amenazas percibidas.
El artículo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) “Diagnóstico del estrés en peces” enfatiza que, desde un punto de vista fisiológico, uno de los principales indicadores de estrés en estos animales es el aumento en los niveles de cortisol, la hormona del estrés liberada por el eje hipotalámico-pituitario-interrenal. Otros síntomas incluyen el incremento de la frecuencia cardíaca, el aumento de los movimientos branquiales y cambios visibles en la coloración de la piel. Por ejemplo, los peces cebra suelen oscurecer su piel en respuesta a estados elevados de estrés.
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