
Las mujeres también violan y matan. Y pueden ser lindas, con ojos color cielo y modales agradables, sin las características que solemos atribuir a los asesinos más despiadados. La mayoría de las veces los prejuicios juegan en contra, encandilan y no dejan ver. Lo cierto es que la violencia no es característica excluyente del universo masculino. No tiene color ni olor ni nada que ayude a distinguirla desde lejos, algo que pueda anticiparnos que la maldad podría estar por ocurrir.
La historia de Sandra Renne Cantú en los Estados Unidos vino a demostrarlo de manera trágica.
Sandra Renne Cantú nació el 8 de marzo de 2001, el Día de la Mujer, en la ciudad de Tracy en California. Vivía con su madre María Chávez, sus abuelos y tres hermanos mayores Miranda, Simón y Thomas, en una casa prefabricada móvil (no exactamente rodante) en un parque especial para estos tipos de viviendas llamado Orchard Estates Mobile Home. Un barrio con 97 terrenos para este tipo de casas que están hechas con un chasis metálico que podría ser trasladado, aunque rara vez se hace, y con todos los servicios de agua, cloacas, recolección de basura como cualquier otro barrio. María y Daniel, los padres de Sandra y sus hermanos, llevaban mucho tiempo separados pero mantenían una buena relación.
Sandra asistía al colegio local Melville S. Jacobson. Adoraba ir a clases, la gimnasia, bailar y también ayudar a su madre con la pastelería y a sus abuelos en el jardín. Todas las tardes al volver del colegio salía a buscar a sus amigas para jugar.

La mañana del viernes 27 de marzo de 2009 Sandra, de ocho años, volvió del colegio a las 14.10, subió la escalera gris de su casa y enseguida volvió a salir para buscar a su hermano que estaba llegando. Después de comer algo se puso una calza negra y su remera rosa favorita con el dibujo de Hello Kitty en el frente, abrazó a su madre y salió corriendo como todos los días a buscar a las chicas del barrio.
La cercanía no es distancia suficiente para evitar ningún peligro.
Cuando se acercó la hora de la cena y Sandra no apareció como siempre lo hacía, María le pidió a Miranda y a Thomas que la llamaran. No la vieron. María entonces se subió con Simón a su auto y salió a buscarla. Preguntaron pero nadie la había visto. Se asustó y a las 19.53 llamó al 911 y dijo: “Tengo a mi hija que está desaparecida. (...) Tiene ocho años. Me dijo que iba a jugar a la casa de una chica y no ha regresado a casa”.
La investigación no demoró en comenzar. Era una menor pequeña por lo que no parecía ser una temática de rebeldía adolescente. Los agentes peinaron la zona, hablaron con vecinos y empezaron a recopilar las imágenes de las cámaras de vigilancia que rodeaban la casa familiar y las calles. Unas eran de la misma casa donde vivía Sandra ya que su abuelo las había colocado luego de un robo. En esas imágenes se veía que Sandra salía, bajaba los escalones y cruzaba la calle justo frente a su casa antes de salir del cuadro.
Se pidió ayuda al FBI. Durante el fin de semana el área se llenó de perros entrenados en búsquedas, jinetes a caballos, vehículos todo terreno recorriendo los alrededores y hasta un helicóptero que registraba la zona desde el aire. Las autoridades pusieron una recompensa de 22 mil dólares para quien se acercara a dar alguna información. Actuar rápido en estos casos con menores suele ser clave.
Cada noche había una vigilia por Sandra en el barrio.

Una vida de 96 meses
Uno de los primeros en ser mencionado y descartado de la lista de sospechosos fue el papá de Sandra quien mantenía una disputa con su ex mujer por la manutención de sus hijos. Los vecinos, por su lado, fueron contando que en la zona vivían varios personajes con antecedentes de abuso. El perfil que buscaba el FBI era un hombre blanco, de entre 25 y 40 años, con antecedentes por abuso sexual o utilización de pornografía infantil. No estaban preparados para otro tipo de depredador inusual.
Una de las amigas de Sandra era una pequeña llamada Madison, de cinco años, hija de la vecina Melissa Huckaby (28). Madison vivía con su mamá, su abuela Judy y sus bisabuelos, a una distancia de cinco casas de la suya, dentro del mismo parque de casas rodantes. Sus viviendas estaban tan cerca que el camino entre una y otra podría recorrerse en un par de minutos.
Melissa Huckaby era maestra dominical de la iglesia bautista que estaba ubicada a dos cuadras del barrio y su abuelo era reverendo allí. Ese mismo día, poco después de la desaparición de Sandra, Melissa denunció a la gerencia del barrio que le habían robado una valija marca Eddie Bauer del interior de su casa. Algo que también se ocupó de avisarle a María, la madre de Sandra, en un mensaje de texto: “Decile a la policía que me robaron algo hoy alrededor de las 16 horas. No sé si eso hace la diferencia o no”.
¿Qué podía tener que ver esto con la ausencia de Sandra? ¿Quién la había escrito? ¿Era real?
Al día siguiente, durante la vigilia por la menor, Melissa se acercó llorando desconsolada a los policías que estaban en el lugar. Sumamente nerviosa y casi sin aire, contó que había encontrado una nota en el suelo al lado de los buzones de correo que decía: “Cantú fue encerrada en una maleta, robada y arrojada al agua en la esquina de las calles Bacchetti y Whitehall. Testigo”. Se las dio. Además les dio una lista de posibles sospechosos. Uno era un hombre que dos años antes, cuando Sandra tenía seis, se lo había visto besándola en los labios en una pileta pública. Lo fueron a buscar y lo interrogaron. Confesó que se sentía atraído por las chicas pequeñas, pero tenía una coartada sólida y fue descartado. Hubo rumores sobre otro hombre, del que muchos desconfiaban, que vendía helados con su furgoneta y otros más que tenían antecedentes por drogar a niños o pornografía infantil. Todos se prestaron para ser entrevistados y se mostraron dispuestos a someterse al detector de mentiras. Todos fallaron en el polígrafo, solo lo atravesó con éxito el hombre del beso en la pileta. Pero todos tenían coartadas y no había nada que los ligara a la desaparición de Sandra.
A los agentes no les costó descubrir que Melissa tenía una ficha médica con numerosos trastornos mentales. Algunos referían ansiedad, bipolaridad, esquizofrenia y depresión severa. Había tenido intentos de suicidio e internaciones psiquiátricas por su inestabilidad mental. Además, había tenido encontronazos con la ley por hurtos menores, deudas varias y varios casos en los que había sido acusada por incendios provocados.
La interrogaron un par de veces, pero nada fue demasiado claro. Terminaron por no darle importancia a sus estrafalarios dichos. Pensaron que con sus frecuentes acercamientos solo estaba buscando protagonismo y siguieron con la búsqueda por donde consideraron era pertinente. Revisaron la zona que indicaba esa nota, un enorme estanque de riego y aguas cloacales, pero no vieron nada flotando en la superficie y en lo que pudieron revisar.
Trescientos voluntarios y doscientos agentes policiales estaban dedicados a encontrar a Sandra. Su hermano Thomas Cantú reveló no tener muchas esperanzas de que fuera hallada con vida, sentía que algo terrible le había ocurrido a su hermana menor.
En esos días de búsqueda Melissa llamó a María para invitar a Miranda, la hermana mayor de Sandra, a una pijamada en su casa. María dejó ir a Miranda a la casa de Melissa. Buenas vecinas.

La valija en el estanque
El lunes 6 de abril, a tres kilómetros de la casa de Sandra, mientras unos trabajadores vaciaban ese estanque de aguas residuales, uno de ellos llamado José Luis Franco, halló una gran valija negra incrustada en el barro maloliente. Era de un material plástico resistente al agua. Tenía puesto un candado y estaba atada fuertemente con una cuerda blanca. ¿La marca de la maleta? Eddie Bauer.
Los peores temores se confirmaron cuando la abrieron y dentro, en posición fetal, estaba el cuerpo de Sandra Cantú.
La autopsia reveló que había sido golpeada, que había muerto estrangulada con un trozo de tela empapado en alcohol y, lo más terrible, que antes del final había sido violada con un objeto extraño y que no había semen. Tenía laceraciones en su labio inferior, una abrasión en su codo izquierdo y extensos traumas genitales por la penetración con algo que podría ser el mango de un rodillo de cocina. Toxicología sostuvo que, además, en su sistema había una droga: Alprazolam.
Ahora sí los detectives se estremecieron. Una valija en el agua, tal como había dicho la madre de la amiga de Sandra. Empezaron a observarla de cerca.
Melissa se había convertido en la sospechosa del caso.
Entre los testimonios que recolectaron hubo uno interesante: el de un infante de marina retirado y su mujer. Declararon haber visto a Melissa Huckaby en su camioneta de color morado, cerca del estanque de riego, entre las 17.30 y las 18 horas, el mismo día de la desaparición de Sandra. Esa mujer, dijeron, había salido de entre los arbustos, corrido hacia su auto. El matrimonio sostuvo haberla notado apurada y como distraída. Revelaron que se habían dado cuenta de que podía ser relevante lo que habían observado cuando se enteraron por los noticieros de que había aparecido el cuerpo de Sandra Cantú.
Además, en el auto de Melissa la policía encontró un post it pegado con la dirección del canal de riego.
Todo los caminos conducían a esa mujer de ojos azules y actitudes extrañas.
Los policías siguieron revisando las cámaras callejeras y atando cabos: a las 15.54 Sandra sale de su casa y va caminando y saltando. Es la última imagen de la menor con vida. Sandra medía para ese entonces 1,22 m y pesaba 21 kilos. Ocho minutos después se ve a Melissa Huckaby salir del barrio en su camioneta al tiempo que llama al gerente del parque para decirle lo del robo de su valija. Melissa reaparece en otra cámara 85 minutos más tarde en el estacionamiento de la iglesia en la que ella da clases los domingos. Se la ve irse del área de estacionamiento. ¿Qué hizo en esos ochenta y tantos minutos? Media hora después vuelve con su camioneta. ¿Adónde fue en ese lapso? La policía le preguntó qué había hecho en la iglesia y ella les respondió que había estado decorando su clase.
Al registrar la iglesia, los policías encontraron en la cocina un rodillo para amasar con el mango doblado y evidentes manchas que parecían de sangre. Lo mandaron a analizar. El 9 de abril encontraron otra nota colgando de un árbol del parque: “De Sandra, para mi asesino”.
Parecía una película de terror, pero cada hecho era de una brutalidad real.

ADN Positivo y hojitas de afeitar
El resultado de la mancha del rodillo no dejó lugar a dudas: era sangre perteneciente a Sandra Cantú.
Al revisar la casa de Melissa encontraron, tanto en el baño como en su cartera, la misma droga que tenía Sandra en su sistema sanguíneo. Y los peritos que estudiaron la nota que había entregado dijeron que había sido escrita por ella misma, además el papel era igual a un cuaderno que Melissa tenía en su casa.
Tenían muchas pruebas. No necesitaban más.
El viernes 10 de abril de 2009 Melissa Huckaby fue arrestada y acusada por el secuestro, violación y asesinato de la amiga de su hija.
Entre el crimen y su detención había ocurrido algo más: Melissa había intentado suicidarse tragando tres hojitas de afeitar. Ello le provocó un sangrado interno por lo que fue internada dos días antes de que el cuerpo de Sandra fuera hallado en el estanque. Cuando la policía fue a verla, Melissa les explicó que esto había ocurrido durante un episodio de sonambulismo, que ella no había intentado de ninguna manera quitarse la vida.
Para los ojos del resto había sido un intento de suicidio, casi como una confesión, por el apabullante sentimiento de culpa.
Al ser arrestada se quebró y entre lágrimas confesó.
El 10 de mayo, por consejo del defensor público Samuel Behar quien llegó a un acuerdo con el fiscal Thomas Testa, Melissa se declaró culpable para evitar la condena a muerte. A cambio obtuvo prisión perpetua sin ninguna posibilidad de libertad condicional.

Lo que ella había contado al quebrarse sobre lo ocurrido aquel día era más o menos lo siguiente: Sandra se había acercado a saludarla cuando ella iba en la camioneta y había visto la valija que llevaba y que luego sin que ella lo supiera se había metido allí para jugar a las escondidas. Al llegar a la iglesia la notó pesada y al abrirla descubrió que dentro estaba Sandra y no parecía respirar. Sostuvo haberle hecho RCP (resucitación cardio pulmonar) y haber enloquecido por no saber qué hacer. Fue entonces que arrojó en ese estanque de aguas cloacales el cadáver dentro de la valija. Fin del relato increíble. Nada se entendía bien, pero todos sabían los resultados.
Lo que sostuvo la fiscalía sobre lo que realmente pasó fue bien distinto. La hipótesis que planteó el fiscal fue que Sandra había tenido ocho minutos para interceptar y secuestrar a Sandra con algún engaño (entre la última imagen de Sandra caminando 15.54 y la aparición de la camioneta Kia color bordó de Melissa en las cámaras 16.02), luego la habría sedado con el fármaco que tenía en su bolso. Después, vinieron los abusos sexuales con el mango del rodillo de amasar y el estrangulamiento mortal con un pedazo de tela. Todo esto habría ocurrido en la iglesia bautista que tan bien conocía.
Luego habría introducido a la fuerza el cuerpo en la valija y para cerrarla bien la ató con la cuerda que resultó igual a la que faltaba en una de las cortinas venecianas de la casa de la iglesia. Entre las 17.30 y las 18 horas descartó el gran bulto con el cadáver de la hija de su vecina en el estanque ubicado a poco más de tres kilómetros de allí, donde una pareja la había visto distraída. Cuando la abrieron Sandra llevaba todavía en su cabeza el lazo de género que la madre de su amiga había usado para ahorcarla.
El fiscal Thomas Testa sostuvo ante el jurado: “Es difícil para mí pensar que Sandra no sufrió”.
Todo dicho.

“No podemos llevar más peso”
Por su lado, la familia de Sandra le pidió al juez que no permitiera la exhibición de las fotos de su hija ni la divulgación de los detalles escabrosos de su homicidio. María fue clara: “No podemos llevar más peso en nuestras vidas. Si esas fotografías y exámenes forenses se divulgan… No sé cómo podríamos convivir con ello”. No querían ver las fotos ni leer las descripciones de lo que Melissa le había hecho a Sandra porque eso no les llevaría paz y solo les añadiría “más pesadillas. Estoy torturada por esto. Peleo para no dejarme dominar por la furia y la rabia que me inundan”, reveló María.
Angie Chavez, tía de Sandra, le dijo a la jueza Linda Lofthus: “El único consuelo que tenemos como familia es saber que ella no va a poder hacer esto nunca más”. El fiscal estableció que para la acusación el móvil era tan simple y absurdo como pretender “llamar la atención”.
Al recibir su condena, el 14 de junio de ese mismo año, la convicta declaró: “María sé que te debo una explicación por lo que hice. Todavía no puedo entender por qué hice lo que hice. Es una pregunta con la que lucharé por el resto de mi vida (...) Acepto la responsabilidad por lo que he hecho. Espero que eso les dé algo de paz”. Lloró sin parar y pidió perdón a la familia de Sandra y a su propia hija. Pero nada podría aliviar la enormidad del horror que había materializado.
En el proceso judicial habían quedado al descubierto algunos hechos más de ese mismo año: en enero Melissa había drogado a una chica de siete años con benzodiazepinas y, en marzo, a un ex novio de 36. Días después ella escaló en su afán violento.
Madison Huckaby, la hija de la asesina, pasó a vivir con su padre Jonhny desde el mismo momento en que su madre fue detenida.
Johnny Huckaby y Melissa se habían casado en agosto de 2003 cuando ella estaba en el quinto mes de embarazo. En agosto del año siguiente, luego de muchísimos conflictos, llegó la separación. Melissa acusó a Johnny por violencia doméstica y lo denunció diciendo que quería quitarle a su hija. Johnny negó todos los cargos. Había descubierto que su ex mujer tenía serios altibajos emocionales. Se enteró, además, que al novio anterior también lo había acusado en los tribunales por violencia y hasta había pedido una perimetral. El divorcio salió en septiembre de 2005. La custodia de la menor fue para Melissa. Johnny se terminó yendo lejos. Estaba aliviado. Se instaló en la ciudad de Arkansas, volvió a casarse y tuvo dos hijos más. De su ex no quería saber nada y a Madison la veía poco: estaban a 2700 kilómetros de distancia.

“Mi reacción inicial al enterarme fue de incredulidad. Fue un absoluto shock. Es algo que no podés creer que alguien sea capaz de hacer… ¡Imagínense si a ese alguien lo conocés y encima es la madre de tu hija! Al principio esperaba que las acusaciones no fuesen ciertas, sobre todo por la salud mental de Madison. No quería que creciera con ese legado horrible en sus espaldas”, declaró a los medios al tiempo que aseguró que, mientras convivió con Melissa, nunca la había visto ejercer violencia. “Por lo poco que sabía de Melissa, ella estaba bien, vivía con sus abuelos, tenía un trabajo con un buen sueldo y una vida buena”, esgrimió.
Johnny Huckaby solicitó la custodia plena de su pequeña hija luego del crimen. En julio de 2009 se la otorgaron luego de un acuerdo con su ex suegra Judy Lawless donde él la autorizó a visitar a su nieta siempre y cuando ella no promueva ningún contacto con la madre. Volvió al estado de Kansas con su hija mayor Madison. Allí la pequeña comenzó una nueva vida: lejos para siempre de su perturbada madre, con dos medios hermanos, una mamá postiza y su papá.
Melissa Huckaby -nacida el 23 de febrero de 1981-, la nieta de Clifford Lawless, el pastor de la iglesia Clover Road Baptist Church; la madre de Madison amiga de Sandra; la mujer que había trabajado durante cuatro años en la verdulería cercana Food for Less; la maestra de los domingos en la casa de dios; la joven de ojos claros y modos amables… se había declarado culpable del delito más aberrante. Su ex compañero de trabajo Matt Duncan declaró muy sorprendido: “No tengo nada malo para decir de ella… hasta esto. Nunca podría haber sospechado de que era capaz de hacer algo así”.
Ese es el tema. No siempre un asesino parece un asesino.
Según datos oficiales del FBI, solo en el siete por ciento del total de casos con estas características, la responsable resulta ser una mujer.
Sandra Cantú es la dramática prueba de que la perversidad no tiene género.
Últimas Noticias
Entre el éxito y la cancelación, el recorrido de la mítica película “Lo que el viento se llevó” a más de ocho décadas de su estreno
El filme se exhibió por primera vez en diciembre de 1939. No escatimaron en gastos para su realización y el público la consagró. Obtuvo ocho premios Oscar. Y hace cinco años fue cancelada cuando fue acusada de tener contenido que romantiza la esclavitud
John Lennon, Yoko Ono y la campaña navideña que sacudió al mundo: doce carteleras, una canción y un primer ministro ofendido
En 1969 la pareja aprovechó la repercusión de su boda para llevar su mensaje antibélico a todo el mundo. Desde la cama, las calles y la música

El arrasador ataque francés que definió la Batalla de Verdún: más de un millón de bombas y miles de muertos y heridos en un solo día
El 15 de diciembre de 1916, después de varios días de intensos bombardeos, el ejército francés recuperó las colinas de Verdun-sur-Meuse, que los alemanes habían tomado en febrero, y 72 horas más tarde las tropas prusianas debieron rendirse. Así terminaron los 303 días de la batalla más sangrienta de la Primera Guerra Mundial, donde murieron en combate 377.231 soldados franceses y 337.000 alemanes

El secuestro que estremeció a Estados Unidos: la trampa mortal que terminó con la vida de Charles S. Ross
Un caso policial de los años 30 expuso la ferocidad del delito por dinero y obligó a las autoridades federales a desplegar métodos inéditos para seguir cada movimiento de los responsables

Clorindo Testa: el arquitecto visionario que transformó Buenos Aires con obras únicas e irrepetibles
Sus diseños rompieron con lo convencional, integrando arte, funcionalidad y espacios que invitan a redescubrir la ciudad




