Era viernes y faltaba poco para el mediodía. El sol pegaba fuerte sobre el asfalto. Hacía tanto calor que uno de los cuatro bajó descalzo. Era el 8 de agosto de 1969. Y los Beatles estaban por hacer la sesión de fotos para la portada del último disco que grabarían. El ambiente era tenso y todavía tenían mucho trabajo en el estudio. Iban a tratar de sacar la sesión lo más rápido posible.
El plan original era otro. Paul era ambicioso, sus ideas también. Los cuatro Beatles en medio de un paisaje imponente, en un ambiente grandioso, como ellos. Los cuatro en medio del Everest. Abrigados pero sonrientes. En la cima, solos. Tal vez lo pensaron como una metáfora.
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Al final se inclinaron por algo mucho más sencillo, convocaron al fotógrafo Iain MacMillan, un amigo de John y Yoko, donde ellos estaban, al edificio Apple, la compañía que habían fundado pocos años atrás.
Las tapas de los Beatles
Hacía mucho que la banda prestaba atención al arte de presentación de sus discos. La tapa, el sobre interno y hasta la etiqueta del vinilo. Los Beatles venían sorprendiendo con las portadas de sus álbumes desde Revolver en adelante. Primero los dibujos de Klaus Voorman, luego la abigarrada tapa de Sgt. Pepper con los personajes célebres de la historia, esa galería de entusiasmos e idolatrías de los integrantes de la banda (todos menos Ringo que no propuso a nadie, les dejó elegir a sus compañeros) y por último, el camino inverso a las anteriores: el minimalismo llevado al extremo: el Álbum Blanco, con su portada despejada, sin nombre (el título oficial del disco es The Beatles) y el nombre de la banda también blanco sólo que en relieve.
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Ya se había tornado costumbre que Paul decidiera sobre esos asuntos. O al menos que fuera el impulsor. Los demás, a esa altura, estaban tomados por el enojo, la desidia o por Yoko. Si bien cuando propuso lo del Everest las respuestas fueron entusiastas, al momento de la concreción esa alegría se había esfumado. Nadie tenía ganas de viajar tan lejos sólo para hacer unas pocas fotos. Tuvieron la excusa perfecta: el disco venía retrasado, todavía les quedaba mucho trabajo que hacer en el estudio.
Paul bocetó algunas ideas en una hoja. Los cuatro músicos fueron dibujados con palitos con un trazo rápido. MacMillan le agregó más detalles. El dibujo del fotógrafo anticipa el encuadre de la imagen final. En el centro de la foto, es decir de la portada, imaginaban el nombre de la banda y el título del álbum. Pero los Beatles también innovaron en ese aspecto. En la versión final, la tapa no tiene ninguna leyenda. Sólo ellos cuatro cruzando la calle.
El backstage de las fotos
La sesión de fotos de una de las tapas más icónicas de la historia duró sólo diez minutos. Eso tiene diversas explicaciones. Por un lado debían cortar la calle e impedir el paso de autos y hasta de peatones; debían apurarse. Por el otro, realizaron la sesión fotográfica al mediodía, en medio de la grabación. Por último, ya no les divertía hacer juntos ese tipo de travesuras.
Un policía se paró en la esquina y detuvo el tráfico. Los Beatles cruzaron en varias ocasiones de un lado al otro de la acera, siempre atravesando la cebra, la senda peatonal. Por ahí estaba Linda sacando sus propias fotos, con los cuatro en una esquina preparándose para cruzar.
MacMillan puso una escalera en medio de la calle y se trepó a ella. Desde allí sacó varias fotos. Sobrevivieron seis. El orden siempre era el mismo: John y su traje blanco delante, Ringo segundo, después Paul y George cerrando la fila.
En dos de esas imágenes, Paul McCartney tiene puestas unas sandalias. En las otras está descalzo. Hizo las fotos descalzo hasta que le alcanzaron unas sandalias. Con tanto calor prefería andar sin calzado por el estudio y así bajó. No importó: eso generó una de las grandes teorías conspiranoicas de finales del Siglo XX: Paul is Dead. Tanto corrió el rumor de que el bajista había sido reemplazado por un doble y que su muerte había sido ocultada por sus tres compañeros y por Brian Epstein, que hasta la revista Life jugó con el tema poniendo en tapa una entrevista con McCartney y titulando: “Paul is still with us”.
La falta de calzado se convirtió en el principal argumento para sostener que se encontraba muerto.
La vestimenta de los demás y el orden de aparición serían otros datos irrefutables: Lennon, delante de todos y de prístino blanco, sería el sacerdote, el celebrante, o el mismísimo Dios; Ringo, de negro, el de la funeraria; Paul, descalzo, con los ojos cerrados y un cigarrillo en la mano (en la mano ¡DERECHA!, y todos sabemos que es/era zurdo) el cadáver; y George con camisa y pantalón de jean, el enterrador, el que cava la tumba. Por detrás un auto estacionado, un Escarabajo, con una chapa que dice IF28. Es decir, Si 28. Lo que significa: Si Paul viviera, tendría 28 años. Esto se esgrimió como gran dato, como prueba casi invencible durante años, sin que se tuviera en cuenta que al momento de la foto y al momento de la publicación del disco, Paul tenía 27 y no 28. Pero los datos, las pruebas por sencillas y esclarecedoras que sean no interesan demasiado en estas circunstancias. Siempre es preferible creer en la conspiración. Aceptémoslas, al menos, como especulaciones necesarias o al menos inevitables en la mitología beatle.
Los homenajes a la foto
Debe tratarse de una de las fotografías más remedadas en la historia. Fue parodiada decenas de veces. La más famosa fue la de los Red Hot Chilli Peppers donde los miembros de la banda cruzan la cebra llevando solo una media, aunque caminan descalzos (como Paul). También lo hizo el mismo McCartney con mucho humor en 1993. El trabajo era el registro de sus presentaciones en directo. Paul is live (Paul está vivo) fue el título. En la tapa Paul atravesando la senda peatonal de Abbey Road llevando de la correa un perro. Al fondo el escarabajo blanco, subido a la verdad. La chapa ya no es I28. Ahora dice: 51 IS (Tiene 51: la edad de Paul en ese momento).
Poco después MacMillan le llevó las seis mejores tomas a Paul. Los otros tres Beatles se desentendieron del tema. MacCartney eligió la quinta, la que finalmente sería la tapa. Era en la que el paso de los cuatro estaba más coordinado. La más armónica de todas. Otra cosa que le gustó a Paul fue que cruzaban la calle como saliendo del edificio de EMI, de los estudios en los que habían pasado tanto tiempo en los últimos siete años. Un mensaje de despedida. Esa idea se refuerza con la canción elegida para cerrar Abbey Road y, por ende, el camino glorioso de los Beatles.
El disco termina con The End. Esa es su última canción. Después queda el bonus track, la pista escondida, ese pequeño chiste, surgido de la casualidad que fue Her Majesty. Pero su último tema del último disco grabado por ellos se llama The End. El final.
El tema tiene algunas particularidades que parecen, intencionada o inconscientemente, una elegante declaración de principios, una despedida acorde a la historia, que honra lo vivido por los cuatro de Liverpool.
Hay un solo de batería de Ringo, el único de la discografía Beatle, los otros tres aportan sus voces y sus guitarras. Los cuatro en acción y unidos.
La frase final podría tomarse como su testamento, como breve resumen del legado de los Beatles. Dos líneas que explican porque seguimos recordándolos a medio siglo de su última grabación, por qué siguen estando presentes, siendo actuales, atemporales.
La canción, y la historia del grupo, encuentran como (justo) corolario esos versos finales: “Y al final/ el amor que recibís/ es igual al amor que das”.
En los Beatles, se ha dicho muchas veces, convivieron como nunca la innovación y el éxito, la vanguardia y la popularidad. En Abbey Road están Something y Here Comes The Sun, dos de las grandes canciones de Harrison; tal vez el mejor tema de Ringo, Octopus’s Garden y las novedades formales del Lado B: los ocho temas encadenados y el track oculto.
El clima del final
El disco no debiera ser lo que es. El clima era de divorcio. Las rupturas, muchas veces, no son automáticas. Implican un proceso, involucran un lento descenso, un periodo de abatimiento no demasiado productivo. El de la ruptura es un tiempo oscuro y apático. Debería haber sido un disco gris, crepuscular, burocrático, amargo y enojado. Sin embargo, Abbey Road es un disco luminoso, vital, repleto de ideas y novedades.
Abbey Road fue el último disco que grabaron los Beatles pero no el último en aparecer, ese fue Let It Be.
Volvamos a la tapa. Cualquiera que pasee por Abbey Road intenta replicar la secuencia estirando el paso en la senda peatonal. Aunque cuando miran tranquilos las fotos encuentran algo fuera de lugar, creen que no hicieron tan bien los deberes, que debieron esforzarse más buscando la posición de la cámara para conseguir el plano adecuado, la misma composición de la tapa del disco. Pero eso ya es imposible: la senda, hace más de veinte años, fue trasladada a una decena de metros del lugar original. Eso altera la perspectiva de todas las réplicas posteriores.
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