El final de Nerón, el despiadado emperador que asesinó a su madre, a dos esposas y cumplió una profecía maldita

El personaje rechoncho de Nerón que el actor Peter Ustinov encarnó en Quo Vadis no se alejó demasiado de la personalidad sanguinaria, paranoica y amoral del emperador que terminó sus días como el gobernante más odiado de la historia de Roma. Aunque sea improbable que haya provocado el incendio de Roma, su nombre quedó marcado como la perfecta parábola del mal. Acorralado, paranoico y despreciado le pidió a un esclavo que lo ayude a suicidarse

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Nerón fue ungido emperador a los 17 años. Terminó siendo el más temido y odiado
Nerón fue ungido emperador a los 17 años. Terminó siendo el más temido y odiado

La suya fue una novela trágica, repleta de intrigas, traiciones, ambiciones y muchas muertes. La conjura del senador Cayo Calpurnio Pisón en abril de 65 desnudó las tensas relaciones entre el emperador Nerón y el senado. Por la indecisión del propio Pisón, se descubrió que 19 de ellos estaban implicados y cerca de cuarenta individuos fueron ejecutados u obligados a suicidarse. El objetivo era asesinar al emperador. Es que entonces el propio Nerón había obligado a los romanos a pensar que cualquiera, sin motivo alguno, podía ser tomado como enemigo de ese inestable e irascible gobernante, que reaccionaba a base caprichos y antojos, con finales inapelables y trágicos.

Cuando Nerón nació el 15 de diciembre de 37 en Anzio, su padre Cneo Domicio fue terminante: “De mi y de Agripina no puede nacer más que algo detestable y fatal para el mundo”. Su nombre era Lucio Domicio Ahenobarbo (que significa “barbas de bronce”).

Fue renombrado Nerón Claudio César Augusto cuando su ambiciosa madre Agripina, bisnieta de Augusto, se casó con el emperador Claudio en el 49 con el proyecto secreto de que fuera sucedido por su hijo. El sueño de Agripina era la de manejar Roma a su antojo.

Un astrólogo caldeo le vaticinó que su hijo gobernaría pero que la terminaría asesinando. “Que me mate, con tal de que gobierne…”, contestó.

La mujer no esperó demasiado para concretar sus planes. Luego de que cenara el 13 de octubre de 54, su esposo Claudio murió, posiblemente por haber comido hongos envenenados. En el cuartel de la guardia pretoriana, en una noche en que llovía a baldes Nerón, con 17 años, se transformó en emperador. De su antecesor dijo que era un “viejo tonto y vacilante”.

Los primeros años de reinado fueron relativamente tranquilos, llevó una obra de gobierno aceptable, y hasta bajó impuestos, en un intento de acercarse más al pueblo y lograr que éste se enfrentase al senado. Se hacía armar reuniones multitudinarias con cientos de obsecuentes que debían aplaudirlo en sus ejecuciones de la lira y de canto que, aseguran, no lo hacía bien, pero que él estaba convencido de lo contrario.

Nerón junto a su madre Agripina, en el momento en que ella lo corona (Fuente Wikipedia)
Nerón junto a su madre Agripina, en el momento en que ella lo corona (Fuente Wikipedia)

Nerón era de mediana estatura, rubio, casi pelirrojo, ojos celestes, un tanto robusto, cuello grueso, con vientre abultado y piernas delgadas. Su débil tono de voz, que a veces la hacía parecer cavernosa, provocaba risas a sus espaldas.

Tuvo dos importantes maestros: el filósofo Séneca y Lucio Afranio Burro, que lo formaron, lo asesoraron en cuestiones de gobierno y lo aconsejaban.

A la hora de elegir esposa, optó por Octavia, hija del emperador Claudio y de su tercera esposa Valeria Mesalina. Fue el propio Claudio el que la entregó en matrimonio a Nerón, su hijastro.

Agripina, para que su hijo pudiera desposarse, ideó el asesinato de Lucio, el prometido de la mujer. Sin embargo, una vez casado, Nerón se enamoró perdidamente de Claudia Acté, una de las criadas de su esposa. Agripina no quiso saber nada y ante el empecinamiento de Nerón, para no enfrentarse a su hijo, trató de recomponer las cosas.

Uno de los sucesos de importancia durante su reinado fue el incendio de Roma
Uno de los sucesos de importancia durante su reinado fue el incendio de Roma

Pero Nerón ya no soportaba tenerla cerca, cansado de sus intrigas y manejos entre bambalinas. Relegada del palacio, la mujer quiso promover a Británico, el hijo de Claudio, pero terminó envenenado. Ella quedó más aislada. Sufrió dos intentos de asesinato encargados por su hijo -en uno de ellos intentó ahogarla cuando la invitó a un paseo de reconciliación en un bote- hasta que en el año 59 terminó apuñalada, acusada de participar de una conjuración que nunca había existido.

Nerón acusó de adulterio a su esposa Octavia -golpeada anímicamente por la muerte de su hermano Británico- y condenada al destierro. Su final fue con sus venas abiertas en un suicidio armado. Con ella fuera de escena, se unió a Popea Sabina, que ya estaba casada pero ello no fue un impedimento, ya que su marido fue enviado al exilio. Esa unión tuvo un final trágico: luego de una violenta discusión, Nerón mató a patadas a Popea, que estaba embarazada. Tuvo una tercera esposa, Estatilia Mesalina.

Las decisiones de Nerón debían ser ratificadas por el senado, que a esa altura se recelaban mutuamente. Pero no le sería sencillo: ese cuerpo mantenía su potestad de nombramiento de magistrados, dictaba leyes y controlaba los fondos públicos. El emperador se había propuesto gobernar sin ellos.

También se dedicó a perseguir y martirizar a los cristianos. Durante su reinado fueron asesinados Pedro y Pablo.

En la noche del 18 al 19 de julio de 64 se desató un impresionante incendio en Roma, que se inició cerca del circo Máximo, tal vez en los puestos donde se vendía de todo. Durante varios días las llamas devoraron las dos terceras partes de la ciudad y se trasladaron a valles y colinas circundantes, destruyendo varias villas. Entre los edificios consumidos por el fuego estaba la Domus Transitoriam, la mismísima mansión del emperador.

Nerón comenzó su reinado con gran aceptación popular, pero terminó siendo rechazado por todos
Nerón comenzó su reinado con gran aceptación popular, pero terminó siendo rechazado por todos

Si bien el imaginario popular lo ubicó a Nerón en uno de los balcones de su palacio contemplando morbosamente las llamas y cantando con su lira, lo más probable era que haya estado fuera de la ciudad. Ordenó abrir los edificios públicos y habilitar los jardines para alojar a los doscientos mil romanos que habían perdido todo y repartió trigo entre los más necesitados. Hubo miles de muertos.

Dejó la reconstrucción de la ciudad en manos de los arquitectos Severo y Céler, probablemente originarios de Florencia, quienes idearon una urbe más moderna, con nuevos edificios, con calles más anchas, jardines y paseos. Nerón no perdió la oportunidad y encargó la construcción de su descomunal Domus Aurea, un palacio que ocupaba unas 50 hectáreas, y muchas de sus paredes y techos estaban recubiertos de oro y piedras preciosas. Era 25 veces más grande que el coliseo que conocemos e incluía una estatua de 30 metros del emperador. Para estas obras no le quedó más remedio que subir los impuestos.

La relación con el senado se había resentido y todos temían al emperador paranoico e inestable que veía conspiraciones en todos lados. Desde un primer momento había senadores que se opusieron veladamente al emperador, como el caso de Peto Trasea que, en las reuniones donde debía convalidarse decisiones de Nerón, se retiraba y no tardó en ponerse en contacto con la oposición.

La conspiración más importante fue la del senador Pisón en el año 65, que fue descubierta. Había un caldo de cultivo ideal para la conjura, ya que se vivían tiempos de gastos excesivos, problemas económicos y las confiscaciones ordenadas por el emperador cada vez eran más amplias entre las clases dominantes, y los senadores vieron peligrar sus patrimonios. Hubo una veintena de ajusticiados, entre ellos Séneca, que había desempeñado cargos con Tiberio, Calígula y Claudio.

Al año siguiente logró que el senador Tresea fuera acusado de sedición y le dieron la posibilidad de elegir cómo deseaba morir. Se cortó las venas delante del mensajero que llevaba su sentencia.

La muerte de Nerón, según una ilustración realizada en el siglo XIX (Getty Images)
La muerte de Nerón, según una ilustración realizada en el siglo XIX (Getty Images)

En agosto del 66 el emperador realizó un viaje a Grecia y regresó a Roma en enero del 68. Su impopularidad fue en aumento, muchos se animaban a abuchearlo en público y varias de sus legiones ya habían protagonizado hechos de desobediencia en el vasto imperio romano.

El senado vio la oportunidad y lo declaró enemigo de Roma. En los primeros días de junio de 68 abandonó la ciudad. Acorralado, el 9 le ordenó a su leal sirviente Epafrodito -quien le había advertido de la conspiración de Pisón y que vivía lujosamente- que le clavase un puñal en la garganta. Sus últimas palabras fueron “qué artista muere en mi”. Por ayudar a su amo a suicidarse, el sirviente Domiciano ordenó ejecutarlo.

Su padre, que había hecho esa sentencia casi profética, había muerto cuando su hijo contaba tres años de edad. Había acertado con su premonición acerca de aquel vástago que se convirtió en matricida, uxoricida por partida doble y que murió creyendo que cantaba bien.

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