
El pasado lunes 21 de abril, el Papa Francisco falleció en la residencia papal de la Casa de Santa Marta a las 7:30 horas de la mañana. Con su fallecimiento se ha activado un protocolo conocido como Sede Vacante por el cual se elegirá al nuevo papa, pero este proceso llamado Cónclave no tendrá lugar hasta 15 o 20 días después de la muerte. Durante esos días se lleva a cabo el funeral y el entierro del papa, que a diferencia de otros pontífices, Jorge Mario Bergoglio ha elegido descansar en la Basílica Papal de Santa María la Mayor.
La Ciudad del Vaticano, concretamente las Grutas Vaticanas y Catacumbas bajo la Basílica de San Pedro, han sido desde 1914 el lugar de entierro de alrededor de 90 papas. Se considera el espacio más importante para su descanso, pero el Papa Francisco eligió esta majestuosa iglesia situada a unos cuatro kilómetros de la Santa Sede. Se trata de una de las cuatro basílicas papales de Roma y Jorge Mario Bergoglio siempre mantuvo una conexión especial con ella, pues la ha visitado más de 115 veces durante su pontificado.
Un milagro de la Virgen
Desde lo alto del monte Esquilino, la basílica de Santa María la Mayor domina la ciudad de Roma desde hace 16 siglos. Desde su construcción se ha convertido en el templo de culto por excelencia a la Virgen María y en uno de los más importantes para la comunidad católica. Además, en la Navidad de 1538 celebró allí su primera misa, San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, la orden religiosa de la que procede el Papa Francisco. De hecho, es el primer papa jesuita de la historia y fue ordenado sacerdote de la Compañía de Jesús el 13 de diciembre de 1969.
Su origen está también vinculado a la tradición, pues tal y como se cuenta, en el siglo IV la Virgen se apareció en sueños al patricio Juan y al Papa Liberio, solicitando la construcción de una iglesia en su honor en un lugar específico que sería señalado por un milagro. Y así ocurrió. La leyenda cuenta que, en pleno verano, la colina amaneció cubierta por una capa de nieve recién caída, lo que marcó el lugar exacto para erigir el santuario. Este milagro es conmemorado cada 5 de agosto, cuando se celebra el Milagro de la Nieve. Durante la liturgia, la iglesia recrea ese evento con una cascada de pétalos blancos que descienden suavemente desde el techo, evocando la nieve que, según la tradición, cubrió la colina hace siglos.
Una arquitectura única en Roma
Pero la basílica de Santa María guarda una importancia más profunda. Se trata de una joya patrimonial de un valor incalculable, pues desde su fundación en el siglo V, es la única que mantiene su estructura original paleocristiana. Aun así, a lo largo de los siglos ha experimentado una serie de reformas que han dejado su huella en cada rincón de su estructura. Estos cambios han dado lugar a una mezcla de estilos arquitectónicos que abarcan desde el paleocristiano hasta el barroco, creando una amalgama de épocas que se reflejan en sus paredes.
Una de las intervenciones más destacadas tuvo lugar en el siglo XVIII, cuando se reformó su imponente fachada. En ella sobresale la Logia de las Bendiciones, ubicada en lo alto del pórtico, con tres arcos sostenidos por seis columnas. Este espacio está adornado con una galería de estatuas de santos y papas, y mosaicos que ilustran la construcción del templo. Otra característica que capta la atención de los visitantes es su campanario, una torre de ladrillo que, con sus 75 metros de altura, ostenta el título de ser el más alto de la Ciudad Eterna.
Capillas y decorados de un gran valor
Al ingresar en el interior de la basílica, se experimenta una sensación de viaje en el tiempo. El resplandor dorado de los mosaicos bizantinos que decoran el ábside y la nave central envuelven al visitante en una atmósfera única. Estos mosaicos están adornados con oro traído de América tras la llegada de los españoles, lo que les otorga un brillo casi celestial. En este espacio, se encuentra la venerada imagen de la Salus Populi Romani, la protectora del pueblo romano. Ante ella, el Papa Francisco ha orado en numerosas ocasiones, y es junto a esta imagen donde eligió reposar, dando un toque personal y profundamente espiritual a su relación con el templo.
A su vez, las salas del templo presentan también mosaicos y partes del suelo de mármol que datan de la época medieval. Por su parte, varias columnas de estilo jónico, provenientes de templos paganos y almacenes de la antigua Roma, se mezclan con la obra maestra de los mosaicos del siglo V. A estas piezas históricas se suman elementos renacentistas, como la decoración del techo, y todo ello se integra con las imponentes cúpulas y capillas de estilo barroco.
Una de las capillas más destacadas es la Capilla Paulina, en la que se guarda el tabernáculo-relicario de la Virgen, venerada especialmente por el Papa Francisco. Este relicario, flanqueado por cuatro columnas de jaspe adornadas con una capa de lapislázuli, simboliza una puerta al cielo. Otras capillas también son notables, como la Capilla Sixtina (también conocida como la del Belén), inspirada en la cueva de la Natividad; la Capilla del Crucifijo, completamente revestida de mármol; y las capillas de los Sforza, Cesi y San Miguel.
Asimismo, el Belén encargado por el Papa Nicolás IV a Arnolfo di Cambio a finales del siglo XIII merece mención especial. Este Belén escultórico, que se conserva en la basílica, es probablemente el más antiguo conocido, una obra de incalculable valor histórico y artístico.
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