
La historia de la música está llena de momentos estelares. Desde la invención del sonido hasta la del autotune, muchos son los que han dejado su sello sobre un escenario. ¿Cómo olvidar la primera vez que Michael Jackson hizo el moonwalk? ¿A Iggy Pop caminando sobre las manos del público? ¿A John Coltrane improvisando un solo o a Atahualpa Yupanqui grabando en Zúrich su último disco?
Los momentos estelares, sin embargo, se producen a distintas escalas. La música suena tan bien en un estadio como en la ducha de nuestra casa: los recuerdos pueden quedar fijados tanto en millones de personas como en apenas unas decenas. Por eso, del mismo modo que nadie olvida el último concierto de los Beatles en la azotea de un edificio o la sorprendente actuación de Mercedes Sosa en la Puna para un pueblo de 400 habitantes, también hay quien recordará cómo un día cualquiera, en el Mercado de los Mostenses de Madrid, tres músicos comenzaron a tocar detrás del puesto de una frutería.
Así comienza el concierto de Calequi y las panteras. En unos instantes, Lauri Revuelta, Luisa Corral y Javier Calequi se ven rodeados de gente que les ve interpretar, frente a cajas de fruta y de verduras, varios temas de Mezcla Rica, su último álbum. Con él, no hace mucho tocaron en varias capitales de América Latina y en escenarios como el Movistar Arena. Frente a naranjas, uvas, manzanas, plátanos, pimientos y peras, la gente no deja de moverse, dar palmadas, sonreír o beberse alguno de los batidos que, en el puesto de al lado, preparan una madre y su hija. La memoria se activa: es, en efecto, un momento estelar.

Todo comenzó en un bar
La historia de Calequi y las panteras sorprende, de primeras, porque no (solo) tiene que ver con la música. Lauri es profesora en un colegio y Luisa trabaja en el mundo de la publicidad. Ambas se encuentran, de hecho, en su horario laboral mientras tocan en la frutería junto a Javier. Él, quien da nombre al grupo con el apellido de su madre, sí que lleva más tiempo viviendo de la música -aunque no hace mucho trabajaba también con una empresa propia-, tras tocar junto a artistas como Raphael o Jorge Drexler. Con este último, de hecho, también aparece en la Tiny Desk que el uruguayo grabó en 2017.
¿Cuál es la historia? “Conocí a las chicas en un bar de Ópera”, empieza él. “Ahí ya tuve una idea que era crear un trío que pudiera ser trasladable a todos los escenarios”. El primero de ellos fue ese mismo local, en el que comenzaron a tocar cada miércoles durante 50 semanas. Era 2020, y para su sorpresa, la sala siempre se llenaba. “Yo no daba crédito”, explica Lauri. “Nunca había visto que una banda, sobre todo en sus inicios, llenara una sala todas las semanas, aunque fueran solo 40 personas, no lo he visto en ningún otro proyecto”.
Por eso, decidieron ir más allá. El siguiente paso fueron una serie de conciertos en la Sala El Sol. Poco a poco, la idea también se iba transformando: la música era distinta -más músicos se subían con ellos al escenario- y la confianza era mayor. “Yo no sabía qué pensaba Luisa o qué pensaba Javi cuando empezamos, había en general muchas cosas que no sabía. Ahora, esto ya es como nuestro bebé y me siento seguro de estas mamás”, bromea.

Apostarlo todo por la música
La cosa tampoco se detuvo ahí. A día de hoy, Calequi y las Panteras puede presumir de tener colaboraciones con Lido Pimienta, Joao Cavalcanti o el propio Drexler; de haber tocado en las mayores salas de Madrid y Buenos Aires o haber realizado una gira de más de un mes por América Latina. “Nos hemos ido poniendo retos y hemos ido creciendo de una manera rápida”, cuenta Luisa. “Te da para pensar que ese reto lo estás ganando. La gente confía en nosotros para ir a las salas”, comparte Calequi.
A pesar de estos logros, y pese a que su compañero ya lleva tiempo metido exclusivamente en el mundo de la música, ni Lauri ni Luisa pueden permitirse, por el momento, ser “panteras a tiempo completo”. “Lo llevo bien”, cuenta esta última, que describe cómo, por ejemplo, utiliza sus días de vacaciones para irse de gira con el grupo. “Todo se encaminó para que esto sea como la apuesta de más personas”.
Amigos, parejas, un sello discográfico... Mucha gente se ha visto implicada en este proyecto y “ahora tenemos ganas de recoger un poco de todo lo que hemos sembrado”, concluye. “Y sobre todo poder disfrutarlo de otra manera”, añade Lauri: “Han sido cuatro años de inversión. Ahora, a ver si dejo de tener que rascar tiempo de todos los sitios para estar aquí”.
Cinco años después, por fin parece que la música, además de una forma de vida, puede convertirse también en una forma de sustento. Algo que comprobarán con su inminente nuevo recorrido por diferentes conciertos en la Península: Sevilla, A Coruña, Cáceres, Zaragoza, entre otras ciudades, acogerán a Calequi y las Panteras. “Ya hemos creado una comunidad de fieles en Madrid y con esta gira queremos apostar a ver qué pasa fuera. Es un riesgo... pero a la vuelta te contaremos”, promete Lauri.

El milagro de tocar
Ya sea frente a decenas, cientos o miles de personas, el proceso es similar. “Da igual donde estemos tocando”, asegura Lauri, “no podemos cambiar la energía”. Justo antes de que la música empiece a sonar en la frutería, ella, como siempre, piensa en si el micro está bien acoplado, en si el bajo sonará adecuadamente o en qué persona de las que tiene enfrente bailará más. “Yo me digo ‘lo vas a hacer bien, lo vas a hacer bien y va a salir bien, a romperla’; me insulto un poco también, me enfado y me digo eso”, ríe Luisa y Javier cierra: “Pues yo digo p’alante, p’alante, p’alante”.
Juntos han vivido todo tipo de situaciones sobre un escenario, y es precisamente en las actuaciones donde han encontrado las fuerzas para seguir incluso cuando, pese a todos los sacrificios realizados, todo parecía ponerse cuesta arriba. “Puede ser que antes haya salido algo mal, que hayamos tenido una riña... siempre pasan cosas, pero después de tocar siempre está todo bien”. Javier opina que parte de esa terapia nace de la suerte que tienen de “ejercer una profesión que realmente no hace daño a nadie”. “Cuando tocamos nos hace bien ver a la gente disfrutar y nosotros, por ende, disfrutamos un montón. Es un privilegio”.

“Siempre se puede soñar con algo más”
En cambio, responder a la pregunta de qué tipo de música es la que toca Calequi y las panteras es algo que ni ellos mismos saben responder. Preguntados por si se trata de un intento de huir de un género en concreto, Javier responde que no se trata de “un acto consciente”. “De hecho”, precisa, “creo que el único acto consciente es el de intentar crear una canción que nos guste y algo de querer traspasar tu propio límite: siempre les digo a las chicas que yo creo que se puede ir un poco más, que es bueno intentar no limitarse para crear algo nuevo que funcione”.
Él es el principal responsable de la composición de las canciones del grupo, una labor en la que lleva ya muchos años, lo que no le impide pensar, precisamente, que “siempre se puede soñar con algo más, siempre se puede hacer pie y tratar de llegar a algo que seguramente no esperabas, un lugar nuevo que te despierte otra musicalidad, creo que eso es lo que sucede con las canciones del grupo: desde un lugar conocido, de raíz, de ritmos y claves milenarias, intentamos llegar a un lugar nuevo”.
Una labor en la que tanto Lauri como Luisa deben, posteriormente, interiorizar las canciones para hacerlas también suyas. “Cuando interpretas algo que ha escrito otra persona, tienes que entender de dónde vienen las cosas”, precisa Luisa. Como en Mezcla Rica cada canción versa sobre una ciudad de América Latina, su última gira fue de gran ayuda. “Allí decíamos ‘joder, estamos tocando la canción inspirada en Ciudad de México en Ciudad de México, y luego llevas eso mismo a otro lugar. Es guay aprender eso, que no hace falta haber compuesto tú la canción para sentirla tuya”.
La gente da la enhorabuena a las Panteras, felicita a Javier y aprovecha para sacar las últimas fotos. Pocos minutos después, al marcharse, los músicos comentan qué ha salido mejor y qué ha salido peor. Mañana todo volverá a empezar en Sevilla, donde tal vez se produzca otro momento estelar. La apuesta continúa. La música no para.
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