España lidera en Europa el aumento de mujeres sin hijos: la precariedad laboral y las penalizaciones por ser madre explican el cambio generacional

El fenómeno afecta especialmente a las generaciones más jóvenes y tiene implicaciones directas sobre la economía, el mercado laboral y el envejecimiento de la población, mientras las políticas públicas no han logrado frenar la tendencia

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Decidir cuándo y cómo tener
Decidir cuándo y cómo tener hijos, o incluso si tenerlos, se ha convertido en una elección condicionada por la inseguridad económica, la falta de conciliación y el coste de oportunidad que muchas mujeres asumen solas. (Jesús Hellín - Europa Press)

En la actualidad, las mujeres siguen afrontando más obstáculos que los hombres en el mundo laboral. Son ellas las que sufren más precariedad, quienes tienen los salarios más bajos, y las que se ven obligadas por el sistema a interrumpir sus careras profesionales y ser penalizadas en sus trabajos por el hecho de ser madres. Estas desigualdades no solo condicionan su trayectoria profesional, sino que también influyen en gran medida en las decisiones que toman. Decidir cuándo y cómo tener hijos, o incluso si tenerlos, se ha convertido en una elección condicionada por la inseguridad económica, la falta de conciliación y el coste de oportunidad que muchas mujeres asumen solas.

Esta situación es una de las claves para entender una de las grandes transformaciones demográficas que vive nuestro país. Según el informe de Transición 2025-2026 del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (EBRD por sus siglas en inglés), España es hoy el país europeo con mayor proporción de mujeres sin hijos, y solo Japón nos supera a escala mundial. Además, somos el caso más extremo de Europa en cuanto al aumento de la “no maternidad” entre los jóvenes.

Y es que el estudio muestra un salto generacional muy grande. Entre las mujeres nacidas en las décadas de 1950 y 1960, menos del 10% no tuvo hijos. En cambio, entre las cohortes nacidas a partir de 1970, la proporción se acerca ya al 20% y supera ese umbral en algunos grupos. En apenas una generación, la decisión de no ser madre se ha más que duplicado. Esto marca no solo una cuestión estadística, sino un cambio profundo en las condiciones económicas y sociales que rodean la maternidad y el empleo femenino.

Cuando el retraso en la maternidad y el empleo marcan la diferencia

Aunque la caída de la natalidad es un fenómeno común y muy generalizado en las economías avanzadas, la velocidad del cambio español tiene sus particularidades. En la mayoría de países europeos, la proporción de mujeres sin hijos entre las generaciones más recientes se mantiene por debajo del 15%. Finlandia, Italia o Alemania han registrado aumentos, pero más moderados. Fuera de nuestro continente, Japón sigue siendo el primer a nivel mundial, con cifras aún más elevadas, pero España destaca por haber alcanzado en pocas décadas niveles comparables a los de los países con mayor envejecimiento demográfico del mundo.

La proporción de mujeres sin
La proporción de mujeres sin hijos ha aumentado a lo largo de las generaciones. (Gráfica y datos del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo)

De igual manera, el análisis apunta a una combinación de factores económicos y sociales. El primero es el retraso en la edad de tener el primer hijo, ya que, de la media de 26 años en 1970, se ha pasado a cerca de 30 en la actualidad. Este aplazamiento reduce la probabilidad de tener más de un hijo y eleva el riesgo de no llegar a ser madre, especialmente a partir de los 32 años.

A esto se le suma la penalización laboral asociada a la maternidad, un fenómeno que ocurre en España: interrupciones en la carrera laboral, menor progresión salarial y mayor presencia en empleos temporales o a tiempo parcial. El elevado coste de la vivienda, la dificultad para acceder a un empleo estable y la escasez de medidas efectivas de conciliación completan este círculo. Asimismo, el informe señala que el aumento del nivel educativo y de la participación laboral femenina ha ampliado las oportunidades vitales de las mujeres, pero también ha incrementado el coste de renunciar o pausar una carrera profesional en un mercado de trabajo poco flexible.

Políticas públicas con efectos limitados

En las últimas décadas, tanto España como otros países europeos han impulsado políticas para promover la natalidad, como ayudas económicas directas, ampliación de permisos parentales, guarderías subvencionadas o incentivos fiscales. Sin embargo, el EBRD explica que su impacto ha sido “limitado y, en el mejor de los casos, transitorio”.

Algunas medidas han generado repuntes puntuales en los nacimientos, pero no han logrado cambiar la tendencia de fondo. El acceso a la reproducción asistida ha aumentado, aunque su peso sigue siendo reducido en el conjunto de nacimientos y no compensa el efecto combinado del retraso en la maternidad, la precariedad laboral y el coste de vida.

Las madres solteras sufren más riesgo de pobreza: “No podemos vivir con una jornada reducida, necesitamos recursos”.

Asimismo, hay que tener en cuenta que el aumento de mujeres sin hijos y la baja natalidad tiene implicaciones directas para la economía. Con una tasa de fertilidad en torno a 1,3 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo, España avanza hacia un envejecimiento acelerado de la población.

El EBRD advierte de que esta dinámica pesará cada vez más sobre el crecimiento económico, el mercado laboral y la sostenibilidad del sistema de pensiones. A medida que disminuye la proporción de trabajadores en relación con los jubilados, la presión fiscal y presupuestaria aumentará. Además, la concentración del fenómeno en grandes ciudades agrava los desequilibrios territoriales y el vaciamiento de amplias zonas rurales.

Hacia una solución integral: políticas, conciliación y estabilidad económica

Como conclusiones, el EBRD apunta a que, si no se producen cambios estructurales, la proporción de mujeres sin hijos podría seguir creciendo o estabilizarse en niveles elevados. El informe especifica que ninguna política aislada será suficiente para revertir la tendencia.

Mejorar la conciliación, reducir la penalización laboral de la maternidad, facilitar el acceso a la vivienda y combatir la precariedad, son las condiciones necesarias que deben cumplirse para que la decisión de tener hijos deje de ser, para muchas mujeres, un riesgo económico.