
La jubilación genera sensaciones encontradas. Para algunos es principalmente el final de un camino, mientras que otros lo ven como el inicio de otro, una recompensa o alivio a tanto trabajo. Es seguramente un debate interno en los últimos años, cuando, rebasados los 60, se acerca el momento. Lo que pocos deben plantearse entonces, más si suman décadas en una empresa, es que vayan a despedirte cuando aún no ha terminado tu periodo obligatorio para cobrar una pensión íntegra y ya con una edad en la que difícilmente vas a poder encontrar un empleo.
Es lo que ha ocurrido a un hombre en Suiza, en una historia que cuenta watson. Se llama Roland Favre -61 años-, estos días en busca activa de empleo. Durante más de 40 años, según relata el citado medio, Roland ha trabajado en una sola compañía, desempeñando distintas funciones que incluían desde vendedor por correspondencia hasta jefe de logística. Permaneció cuando otros optaron por irse y fue aprendiendo y reciclando conocimientos a fin de consolidarse, siendo finalmente un veterano y fijo en el organigrama.
“Probablemente costaba demasiado”
La rutina cambió abruptamente una mañana, cuando la empresa comunicó que eliminaría 200 puestos de trabajo en toda Europa. Aunque esta cifra representaba una pequeña parte del total de empleados, entre ellos estaba Favre: “Fue totalmente inesperado, un choque enorme”. Se trataba no de una opción de prejubilación, no de un retiro prematuro remunerado, sino, sin más, de un despido. Poco después de recibir la notificación, Favre descubrió que su puesto había sido deslocalizado parcialmente hacia Alemania, Austria y Eslovenia.
Sobre el motivo del despido, Favre considera que “probablemente ya costaba demasiado”. Lamenta también haber mencionado en alguna ocasión que consideraba una jubilación anticipada, algo que sus jefes habrían tenido en consideración: “Supongo que eso también fue determinante”. Ante la situación, informó a la empresa de su intención de consultar a un abogado, a lo que la compañía reaccionó ofreciéndole seis meses de salario como indemnización. Cree que “sin esa pequeña presión, probablemente no lo habrían hecho”.
“Llueven los rechazos”
Tras perder el empleo, Favre acudió a la oficina de empleo para registrarse como demandante. Llegó a preparar más de 150 solicitudes sin que ninguna fructificara en un contrato fijo. “Llueven los rechazos”, lamenta. Así, se ha planteado jubilarse pese a que le faltan cuatro años, pero tras reunirse con su banco, considera que va a perder una gran suma y es injusto. Logró un empleo temporal relacionado con logística que ya ha expirado. En otra empresa, un jefe de personal le explicó que el puesto solo atraía a jóvenes, que la remuneración era de 18 francos suizos -19,30 euros- por hora. Y le admitió: “No puedo contratar a alguien de más de 55, es directriz interna”.
A Favre le molesta el debate sobre la edad de jubilación, comúnmente dirigido a su ampliación. En su opinión, las empresas consideran que los trabajadores de más edad son una carga económica; no necesariamente por el salario, sino por las cuotas de previsión profesional. “A partir de los 55 años, las empresas pagan el 18%. De los 25 a los 35 años solo contribuyen con un 7%. La lealtad acaba saliendo bastante cara”. Favre entiende que los jóvenes no quieran igualar el porcentaje de cotización porque eso afectaría a sus salarios, pero recalca cómo ese mecanismo penaliza a los empleados veteranos.

“Los despedidos no tienen posibilidad”
Además, Suiza pretende dificultar la jubilación anticipada para aliviar el gasto en las pensiones e incentivar a la población para que trabaje durante más tiempo. Favre considera que se trata de una medida “desconectada de la realidad”, ya que según su experiencia “un empleado de 65 años tal vez pueda continuar, pero los que son despedidos antes ya no tienen prácticamente ninguna posibilidad. Solo queda la jubilación anticipada, que tampoco deberían dificultar”. Entrevistado por watson, entiende que el gobierno debería buscar una alternativa de financiación para las pensiones.
Entretanto, continúa enviando solicitudes de trabajo, contrariado por el poco valor de la lealtad en el entorno profesional actual. “Me han tirado como una bolsa de basura”, critica. No obstante, mantiene aún una expectativa positiva: “No quiero jubilarme todavía. Puede que la suerte termine sonriéndome”.
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