
El verano trae consigo más que sol y vacaciones: también impone un desafío extra para el cuidado del cabello. ¿Cada cuánto debemos lavarlo durante esta época? ¿A diario, dos o tres veces por semana? Aunque no existe una regla única, los expertos coinciden en que la frecuencia debe aumentar debido a factores estacionales como el calor, el sudor, la exposición al sol, el cloro de las piscinas y la sal del mar. Todos estos elementos afectan directamente la salud capilar, y requieren una respuesta adecuada en nuestra rutina de higiene.
Durante los meses de calor intenso, pasamos más tiempo al aire libre, nadamos con más frecuencia y nuestro cuero cabelludo suda más. Como explica el Dr. Stefano Maria Serini, dermatólogo y miembro de la Academia Europea de Dermatología y Venereología, “el verano y un cabello saludable pueden ir de la mano, simplemente tomando las precauciones adecuadas”. El especialista destaca que el clima cálido aumenta la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas, lo que provoca que el cuero cabelludo se vuelva más húmedo y grasoso, acelerando la acumulación de impurezas.

Según el Dr. Serini, el cabello rizado suele ser más propenso al daño por sal y sequedad, aunque se ensucia menos por sebo y sudor que el cabello liso. Además, señala que “el sol y el agua salada tienden a dañar más el tallo del cabello y aumentan el estrés oxidativo en el cuero cabelludo”. A menudo se subestima el impacto de los rayos UV sobre el cabello, pero estos pueden secarlo, hacerlo más frágil, opaco e incluso alterar su color.
“Los rayos UVA actúan sobre la melanina y facilitan la decoloración, especialmente del cabello teñido; los UVB, por su parte, atacan la queratina y la debilitan”, indica el especialista. Para protegerlo, recomienda el uso de sprays con queratina y protección solar (FPS 30 o superior), además de sombreros de tela con protección UV certificada. Sin embargo, estas medidas no bastan por sí solas si no se acompaña de una higiene adecuada.
Lavarse el pelo a diario deja de ser un problema
En este contexto, lavarse el pelo con mayor frecuencia —incluso a diario— se convierte en una práctica saludable. El lavado frecuente ayuda a eliminar el sudor, el sebo, la sal y los contaminantes que se acumulan en el cabello. Los productos utilizados deben ser suaves, hidratantes y preferiblemente naturales u orgánicos, con una fórmula respetuosa con la barrera cutánea. El agua debe estar tibia, ya que esto permite abrir la cutícula para una limpieza más profunda sin resecar el cabello. El uso de acondicionador sigue siendo clave, especialmente en el tallo capilar, y enjuagar bien es fundamental. Si es posible, un descalcificador en casa puede mejorar la calidad del agua y, por tanto, del lavado.
El secado es otro aspecto a tener en cuenta. Las altas temperaturas del secador pueden debilitar el cabello, por lo que se recomienda secarlo al aire o con toques suaves de toalla, limitando el uso de planchas y secadores a altas temperaturas. El verano, por tanto, ofrece la posibilidad de adoptar hábitos más naturales en este sentido.

¿Y qué pasa fuera del verano? Aunque los factores cambian —la contaminación urbana, el humo del tabaco y el estrés ambiental toman más protagonismo—, los expertos insisten en que la frecuencia de lavado debe adaptarse al estilo de vida y al tipo de cabello de cada persona. Aquellos con cabello graso o que hacen deporte a diario, por ejemplo, deberían seguir lavándolo con la misma regularidad, incluso en invierno.
Contrario a lo que se cree, lavarse el cabello con frecuencia no es perjudicial. Así lo respalda un estudio publicado en mayo en el International Journal of Women’s Dermatology, que concluye que “reducir la frecuencia de lavado puede provocar la acumulación de sebo y sus cambios químicos, causando irritación. El lavado frecuente parece mantener el cabello en mejores condiciones”. Además, se ha demostrado que este hábito fortalece la barrera protectora de la cutícula capilar.
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