Las vacaciones de pesadilla de una gallega discapacitada en Cataluña, atrapada en el hotel: “No volveré nunca más a Barcelona”

La falta de inclusividad en los autobuses provocó que María Moreira, una mujer gallega con una discapacidad física, no pudiese disfrutar de su viaje del Imserso a Calella, Barcelona

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Un hombre empuja la silla de ruedas de una mujer con Parkinson (Shutterstock)
Un hombre empuja la silla de ruedas de una mujer con Parkinson (Shutterstock)

Pasar unos días de vacaciones es uno de los mejores momentos del año para la mayoría de personas: desconectar, olvidarse del trabajo o las ocupaciones, visitar sitios nuevos y disfrutar de la familia y los amigos. Sin embargo, cuando las cosas no salen bien y las vacaciones no son como se esperaban, el afectado siente la frustración de haber perdido su dinero y su tiempo en un viaje que realmente no ha disfrutado. Esta fue la situación de María Moreira, una mujer gallega que viajó con el Imserso a Calella (Barcelona) y la falta de un medio de transporte adaptado a su discapacidad física provocó que la mayoría de las vacaciones tuviese que pasarlas en el hotel.

El diario gallego Faro de Vigo y el medio local Calella Comunicació se han hecho eco de esta historia de indignación, que ocurrió entre los días 26 y 31 de octubre y que dejó con un muy mal recuerdo de la ciudad a la turista gallega, que tuvo problemas desde el inicio del viaje. María Moreira reside en Cangas (Pontevedra) y sufre una discapacidad desde pequeña que le obliga a utiliza una silla de ruedas eléctrica. Pese a la desconfianza en encontrar un destino inclusivo que le permitiese viajar con comodidad, María decidió por primera vez apuntarse a uno de los viajes del Imserso

Junto con la cuidadora que le ayuda todos los días, la mujer gallega comenzó sus vacaciones con destino a Calella, conocida como la capital turística de la Costa del Maresme. El viaje empezó mal desde el principio: informó a la agencia de viajes de que debía usar su silla eléctrica y, en teoría, los trámites se realizaron correctamente. Sin embargo, el día de antes de subirse al avión que le llevaría hasta Cataluña, María fue informada de que el autobús que les esperaría en Barcelona no se encontraba adaptado a sus necesidades. La única solución ofrecida fue pagar un taxi hacia Calella y que el importe del trayecto le sería devuelto después. La factura ascendió hasta los 140 euros y, además de quedarse sin gran parte del dinero que pretendía gastar en el viaje, su tarjeta de crédito se bloqueó: “Con la angustia de la situación puse mal el pin de la tarjeta y me la bloquearon”.

La turista gallega ya había pagado las excursiones de esos días, pero tampoco pudo disfrutarlas por la tardanza en el envío de un autobús adaptado a su silla eléctrica. Pagó 600 euros por el viaje, pero no pudo aprovecharlo y la mayor parte del tiempo tuvo que quedarse en el hotel. Los cincuenta turistas que viajaban con ella se solidarizaron con su situación, pese a que no se conocían previamente: “Estoy muy agradecida a mis compañeros, solo por ellos ya me vale la pena haber ido. Se negaron a subir al autobús si yo no podía ir”, afirmó la gallega en los medios citados.

Viajeros del Imserso (Europa Press)
Viajeros del Imserso (Europa Press)

Un autobús que llegó tarde

María y sus compañeros de viaje se negaron a quedarse de brazos cruzados y pidieron la hoja de reclamaciones, pero tuvieron que llamar a la policía cuando no se la entregaron. La situación, que fue denunciada en ese momento al Faro de Vigo, estuvo a punto de escalar a nivel nacional: María iba a ser entrevistada por una televisión estatal, pero fue informada de que, al fin, había llegado un autobús adaptado para ella. Sin embargo, esto fue un día antes de volver a casa, por lo que únicamente pudo visitar las ciudades de Mura y Vic.

Pese a que parecía que, tras el calvario sufrido por María, podría finalizar su viaje sin más imprevistos, perdió el avión de vuelta a Galicia porque la compañía no le permitió facturar su silla de ruedas eléctrica. Alegaron que podía explotar, aunque no había tenido problemas en el viaje de ida. Finalmente, tras ocho horas, pudo embarcar y volver a casa.

María terminó su viaje con la indignación de no haber podido disfrutar de sus vacaciones por la falta de inclusividad en los autobuses: “No volveré nunca más a Barcelona”, aseguró. Pese a su mala experiencia, la mujer gallega agradeció el apoyo a sus compañeros de viaje, así como a los agentes de policía y los empleados del hotel en el que se hospedó, pues intentaron buscar una solución al problema y le brindaron un gran trato para que, al menos, pudiese tener una estancia cómoda pese a las dificultades.

Por su parte, la empresa Autocares Pujol, que fue la encargada de gestionar la movilidad de este viaje, señaló que el malentendido se había producido por una mala comunicación por parte del Imserso, que no había detallado que María no podía caminar por su propio pie hasta su asiento y que la silla tenía que ser subida. Por ello, era necesario un autocar más grande, ya que se debían desmontar varios asientos y el vehículo tenía las plazas justas.

La mala experiencia de María pone de manifiesto los problemas a los que, aún en el siglo XXI, tienen que enfrentarse las personas con discapacidad, ya que muchos lugares no están adaptados para su movilidad y esto resulta limitante para que puedan realizar su día a día con normalidad.

Ayudas económicas por tener un menor a cargo con un grado de discapacidad igual o superior al 33%.
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