Irene Sánchez, hematóloga del Hospital Universitario de La Paz, recuerda cuando tuvo que decir a una paciente que la sanidad pública española no cubriría su tratamiento para el cáncer que padecía. La mujer, con posibilidades económicas, buscó alternativas médicas y marchó a otro país para tratarse con una terapia CAR-T, una fórmula muy cara y que para ciertos cánceres es mucho más efectivo que los tratamientos tradicionales. Esta terapia le salvó la vida, un privilegio al que no todos tienen acceso: “Hay clases sociales hasta para enfermar”, asegura la hematóloga Sánchez.
Hace un lustro que España puso en marcha el Plan Nacional de Terapias Avanzadas, una estrategia para implementar en la sanidad pública los medicamentos CAR-T, un método de cura contra el cáncer más caro pero también más efectivo en ciertos casos. España, poco a poco, ha aprobado la financiación de algunas de estas terapias, aunque no siempre llega a todos los pacientes, que tienen que recibir la aprobación de un comité evaluador, en el mejor de los casos. A otros se les rechaza y hay quienes incluso, a pesar de que hay terapias CAR-T para sus tipos de cáncer, no tienen acceso a ellos porque la sanidad pública no los cubre.
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“Cuesta unos 320.000 euros por paciente, se paga la mitad cuando se empieza y la otra mitad si el enfermo cumple unos requisitos de respuesta. Luego hay un coste asociado de otros 80.000 euros. Hay intentos académicos, pero muy limitados, para abaratar el coste. La forma sería reducir los costes de producción y que la factoría sea más eficiente”, dice Joaquín Martínez, jefe de Servicio de Hematología del Hospital 12 de octubre, a Infobae España.
Tenebroso sistema aquel que convierte a un paciente en una suma, pero incluso esa versión más economista de la vida, tiene una réplica para justificar que los sistemas nacionales de salud financien estos tratamientos: “Un paciente sano es un paciente produciendo y aunque solo pensamos en producción y en coste por paciente, es complicado dar coste a una vida humana. No poder trabajar es una toxicidad económica, o que una persona te cuide en tu casa o coger taxis al hospital”, sentencia Sánchez.
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Los últimos datos que facilitó el Ministerio de Sanidad sobre las terapias CAR-T corresponden a julio de 2022, y entonces se contabilizaban un total de 768 solicitudes para el tratamiento de pacientes con medicamentos CAR-T, de las cuales se aprobaron el 91%. Sin embargo, el hematólogo Martínez estima que, de dar cobertura plena, se contarían alrededor de 1.000 pacientes al año, muy lejos de los datos actuales. Un número pequeño de afectados y un alto coste económico, eje principal del problema.
Los pacientes piden que la sanidad pública intervenga
El tratamiento de las terapias CAR-T es tan genuino como escaso. A través de los propios linfocitos T del paciente enfermo, se diseña un medicamento que se incorpore a la sangre de la persona que recibe el tratamiento. Estas terapias son especialmente útiles en enfermos del linfoma de Hodgkin o en leucemias, tanto agudas como crónicas. Para 2023, este cáncer será el sexto más frecuente en España.

Tanto pacientes como médicos se han reunido este martes en un evento organizado por la farmacéutica Gilead en la que han solicitad que el Ministerio de Sanidad amplíe la cobertura de estas terapias, existentes desde 2018 cuando la Agencia Europea del Medicamento (EMA) habilitó los primeros tratamientos, pero que llegan con cuentagotas a España. En 2022, la organización dio luz verde a otros dos tratamientos, pero la sanidad pública española aún no ha aprobado la financiación de estos.
“En España no están aprobados los tratamientos CAR-T para el mieloma múltiple, el linfoma folicular en recaída refractario, la leucemia linfobástica en adultos y el linfoma del manto”, aclara Martínez, hematólogo del Hospital 12 de Octubre. Además, otro de los problemas para los pacientes es que, en caso de aprobarse el tratamiento, la burocracia ralentiza el comienzo de las curas. “En Madrid se tarda hasta 80 días, hay muchas trabas burocráticas”, sostiene el sanitario.
La lucha de ampliar la cobertura de los CAR-T no es político ni ético, ni está bloqueado por desconfianza ante la fórmula, totalmente avalada por la ciencia. “Es un problema económico”, sentencia tajante Begoña Barragán, presidenta de la Asociación Española de Linfoma, Leucemia y Mielona (AEAL). “Desde el Ministerio de Sanidad siempre se nos dicen palabras bonitas, pero seguimos presionando para que desbloqueen algunas terapias”, asegura, casi como una promesa.
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