
Mucho se ha hablado en los últimos meses de lo económico que es viajar a comprar tecnología, indumentaria y bienes durables en general a Chile y a otros destinos de la región, pero poco se dice de los productos de primera necesidad. Según un relevamiento que hizo Infobae, cuando se trata de alimentos básicos, los precios más bajos, equivalentes en dólares, se encuentran en la Argentina.
Para llegar a esa conclusión, se comparó el valor en dólares de 10 productos de la canasta básica que releva mensualmente el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).
Así, se puede encontrar por ejemplo que un paquete de un kilo de azúcar cuesta USD 1,13 en Argentina, USD 1,24 en Chile y USD 1,27 en Uruguay, tomando como referencia los precios publicados por las grandes cadenas de supermercados en los tres países y haciendo la conversión a la cotización oficial.
Para evitar distorsiones en la medición, se midió en todos los casos un promedio de las tres opciones más económicas de cada país y no se tuvieron en cuenta las frutas y verduras, dado que sus valores son muy cambiantes según la época del año y las contingencias climáticas. Y, para tener una idea cercana de cuánto se debe gastar por mes en cada producto, se tuvo en cuenta también la composición de la canasta para el adulto equivalente que publica el Indec.
En el caso del azúcar, el organismo de estadística local estima que una persona necesita consumir por mes 1.230 gramos. Por lo tanto, el gasto mensual sería actualmente en la Argentina USD 1,39; en Chile ascendería a USD 1,53 y en Uruguay a 1,56 dólares.
Asimismo, surgieron grandes diferencias en otros productos. En carne de vaca, un argentino necesita contar con el equivalente a USD 21,55 al mes, un uruguayo USD 22,50 y un chileno USD 34,45. También es más barato en el país el aceite de girasol, la base de consumo arroja para todo el mes USD 2,60 en Argentina, USD 3,74 en Uruguay y USD 5,29 en Chile.
Según el relevamiento del Indec, se debiera consumir un mínimo de 1,2 kilos de arroz blanco simple al mes por persona. Esa cantidad cuesta USD 1,58 en Chile y USD 2,28 en Uruguay, mientras que en la Argentina asciende a USD 2,75, siempre tomando como referencia los precios publicados por las grandes cadenas de supermercados.
De todas formas, a nivel general es Argentina el país con las góndolas más económicas. Si se suma una canasta de 10 productos básicos (queso, carne, aceite de girasol, pollo entero, arroz blanco, gaseosa, leche fresca, azúcar, sal fina y harina 000) se obtiene que el costo para el consumo básico en la Argentina es de USD 58,67, representa 16,8% menos que en Uruguay y 22,8% menos que en Chile.
Brecha histórica
Osvaldo Del Río, director de Scentia, contó a Infobae que esta relación se ha dado históricamente. “Siempre fuimos más baratos que Uruguay. Ahora se acomodó un poco, pero el año pasado, en las fronteras de Uruguay, Brasil, Paraguay y Chile, venían a comprar productos de consumo masivo debido a las ventajas cambiarias competitivas que existían para los extranjeros en ese momento y lo económicos que somos”, comenta.
Damián Di Pace, director de Focus Market, profundiza en otro factor que influye en esta dinámica: la alta competitividad de Argentina en la producción de alimentos.
“En Argentina los niveles de productividad en alimentos son muy elevados. Tienen buen nivel de competitividad, pese a la alta presión impositiva”, afirma. Esto permite que, a pesar de los impuestos y la devaluación del peso, los precios de alimentos sigan siendo accesibles en comparación con los países vecinos.
Sin embargo, Di Pace advierte que la situación cambia radicalmente en otros sectores como la indumentaria y los bienes durables, donde la productividad local no es tan fuerte y los precios se ven más afectados por los impuestos y la falta de competitividad.
“En esos sectores se da la situación inversa. Son Chile y Uruguay más económicos que Argentina”, resalta el analista económico.

Caída del consumo
De todas formas, Del Río comenta: “la caída del consumo era inevitable, dada la pérdida sostenida del poder de compra”. En su análisis, la relación entre salarios e inflación es clave: “Cada vez que los salarios logran empatar a la inflación, el consumo se mantiene. Cuando los ingresos superan la inflación, el consumo crece, y cuando ocurre lo contrario, cae”.
En 2023, para estimular la demanda, el gobierno implementó varias medidas, como la quita del IVA en ciertos productos y la reducción del Impuesto a las Ganancias. Estas políticas lograron impulsar las compras, especialmente en la segunda mitad del año. Sin embargo, en 2024, esas políticas no se repitieron.
“Este año no hay tanta plata en los bolsillos. La gente ha perdido poder adquisitivo, y aunque el gobierno señala que la capacidad de compra podría empezar a recuperarse, ese proceso será lento y desigual”, advierte Osvaldo Del Río.
En lo que respecta al consumo de productos de primera necesidad, Di Pace observa que sigue cayendo: “Bajaron en el orden de 8% en septiembre, según Focus Market”. La razón principal es la restricción de ingresos, que obliga a las familias a destinar mayor parte de su salario a servicios esenciales, como vivienda y transporte, dejando menos dinero disponible para la compra de bienes.
De la euforia al enfriamiento del mercado
Tanto Del Río como Di Pace coincidieron en mencionar que la comparación interanual resalta aún más la magnitud de la caída en el consumo.
En octubre de 2023 los consumidores argentinos estaban inmersos en lo que Di Pace denomina el “October fest” del consumo: los argentinos buscaban deshacerse de pesos en un contexto de creciente inflación, y el gobierno impulsaba el gasto con medidas de asistencialismo.
“El año pasado, en octubre, tenías consumo anabólico, frente a un consumo con somnífero este año”, afirma Di Pace, reflejando cómo las condiciones económicas han cambiado radicalmente en solo un año.

Osvaldo Del Río complementa esa visión, contando que, en ese contexto, en la última parte de 2023 las personas se stockeaban de productos, anticipando futuras subas de precios debido a la volatilidad del dólar. “Si el dólar blue subía muy fuerte, la gente corría rápido a comprar antes de que se trasladara a precios”, recuerda. Pero en 2024, sin esas medidas ni el mismo nivel de poder adquisitivo, el consumo ha caído de manera sostenida.
Recuperación lenta y desigual
A pesar del panorama negativo, aparecen algunas señales que la situación podría mejorar a futuro. Tanto Di Pace como Del Río destacan que, aunque el consumo masivo sigue en caída en la comparación con el año previo, hay una tendencia a la estabilización en las ventas mensuales.
“Desde abril a esta parte, la cantidad de ventas en unidades está estable y tendría una muy leve tendencia al alza”, advierte Osvaldo Del Río, aunque subraya que el proceso será largo.
Damián Di Pace agrega que, aunque el consumo de productos masivos sigue en baja, algunos bienes durables están mostrando un leve repunte, especialmente aquellos que se compran con financiamiento, como electrodomésticos, automóviles y motos. “Al recuperar el crédito, oxigenás el bolsillo y lo podés pagar. El problema es en consumo masivo, donde tenés un sobrestockeo muy grande del año pasado”, explica.
Sin embargo, ambos analistas del mercado coincidieron en contar a Infobae que la recuperación del consumo masivo será más lenta y estará directamente relacionada con la evolución del poder adquisitivo. Los sectores más vulnerables, como los trabajadores informales, serán los últimos en ver mejoras.
Del Río concluyó: “si bien es positivo que el salario empiece a recuperarse, el proceso va a ser lento y el consumo va a reaccionar también de manera más lenta”.
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