
Una de las claras consecuencias negativas de la extensión de la cuarentena que se decretó desde el 20 de marzo fue el derrumbe de la actividad económica, aunque con diferente intensidad en los sectores productores de bienes y servicios y por tamaño del empleador.
La parcial flexibilización del aislamiento social preventivo y obligatorio en junio si bien posibilitó una recuperación de los índices de actividad productiva y comercial en diversas ramas de actividad en comparación con los mínimos históricos de abril y mayo, fue insuficiente para volver a los valores precuarentena.
Ese fenómeno se observó también en el caso del empleo y del cierre de empresas, y en menor medida en la remuneración de los trabajadores en relación de dependencia, en particular porque la intensidad del trabajo se mantuvo retraída, y virtualmente se mantuvo vedada la posibilidad de mejorar los ingresos con horas extras.
De ahí que el salario medio total sujeto a descuento para el sistema previsional subiera 0,67% respecto de mayo, a $51.906 brutos, unos $43.100 de bolsillo, pero se ubicó unos $2.600 por debajo del pico de $54.700 anotado en abril, equivalente a una pérdida de poder de compra cercana a 9% en sólo dos meses.
Se trata de promedios simples, y que en varios sectores los niveles máximos de ingreso salarial se habían anotado en marzo, cuando el aislamiento social afectó al último tercio del mes. Fueron los casos de los empleados en relación de dependencia en el agro; la explotación de minas y canteras; proveedores de servicios de agua; servicio de transporte y logística; restaurantes y hoteles; sistema de bancos y seguros; y servicios artísticos, deportivos y otros de esparcimiento; según se desprende de la estadística de empleo y masa salarial declarada por el conjunto de poco más de 525.700 empleadores en junio al Sistema Integrado Previsional Argentino.
Una referencia del efecto negativo de la irrupción del COVID-19 y las consecuentes medidas preventivas que tomó el Gobierno para atenuarlo, fue que la pérdida promedio de remuneración real en el bimestre de casi 9%, se atenúa a 5,4% en comparación con un año antes, por la incipiente recuperación que habían acusado en marzo (3,7%) y abril (0,6%) tras las pautas de aumento que acordaron diversos gremios en paritarias con los empleadores, pero que luego fueron de hecho quedado en suspenso por la crisis sanitaria.
Variaciones nominales y reales por actividad
Como en toda crisis, en el tramo inicial del proceso se observa un comportamiento heterogéneo de la evolución de los salarios totales, es decir la suma del componente básico, más presentismo, horas extras y otros complementos, según las características de cada rama de actividad, los datos de junio mostraron variaciones dispares, tanto respecto del mes previo, como más aún comparación con el máximo del año que en general se anotó en abril, e incluso cotejado con los valores de un año atrás.
Sobre 20 grandes ramas de la producción, el comercio y los servicios, públicos y privados, el procesamiento de los datos del SIPA dio cuenta que en junio respecto de mayo sólo superaron los valores nominales los empleados en la rama extractiva 14%; el agro 6% y la construcción 3,3% entre los productores de bienes; y en menor medida en los servicios profesionales 2%; hoteles y restaurantes 1,9%; comercio y talleres de automotores 1,7%; administración pública 1,2%; y en menor medida enseñanza, salud y otros servicios personales.
Mientras que en comparación con el pico de abril sólo lo superaron en 4 rubros: minas y canteras 11,8%; enseñanza 3%; salud y servicios sociales 2,2% y administración pública 1,2%; en todos los casos según el ingreso efectivo de bolsillo.
En valores reales, deducido el fenómeno de la inflación acumulada de 42,8% en un año, sólo en 4 de las 20 ramas agrupadas se registraron mejoras: en primer lugar, minas y canteras 8%; información y comunicaciones 4,8%; enseñanza 2,4%¸servicios profesionales y técnicos 2,3 por ciento.
En tanto, entre los sectores “perdedores” frente a la inflación en el cotejo interanual sobresalen los trabajadores en turismo, artistas, deportistas profesionales y esparcimiento en general con 26,1%; hoteles y gastronomía 18,9%; bancos y seguros 14,7%; y en el rango de 11% a 12% en el conjunto de la industria manufacturera; electricidad y gas; y construcción.
Variaciones nominales y reales por tamaño empleador
El desagregado del promedio de las remuneraciones de los trabajadores registrados por el SIPA según el tamaño del empleador, no sólo de las empresas, porque también incluye a los administradores de consorcios que tienen personal a cargo para el mantenimiento de edificios, reveló para junio un generalizado aumento nominal de bolsillo en comparación con mayo. Se destacó la franja de 1.501 a 2.500 empleados 3,1%; 1 sólo trabajador 2,4%; y de 500 a 1.500 con 2,2; en contraste con el tramo de 2.501 a 5.000 que anotó una reducción de 2,3%; y en el segmento siguiente de 0,1 por ciento.
Sin embargo, cotejado con el pico de abril del corriente año, cuando probablemente por efectos inerciales, y por las expectativas de que la cuarentena que se inició el 20 de marzo no se iba a extender más de 40 días, sólo en la franja de hasta 2 empleados se registró en junio salarios mayores, aunque en el rango por debajo del equivalente a 2 salarios mínimos vital y móvil.
Y en la comparación interanual ajustada por inflación en todos los casos se anotaron pérdida de capacidad de compra en un rango de 1,2% a 5% en el tramo de hasta 10 empleados; y de 3% a poco más de 12% en las franjas siguientes, en particular en el rango de las 119 empresas que declararon en 2.500 y 5.000 trabajadores.
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