¿Cuál es el origen del dinero?

Al contar la evolución del grano de trigo como unidad de medida a las monedas de metal, se cuenta también la historia de nuestra civilización

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Monedas de la Antigua Grecia
Monedas de la Antigua Grecia

En enero de 2009, Satoshi Nakamoto, emitió los primeros bitcoins con el objetivo de crear un "sistema de transacciones electrónicas que no dependa de la confianza". La quiebra de Lehman Brothers el año anterio había significado un fuerte cuestionamiento hacia la solidez del dólar y el bitcoin se presentaba como su posible reemplazo puesto que ningún gobierno podría manipularlo. Pero el dinero no sólo funciona como medio de pago o intercambio, también es una unidad de cuenta: el peso es la moneda en la que medimos el valor de un auto, un litro de leche o los honorarios de un abogado.

Entonces, ¿por qué una criptomoneda no puede ser una unidad de cuenta? Por la misma razón que en Venezuela el dólar ha desplazado al bolívar a la hora de determinar el valor de las cosas (recordemos que sólo en 2017, la inflación superó el 2.600% anual). Es para destacar que en nuestro país, para recrear un mercado de créditos hipotecarios a 20 o 30 años, el Banco Central tuvo que inventar una nueva unidad de cuenta más estable que el peso: el UVA. El mismo inconveniente tiene un vendedor si quiere fijar el precio en bitcoins y este se dispara, en sólo 30 días, de us$ 2.900 (12-9-17) a us$ 5.600 (13-10-17). La unidad de cuenta debe ser estable.

La isla de Robinson Crusoe y la propiedad privada
¿Cuál es el propósito para producir, comerciar o trabajar? En nuestras sociedades modernas, el objetivo de toda actividad económica es obtener dinero porque para vivir precisamos de la producción de bienes y servicios de otros. Las economías de subsistencia como la de Robinson Crusoe (aquel náufrago de ficción que sobrevivió solo en una isla por 28 años) han desaparecido casi por completo del mundo.

Por esta razón, los economistas están fascinados con entender el desarrollo del intercambio porque según sus afirmaciones, el hombre debe haber comprendido en algún momento (nunca se especifica exactamente cuándo) que especializarse en una tarea era una mejor opción a seguir con una economía de subsistencia donde uno resultaba ser "jack of all trades, master of none" ("un aprendiz de todo, maestro de nada").

La historia que cuenta el economista estadounidense Paul Samuelson sobre el descubrimiento del oro y la plata para facilitar el intercambio y su natural evolución al papel moneda, carece de toda comprobación empírica;  sólo es una deducción lógica surgida de la observación del desarrollo económico de los EE.UU. en el siglo XX.

Los bitcoins, fenómeno del dinero digital
Los bitcoins, fenómeno del dinero digital

La mayoría de los textos de economía asumen la existencia de la propiedad privada sin establecer alguna conexión con el dinero y el intercambio. Para ser bien claros en este punto: la propiedad privada fue condición necesaria para la aparición del dinero y, luego, del intercambio y no al revés como se enseña en la universidad.

¿Por qué? Porque en las sociedades primitivas la subsistencia del individuo estaba garantizada por la comunidad (un estado de bienestar absoluto): nadie producía de más porque no era necesario. Una mala cosecha afectaba a todos y no a un solo individuo. La propiedad privada, sin embargo, rompe con este esquema de mutua asistencia: la subsistencia ahora dependía de uno mismo o, a lo sumo, de su familia. Por esta razón era necesario producir de más; en un año de mala cosecha, quienes tuvieran excedentes estaban en condiciones no sólo de sobrevivir, sino también de dar préstamos a quienes lo requiriesen. Nacía así la primera forma que adoptó el dinero: la del crédito. La esclavitud reducía el problema de la incobrabilidad a la mera supervivencia del deudor pero su abolición aumentó el riesgo de que las deudas pudieran no ser honradas. Por esta razón, los acreedores comenzaron a exigir una prima en forma de interés para compensar el mayor riesgo que asumían.

Los templos y la primera moneda
A medida que las sociedades crecían, los acreedores y deudores necesitaron de terceros que atestiguaran sobre los acuerdos alcanzados y los hicieran cumplir. Los templos empezaron a llevar adelante estas funciones y por los servicios prestados recibían un pago en especie. Con paso del tiempo, los templos acumularían grandes stocks de grano, ganado y otros bienes, con los consiguientes costos de almacenamiento. Pero el principal problema de este sistema era la necesidad de contar con una medida que igualara todos los contratos entre acreedores y deudores. Una de las primeras unidades de cuenta fue el grano de trigo, reemplazado más adelante por el grano de cebada porque el peso de cada unidad era menos variable.

¿Cómo funcionaba esta primitiva unidad de medida? A cada deudor se le denominaba su deuda en una determinada cantidad de granos de trigo o cebada. Este, para poder cancelar sus compromisos, debía presentarse con un bien cuyo valor fuera, medido en granos, exactamente igual al de su deuda, independientemente si se tratase de vino, aceite o ganado.

¿Por qué aparecieron las monedas de metal? Fue el camino más práctico para reducir los elevados costos de almacenamiento. ¿Cómo hicieron este pasaje? Las monedas de hierro o bronce eran estampadas con la equivalencia de granos de trigo que determinaba el peso del metal: en Inglaterra, por ejemplo, una libra equivalía a 7.000 granos de trigo. Los metales preciosos fueron una solución para dificultar la falsificación, que además permitiría la circulación de las monedas lejos de las ciudades donde habían sido originalmente acuñadas. Fue de esta forma que el dinero, nacido como unidad de cuenta, ahora comenzaba a circular como medio de pago.

Nuestro querido Robinson Crusoe jamás necesitó del dinero en sus 28 años en esa isla desierta y de acuerdo a las cursos de macroeconomía, su única decisión era como repartir de manera óptima el tiempo entre el dedicado a producir y el dedicado al ocio. Este es el extremo al que tienen que recurrir los economistas libertarios para demostrar que una sociedad sin créditos hipotecarios, personales o prendarios, puede de todas formas progresar. Nada más alejado de la realidad.

El autor es Economista y Máster en Finanzas. Head Portfolio Manager de Cohen S.A.