
La tragedia en el puerto de Beirut, que estremeció al mundo en 2020, no solo dejó una ciudad en ruinas y a miles de personas heridas. También rescató del anonimato una joya olvidada del arte barroco: la pintura “Hércules y Ónfale” de Artemisia Gentileschi, una de las pocas mujeres que alcanzaron renombre en la historia del arte occidental.
Tres años después de su hallazgo entre vidrios rotos y muros destruidos, la obra restaurada brilla en el Centro Getty de Los Ángeles, cargada de cicatrices y significado.
Una historia entre muros aristocráticos
Durante generaciones, el Palacio Sursock, en el corazón de Beirut, albergó una de las colecciones privadas más importantes de la ciudad. En uno de sus salones colgaba una gran pintura barroca, atribuida vagamente a la escuela italiana. Nadie la consideraba una pieza clave. Hasta que la explosión la convirtió en un fragmento más del desastre.
La onda expansiva rompió los ventanales frente a los que colgaba el cuadro. La pintura fue atravesada por cristales, golpeada por escombros y desgarrada en varias zonas. El daño no solo fue físico: su autoría seguía siendo un misterio. Solo un viejo recibo de un comerciante de arte en Nápoles, donde vivió Gentileschi, vinculaba la pieza con la artista.
Fue el especialista en conservación Ulrich Birkmaier, del Museo Getty, quien lideró el proceso de restauración y confirmó que la obra correspondía a Artemisia. Con él comenzó un minucioso trabajo que combinó ciencia, arte y paciencia.

Reconstruir con memoria
Restaurar un lienzo del siglo XVII no es una simple reparación estética. Implica decidir qué cicatrices dejar, qué elementos recuperar y cómo hacerlo sin traicionar la intención original del artista. Birkmaier y su equipo utilizaron tecnología de rayos X para identificar los trazos ocultos bajo la pintura dañada, compararon gestos y posturas con otras obras de Gentileschi y, en un gesto inusual, solicitaron la colaboración del actor y pintor Federico Castelluccio para rehacer parte del rostro de Hércules.
El resultado no es una réplica idealizada, sino una pieza con heridas visibles que honra su historia. “La pintura nunca volverá a ser lo que fue”, dijo Birkmaier a CNN, “pero ahora cuenta una historia más profunda”.
La fuerza de una mirada femenina
La figura de Ónfale, reina de Lidia, domina la composición: impone a Hércules, símbolo de la fuerza masculina, tareas asociadas al mundo doméstico. Esta inversión de roles fue una constante en la obra de Gentileschi, quien volcó su experiencia personal —marcada por la violencia y la lucha por el reconocimiento— en representaciones de mujeres poderosas y activas.
La obra revela un dominio técnico y una sensibilidad dramática que desafían las normas de su época. Durante años, el período napolitano de Artemisia fue subestimado por los expertos. Esta pintura demuestra lo contrario: es ambiciosa, compleja y emocionalmente intensa.

La justicia que no llega
Mientras la pintura recuperó su lugar en el mundo del arte, la sociedad libanesa sigue esperando justicia por la catástrofe que la desenterró. La investigación nacional fue reiteradamente bloqueada. En 2022, seis relatores especiales de la ONU pidieron formalmente una pesquisa internacional ante el Consejo de Derechos Humanos, señalando graves obstáculos en el proceso judicial local.
La explosión destruyó más de 77.000 viviendas, desplazó a 300.000 personas y agravó una crisis económica que ya era profunda. A día de hoy, los fondos de ayuda internacional no fueron distribuidos de manera transparente y la corrupción sigue siendo una de las principales barreras para la reconstrucción, según denunciaron los expertos de Naciones Unidas.
El eco de una explosión que reveló belleza
“Hércules y Ónfale” fue una de las muchas víctimas culturales de la negligencia estatal. Pero también se convirtió en un símbolo inesperado de resistencia. Su rescate no habría sido posible sin el trabajo coordinado de historiadores, restauradores y museos. La exposición actual en Los Ángeles no solo celebra el genio de Artemisia Gentileschi, sino que también recuerda que la destrucción puede desenterrar verdades olvidadas.
A veces, el arte necesita ser roto para ser reconocido. Y en este caso, una obra silenciosa habló por sí sola desde los restos de una tragedia que el mundo aún no supo reparar.
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