
“Yo era medio hippie antes de ser guerrillero”, dice así, como al pasar, Miguel Benasayag. Lo dice en una sala que se viene abajo de libros, en la nueva sede de la editorial Prometeo, que también tiene abajo un cafecito. Y así fue: este hombre que ahora saca libro tras libros, que piensa en el funcionamiento del cerebro y en la inteligencia artificial, antes fue un estudiante de Medicina y, después, parte del Ejército Revolucionario del Pueblo. Lo metieron preso, lo torturaron, estuvo cuatro años en la cárcel, en 1978, gracias a que también tenía la nacionalidad francesa, lo dejaron salir y viajar a ese país europeo. Ahí vive.
“A comienzos de los años setenta, Buenos Aires era una primavera y una promesa. La posibilidad de una emancipación mundial, social, política, artística y personal nos parecía al alcance de la mano”, escribe en Clínica del malestar, uno de los libros -el otro es Elogio del conflicto- que presentará en la Feria hoy, viernes 25, a las 19.
Pero ahora ni está hablando de eso, no está hablando de ese pasado sino, justamente, de este presente. Iba a poner “está hablando del futuro” pero, justamente, pronto dirá que hay que sacarse de encima la idea de futuro, que vivir en lo que no está es “colonizante”, que hay que habitar el presente. Lo dice como ideología pero también como investigación: se ha convertido en un epistemólogo, en un hombre que habla del funcionamiento del cerebro, de en qué somos igual o distintos a las máquinas. Todo sin borrar ese que fue: uno de los ejemplos puede empezar con: “Cuando yo estaba en la cárcel...”
“Ya somos cyborgs, pero no se ve”
Pero, en fin, esta es una charla de Benasayag con varios periodistas. Y puede sorprenderse quien lo escuche decir: “El poder no es el lugar del cambio, eso ya fue. Fue un siglo de revoluciones y vimos que el poder no es el lugar del cambio. El poder es desear. El horror en realidad es desear ser un dictador. Pero si millones de situaciones particulares pueden cambiar la relación de fuerzas... ahí no se puede saber”.
La charla empezó por otro lado, por otro libro. Uno que se llama La singularidad de lo humano y donde trata de encontrar qué nos diferencia de las máquinas. ¿Qué nos diferencia? Cuestiones técnicas, responde. Pero también que los “sistemas vivos” somos los únicos capaces de producir “orden a partir del desorden”. Improvisar, diría uno, desde el llano. Pensar, como se usa ahora, “fuera de la caja”.
Lo orgánico, bueno, entender aquella vieja idea de que somos un cuerpo. Benasayag desplegará un argumento científico que tendrá una consecuencia política: “La comprensión es un proceso corporal. Piensen en la percepción, el ejemplo de Leibniz: estoy afectado por millones y millones de pequeñas gotitas, pero percibo la ola. Con esos millones de gotitas construyo la ola. El problema de la información -la idea de que todo es información- es que la información no recorre esto sino que llega directamente a “la terraza”.

-¿Y esto qué diferencia produce?
-Estamos inundados de información que provoca inhibición. Hay un ejemplo histórico que es el debate entre George Orwell y Aldous Huxley. Resulta que Orwell decía: “dentro de unos años van a prohibir los libros”. Y Huxley, que la gente no iba a leer libros, que los libros les iban a importar un pito. Orwell dice: “Dentro de unos años la verdad será escondida”. Y Huxley le contesta: “Dentro de unos años va a haber tanta información que la verdad va a estar diluida”. Y en realidad la cuestión es esa: nos damos cuenta, neurofisiológicamente y epistemológicamente, de que el exceso de información no solamente no provoca el acto, sino que evita el acto, inhibe el acto.
-Paraliza.
-Y un poco la posverdad tiene que ver con eso. Para lo que vos comprendés corporalmente no hay posverdad: si te estás quemando, te estás quemando. Pero en un mundo donde todo es información eso no pasa y una información vale tanto como la otra.
“El poder no es el lugar del cambio, eso ya fue”
-¿Qué impacto tiene en nosotros todo este boom de no desconectar nunca?
-Desde hace ya muchos años hay una modificación cerebral: somos ya ciborgs, pero no se ve. Somos cyborgs. ¿Por qué? Porque estamos conectados, nuestros flujos de funcionamiento están conectados a máquinas. Entonces nosotros creemos que no somos cyborgs, porque la forma del cuerpo es la misma de siempre, pero en realidad nos estamos hibridando.
-¿Un ejemplo?
-Hicimos un trabajo con choferes de taxi que empezaban a usar el GPS. Al cabo de tres años, todos los que habían comenzado a manejar con GPS tenían los núcleos subcorticales del tronco cerebral, que se ocupan de cartografiar el tiempo y el espacio, atrofiados. Todo eso es la delegación de función. Estamos en un cambio evolutivo donde el cerebro no se va a ocupar más de las cosas que se ocupaba hasta ahora.
-¿Cómo se ve el cambio?
-Por un lado, hay una debilitación de la estructura cerebral y, por otro, cada vez hay menos experiencia directa. Entonces el cerebro tiene dos fenómenos de debilitación. Eso es un problema para mí, para algunos genios de la Silicon Valley no es un problema. Es un momento histórico donde se cree que las máquinas se van a ocupar de lo que hasta ahora se ocupaba, mal, el humano.
-¿Y se van a ocupar bien?
-Ellos piensan que las máquinas van a ocupar bien porque no tiene cuerpo, no tienen pulsiones, Deseos. O sea: No tienen lado oscuro, ¿verdad?

-Es que las máquinas pueden tener un nivel de producción y de eficacia muy alto.
-Es la cuestión de funcionar o existir. Hay una colonización del funcionamiento sobre la complejidad del existir. Entonces, en un mundo donde de lo que se trata es de producir, de eficacia, la máquina es perfecta. El problema es la asimilación de nosotros como seres vivos, de la cultura, a la producción.
-Es que hay que sobrevivir...
-Yo creo que nosotros podemos servirnos de las máquinas, en una hibridación no colonizante, no aplastante como la de ahora. Yo creo que nosotros podemos gestionar una democracia y una justicia social. No es cierto que hace falta la hiperracionalidad de la máquina para comer, como no es cierto que hacen falta transgénicos para alimentar a la gente. Eso es ideología. Una ideología que dice, como diría Margaret Thatcher, que no hay alternativa.
-¿Y la hay?
-Estamos en una época donde pasamos del futuro-promesa que ordenaba el mundo al futuro-amenaza. Y yo creo que hay que emanciparse del futuro. No es una consigna, es una realidad. Es la descolonización. Descolonizarse de ese tiempo lineal donde tenemos la cabeza absolutamente llena de minutos. El reloj fue el gran colonizador del mundo, ¿verdad? En realidad, no sé, qué va a pasar, pero lo que sé es que cuando pienso en qué va a pasar, estoy perdiendo el tiempo.
-Difícil vivir sólo en el presente.
-Si no logramos amar esta época, si nosotros no logramos encontrar prácticas alegres, prácticas potentes, prácticas solidarias, no vamos a poder cambiar nada.
-¿Usted dice, desafiar al poder?
-El poder no es el lugar del cambio. Eso ya fue. Fue un siglo de revoluciones y vimos que el poder no es el lugar del cambio.
En la Feria del Libro
♦ Benasayag presenta los libros Elogio del conflicto y Clínica del malestar. este viernes 25 de abril a las 19.
♦ Participan: Miguel Benasayag y Ariel Pennisi.
♦ Lugar: sala Julio Cortázar. Pabellón Amarillo
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