
La última actuación de Paul McCartney en el área de Nueva York tuvo lugar hace tres años en el MetLife Stadium, con una capacidad de 82.500 personas. Su concierto sorpresa la noche del martes en el Bowery Ballroom tenía capacidad, como máximo, de 575. Probablemente fue menos que eso, ya que la consola de sonido y el equipo de McCartney —demasiado grandes para caber tras bastidores— ocuparon una parte del espacio en el piso del venerable teatro del centro de la ciudad. Toda la situación parecía una travesura, y lo fue. McCartney anunció el concierto solo unas horas antes de subirse al escenario.

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Como un eco de la Beatlemanía, la noticia se esparció por Manhattan y más allá ese mismo día, haciendo que los neoyorquinos corrieran por la calle Delancey con la esperanza de conseguir una de las pocas entradas en el Bowery. La mayoría de los asistentes, incluido el propio McCartney, apenas podían creer que estaba ocurriendo. “Así que aquí estamos”, dijo McCartney sonriendo. “Un pequeño concierto. Nueva York. ¿Por qué no?”. Más tarde añadió, antes de lanzarse a tocar “Let Me Roll It”: “No puedo creer del todo que estemos aquí haciendo esto. Pero estamos aquí, haciendo esto”.
No era el primer concierto improvisado de McCartney. Los Beatles, por supuesto, ofrecieron su famosa actuación en la azotea de su sede de Apple Corps en el número 3 de Savile Row, en Londres, en 1969. Desde entonces, McCartney ha hecho de ello una especie de costumbre en sus visitas a Nueva York. En 2009, McCartney volvió al Ed Sullivan Theater, lugar del famoso debut de los Beatles en Estados Unidos, y tocó sobre la marquesina. En 2018, apareció en la terminal Grand Central para promocionar su álbum Egypt Station.
Con temperaturas cercanas a 0 grados Celsius (30 °F) el martes, McCartney, de 82 años, esta vez optó por un espectáculo íntimo y bajo techo. Las entradas se vendieron únicamente de forma presencial en el lugar, una por persona. Todas se agotaron en unos 30 minutos. Para aquellos que llegaron a tiempo, fue como ganarse la lotería.

Amy Jaffe, de 69 años, estaba en casa a unos 48 kilómetros (30 millas) al norte cuando vio el anuncio en Instagram. “Pensé: puedo hacerlo”, dijo Jaffe antes del concierto. “Me puse jeans, agarré un abrigo y pedí un Lyft”. Jaffe ha visto a McCartney muchas veces antes, incluso con los Beatles en 1964 en Forrest Hills, Queens. Pero todavía estaba incrédula, sonriendo y sacudiendo la cabeza: “No me lo creo en realidad”.
Phil Sokoloff, de 31 años, iba camino al trabajo cerca de ahí cuando vio la noticia. Entró corriendo y le dijo a su compañero, Mat Fuller, y ambos se apresuraron hacia el Bowery Ballroom. “Tuvimos suerte”, dijo Sokoloff. “Siempre me entero de estas cosas al día siguiente”.
McCartney subió al escenario aproximadamente a la hora esperada, a las 18:30, con su banda regular, junto con una sección de instrumentos de viento de tres integrantes. Habían ensayado solo una vez, el día anterior, señaló McCartney. Alguien gritó: “¡No necesitas ensayar!”.
Si bien el lugar era sencillo, el ex Beatle no ofreció un espectáculo reducido, entregando un recorrido magistral por todo su repertorio, desde clásicos de los Beatles hasta éxitos de Wings. Comenzó con “A Hard Day’s Night” y también interpretó “Got To Get You Into My Life”, “Maybe I’m Amazed”, “Lady Madonna”, “Jet”, “Get Back”, “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, “Let it Be” y “Hey Jude”.
“Blackbird” fue un número solitario con guitarra acústica, y después McCartney reflexionó sobre cómo escribió la canción para el movimiento por los derechos civiles, un recuerdo que trajo de vuelta sus primeros viajes a Estados Unidos. “Éramos solo unos niños”, dijo McCartney. “Ahora tengo nietos más grandes que eso”. En los primeros días, señaló, él y John Lennon siempre escribían pensando en el público, y las canciones trataban de llegar a ellos: “I Want to Hold Your Hand”, “From Me to You”. “Realmente tenía todo que ver con los fans”, dijo McCartney.

Antes de tocar la canción de Wings “Mrs. Vanderbilt”, McCartney habló de cuando la interpretó frente a 350.000 personas en Kyiv, cuando Ucrania celebraba con entusiasmo una libertad recién adquirida. “Esperemos que vuelvan pronto a eso”, expresó. La conversación, mezclada con gritos desde la audiencia, puntuaba el concierto. McCartney reconoció de inmediato un grito particularmente agudo. “Ese fue un grito Beatles”, comentó. Luego pidió más: “Está bien, vamos a sacarlo de una vez. Chicas, denme un grito Beatles”. Todos los presentes cumplieron con su pedido.
McCartney también tocó la llamada última canción de los Beatles, “Now and Then”, una balada compuesta por Lennon a finales de los años 70, pero que no se lanzó hasta 2023 con la ayuda de algunas de las tecnologías utilizadas en el documental de Peter Jackson de 2021, “The Beatles: Get Back”. La canción llenó a McCartney de melancolía por su compañero compositor, quien, destacó, amaba Nueva York. “Un aplauso para John”, dijo.
McCartney, quien fue visto el domingo en el Super Bowl en Nueva Orleans conversando con Adam Sandler, estaba en Nueva York para las próximas celebraciones del 50 aniversario de “Saturday Night Live”. Estará como invitado en el especial televisivo lleno de estrellas el domingo. No estaba claro si McCartney ofrecería un solo concierto o si se estaba preparando para algo más. Concluyó la gira Got Back en diciembre y ha dicho que espera terminar un nuevo álbum este año.
Por ahora, sin embargo, fue un espectáculo único. Alguien en el público le preguntó a McCartney si podría durar toda la noche. “Algunos necesitamos dormir, saben”, respondió. Aun así, McCartney volvió al escenario, rebotando para un bis. Cerró con una animada interpretación del cierre de “Abbey Road” con “Carry That Weight” y “The End”, que concluyó con sus inmortalizadas líneas finales: “And in the end/ The love you take/ Is equal to the love you make”. El público, todavía incrédulo, salió a la calle. Había comenzado a nevar.
Fuente: AP
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