
Nicolaas van der Waay (1855-1936 ) fue un destacado artista decorativo, acuarelista y litógrafo holandés, recordado por su serie de niñas huérfanas, como sucede con Pasillo de la iglesia del orfanato, una pintura que se encuentra en el Museo Histórico de Amsterdam.
Tuvo una carrera en la que se desarrolló en muchos géneros, incluidos los diseños de estampas, monedas y billetes, pero en lo que hace a lo pictórico su temática varió entre el retrato, la alegoría, las escenas históricas, desnudos, género, paisajes urbanos y naturalezas muertas. Su estilo comenzó siendo realista pero hacia el cambio de siglo, bajo la influencia de Isaac Israels, construyó una síntesis entre el ralismo y el impresionismo.
Recibió su formación inicial del retratista Louis Koopman, con cuya hija se casaría más tarde. A los 16 se matriculó en la Academia Nacional y fue alumno de August Allebé, quien destacó la importancia de estudiar a los viejos maestros. Al graduarse en 1876, compartió un estudio con Jan Wijsmuller. En 1883 se le concedió una subvención del gobierno que le permitió ir a Italia y copiar los maestros italianos.

Su primer gran éxito como pintor lo tuvo en 1898, cuando se le encargó La inauguración de la reina Guillermina, que se encuentra en el Palacio Het Loo, Apeldoorn, aunque sus obras más famosas están alejadas de la fastuosidad, de las grandes ceremonias, como sucede con la serie de las huérfanas.
Van der Waaij sentía fascinación por la apariencia atemporal de las niñas huérfanas de Ámsterdam y realizó toda una serie de pinturas y dibujos de modelos, con sus trajes de civil rojo y negro. En ese obra se muestra a un grupo de jóvenes camino desde el orfanato hasta la Westerkerk, la iglesia reformada dentro del calvinismo protestante, o la Nieuwe Kerk, la iglesia nueva, ambas en la capital, como era la tradición de los domingos.

El Orfanato Municipal de Ámsterdam, conocido como Burgerweeshuis, se estableció en 1520 y funcionó hasta el XX. Entonces era considerado con gran orgullo cívico y solo a los niños cuyos padres habían sido de clase media se les permitía ingresar. En caso de que ocurriera una tragedia, se consideraba que la institución era una recompensa para los hijos de quienes habían sido buenos ciudadanos. Los pobres, en cambio, eran enviados al Orfanato de capellanes, una institución de menor categoría y generalmente desbordada, por lo que no tenían recursos.
Tanto los niños como las niñas -que no entraban en contacto- del Burgerweeshuis iban vestidos con uniformes rojos y negros divididos verticalmente que reflejaban los colores de la bandera de Ámsterdam. Recibían atención médica, estaban bien alimentados y tenían dormitorios limpios. Además, desde los diez años recibían entrenamiento en una variedad de tareas. Las niñas trabajaban en el taller del orfanato, donde aprendían a realizar tareas de costura o tejido, como también limpiaban, preparaban comidas o cuidaban a niños pequeños o enfermos, temáticas que van der Waay también retrató. Cuando llegaban a los 20, abandoban el espacio para reinsertarse en la sociedad.
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