
Tenía 69 años cuando murió Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate Pozzolo, en Roma, Italia, el 17 de marzo de 1976. Fue un aristócrata de pensamiento marxista que dirigió ópera y filmó una serie de películas que están consideradas en la cumbre de la cinematografía del siglo XX. No sólo en Italia lo adoran, también en el mundo entero. Todo comenzó con Obsesión, su primera película; es de 1943. La filmó a los 37 años luego de instalarse en París en 1935 y conocer, gracias a Coco Chanel, al cineasta francés Jean Renoir y participar como asistente de dirección en Los Bajos Fondos y Una partida de campo.
En 1945 filmó el documental Giorni di gloria y en 1948 su gran batacazo, La tierra tiembla, considerada por el teórico marxista del neorrealismo Guido Aristarco la película más lograda y avanzada ideológica y estéticamente. Sin dudas le pesaba su linaje, que se remonta al Renacimiento: hijo del duque Giuseppe Visconti di Modrone y Carla Erba, hija de un poderoso industrial milanés. Sin embargo, sus películas tienen una fuerza rebelde y conmovedora que cuestiona políticamente el mundo de tal forma que se compromete con la lucha antifascista y la resistencia italiana.
Uno de sus films más recordados es Senso de 1954. Alida Valli y Farley Granger son los actores principales, aunque Visconti había pensado en que los protagonistas fueran Ingrid Bergman y Marlon Brando, pero no se pudo concretar. La película es una adaptación de la novela de Camillo Boito. Todo ocurre en Venecia en 1866, durante la ocupación austríaca: un intenso melodrama amoroso donde una condesa italiana tiene la desgracia de enamorarse perdidamente de un oficial austríaco. Este retrato crítico de los tiempos de la Unificación Italiana le valieron la censura.
Luego de una adaptación en 1957 de Noches blancas, la novela de Fiódor Dostoyevski, se exhibe otra de sus más recordadas películas, Rocco y sus hermanos, con el cuestionamiento social como parte esencial: una familia inmigrante del sur de Italia busca integrarse al norte industrializado. Se presenta en cinco partes: una por cada hermano. Los protagonistas son Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot, la trágica griega Katina Paxinou y Claudia Cardinale. La música es de Nino Rota.
Como gran lector que fue, Visconti se apoya en los libros y lleva buenas historias a la pantalla grande. Una de ellas es El gatopardo, la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En 1963 se exhibe en los cines este film que incluye a actores de renombre internacional como el estadounidense Burt Lancaster, el francés Alain Delon y la italiana Claudia Cardinale. La primera versión era de 205 minutos y al ser considerada muy larga la acortó a 185. De nuevo en la Unificación Italiana, narra las reflexiones del príncipe Di Salina sobre la decadencia de su clase y el ascenso de la burguesía.

Siguió filmando: una adaptación libre de la Electra de Sófocles en Sandra (Atavismo impúdico), la versión cinematográfica de El extranjero de Albert Camus— y La caída de los dioses, una metáfora sobre el mal y la corrupción moral de una familia alemana vinculada con el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces llegó su gran película, para muchos, la mejor de su carrera: Muerte en Venecia. Esta adaptación de la novela de Thomas Mann mezcla la depresión de un músico alemán, la belleza andrógina, el voyeurismo en la playa y una pandemia secreta de cólera.
Es especialmente en Muerte en Venecia donde se revela la mirada platónica de Visconti sobre el mundo. Allí pone total énfasis en la belleza masculina. Dicen que al conocer al joven de 15 años Björn Andrésen quedó fascinado y le dio el papel de Tadzio. Luego la prensa lo etiquetó como el “joven más bello del mundo”. Para Visconti la belleza siempre era algo para mostrar en la pantalla. El drama, la historia, los diálogos, la actuación... todo eso era importante, pero también la belleza. Se le conocieron dos parejas: el director Franco Zeffirelli y el actor Helmut Berger.

Su última película se titula El inocente, un intenso drama de infidelidades y arrepentimientos en el siglo XIX. Se estrenó en 1976. Para entonces Visconti ya estaba muy enfermo. Sabía que su final era inminente, sin embargo no abandonó el cine. Murió un día como hoy, 17 de marzo, pero de hace 45 años, en Roma, Italia.
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