Día a día, miles de personas en Colombia son atendidas por distintos tipos de cáncer. Según la Cuenta de Alto Costo (CAC), que hace seguimiento a las enfermedades de alto costo en el país, en 2023, esta enfermedad alcanzó un total de 520.339 casos prevalentes. El 94% de los casos estuvieron relacionados con tumores de tipo invasivo y el 73% de los casos, aproximadamente, afectó a las mujeres.
Las estadísticas indican que los cánceres más frecuentes fueron: de mama, de próstata, de colon y recto, de cérvix y de estómago. Y, de todos los casos nuevos reportados entonces, el 50% fueron detectados en estadios dos y tres, mientras que en los diagnósticos de linfoma, el 77,5% de los casos ya estaban en estadios avanzados al momento de la detección.
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Estos datos muestran una realidad muy compleja alrededor del cáncer en Colombia. Se trata de una enfermedad que, además, de requerir tratamientos diversos y, en algunas ocasiones, invasivos y largos, genera mucho temor y dolor entre los pacientes y sus familias.
Culpa, dolor, impotencia: la realidad de los médicos y acompañantes

Los profesionales de la salud y personas que han vivido con cáncer asumen la responsabilidad de tratar a los pacientes y de acompañarlos en ese difícil proceso. Su día a día se convierte en una lucha por derrotar a la enfermedad y por afrontar el peso de los tratamientos fallidos y de la pérdida. Así lo explicó a Infobae Colombia el cirujano oncólogo Juan Camilo Correa Cote, que atiende diariamente a varios pacientes en la Clínica Medellín, en la Clínica Victoriana y en la Clínica Somer, en Antioquia.
De acuerdo con su relato, su labor como cirujano se centra en hacer consultas médicas, llevar a cabo cirugías –que implican horas y horas de trabajo– y hacer rondas para verificar el estado de salud de los pacientes que operó. Este panorama, que se mezcla con su trabajo como docente, se torna todavía más complejo cuando los resultados no son los esperados.
“Hay un sentimiento de responsabilidad que es muy duro cuando uno está contento, pero cuando el paciente tiene algún percance o alguna complicación, uno muchas veces se siente culpable a pesar de no ser culpable”, detalló el cirujano a este medio.
En ocasiones, sus intervenciones quirúrgicas, enfocadas en tratar cánceres del tracto gastrointestinal, del peritoneo y de los tejidos blandos, son exitosas, pero ese pequeño logro no siempre dura, porque la enfermedad regresa. La impotencia y la tristeza, entonces, se hacen presentes, pero los profesionales de la salud deben sobreponerse para tener la capacidad de atender a un nuevo paciente que puede llegar en condiciones similares. Entonces, inicia nuevamente el proceso.

“A uno le toca reponerse prontamente. O sea, la gente no se da cuenta de que uno tiene a veces solo segundos para manejar su duelo personal, porque terminas una consulta, estás triste por el paciente que tienes en frente, te mueve el alma, y en tres minutos tenés que estar bien porque llega otro paciente que necesita lo mejor de ti”, detalló.
Según explicó a Infobae Colombia la psicooncóloga Mayra Alejandra Vaca, con al menos 10 años de experiencia en cuidados paliativos y acompañamiento en el final de la vida, los pacientes y sus familias necesitan de una persona que los respalde en el proceso de enfrentar la enfermedad o, en dado caso, en el de asumir la eventual muerte. Pero, ese acompañamiento también deben tenerlo quienes desde el área de la salud llevan los tratamientos de las personas.
Los casos que más le han generado un choque emocional son aquellos con los que se identifica: los de las madres. “Acompañé a muchas mujeres que justo estaban en edades muy similares a las mías, en donde tenían hijos pequeños como yo, y yo veía cómo hacían ese proceso de cierre y de fin de vida, y saber que después les hacía acompañamiento a sus hijos en el proceso de duelo. Son casos que sí conmueven mucho y generan también una reacción emocional en uno como terapeuta”, precisó.

Alejandra Toro, fundadora de la Fundación Luz Rosa, dedicada a brindar información sobre el cáncer y a acompañar a los pacientes en Colombia, cree también que el constante acercamiento con las personas que padecen la enfermedad puede llegar a ser muy doloroso y difícil de procesar, aunque gratificante por la labor que se lleva a cabo y por los casos que tienen éxito.
Ella, como acompañante y como antigua paciente oncológica, sabe lo que es estar en cada lado de la balanza; conoce con exactitud el terror de llevar a cuestas la enfermedad, así como la fortaleza que se requiere para respaldar a quienes llegan con un nuevo diagnóstico.
“Durísimo. Hay momentos en los que uno se quiebra. En serio, es un momento difícil, porque yo quisiera que todas tuvieran un gran final feliz como el mío. Pero no, no pudieron, no lo lograron, no accedieron a tiempo, la enfermedad fue muy, muy agresiva, se complicaron las cosas”, contó Toro a Infobae Colombia.
El cáncer en sí mismo es retador y sigue siendo asumido, en algunos casos, como un sinónimo de muerte. Pero el problema no se centra solo en la dificultad para combatirlo, también se enfoca el sistema de salud, que se ha ido deteriorando con el tiempo. Según el cirujano Correa Cote, los pacientes están denunciando trabas para acceder a la prestación de los servicios, que son esenciales para continuar con sus tratamientos y evitar, en la medida de lo posible, esa muerte a la que tanto le temen.

“Se me acercan los pacientes y me dicen: ‘Doctor, yo solo vivo con un mínimo y hace siete meses no me dan insumos de colostomía’. ‘Doctor, yo tenía pendiente la cirugía y mi EPS canceló convenios con toda su clínica y ya no me hacen la cirugía, ¿qué puedo hacer, doctor?’”, contó.
Estas situaciones se convierten en “una carga emocional adicional” para el personal de salud que no tiene muchas herramientas para ofrecer soluciones prontas. En realidad, según explicó, no pueden hacer nada para derribar los muros que impiden a las personas tener acceso a sus tratamientos. “Es una cadena en la que nosotros somos casi que de los últimos eslabones, pero somos los que damos la cara”, explicó.
El “cansancio extremo” y lo que genera
Para la psicooncóloga Mayra Alejandra Vaca, todos aquellos que atienden y acompañan a pacientes con cáncer también deben contar con apoyo psicológico. En algunos casos, piden ayuda a sus propios colegas o a sus familias. Es crucial que trabajen en distintas áreas de su vida, para que su oficio y vocación no impliquen un deterioro de su bienestar.

“Practicamos lo que es el autocuidado, vamos a terapia porque nosotros también lo necesitamos. Hacemos mucho énfasis también en lo que es nuestra propia espiritualidad y sobre todo nuestro manejo del tiempo libre”, precisó.
De esta manera, pueden prevenir el síndrome de burnout o la fatiga por compasión. El primero, que es “muy frecuente” en el personal de la salud, implica un agotamiento emocional, físico, mental causado por estrés laboral crónico; es “cansancio extremo”. “Hay, por ejemplo, síntomas físicos como dolores de cabeza, tensión muscular, alteraciones del sueño y personas se aíslan un poco más y empiezan a bajar su rendimiento laboral”, expuso.
El segundo se presenta cuando se está en constante contacto con el sufrimiento. Las personas afectadas también presentan agotamiento emocional, físico y mental y, generalmente, no cuentan con espacios para recuperarse. Entonces, muestran síntomas como irritabilidad, frustración, impotencia y dificultad para sentir empatía con sus pacientes como antes.

“A veces no ponemos los límites y hay un exceso de responsabilidad en nuestra labor diaria. Estas labores de psicooncología y de acompañamiento en el final de la vida son muy demandantes a nivel físico y emocional. Entonces, cuando no ponemos también esos límites, pues estaríamos en un riesgo mayor”, detalló.
El cirujano Correa Cote lo confirmó: el área de la salud es demandante. Como experto en materia quirúrgica, se enfrenta a extensas operaciones, que pueden durar entre dos y 16 horas; en aquellas que son “extremadamente largas”, suele trabajar de la mano de otros cirujanos, con los que hace relevos.
“Las cirugías de peritoneo la hacemos entre tres cirujanos. Siempre, porque hay relevo y hay necesidad de estar fresquitos, de ir al baño, de comer, de hidratarnos. Todo”, expuso.
Por su parte, la doctora Mayra Alejandra Vaca procura atender entre cuatro y cinco pacientes por día, por cuestiones de autocuidado. Pues, el proceso de acompañamiento con cada uno es complejo y tiene sus propios retos, pero con todos debe hacer una evaluación general de su estado de ánimo, de sus factores biopsicosociales y su conducta. De esta manera, define el plan de tratamiento que requieren, que se extiende en el tiempo.

La presidenta de la Fundación Luz Rosa trata de buscar a su red de apoyo cada que siente que su labor de acompañamiento la sobrepasa y reconoce que el hecho de ayudar a quienes padecen la enfermedad aporta a su bienestar. “Yo sí tengo personas en quien refugiarme. Yo tengo mis amigas, compañeras mías de trabajo, con ellas hablamos de esto. Esto es un trabajo que trae muchas cosas lindas, más cosas lindas que tristes”, dijo.
También evita ser ella la que haga el acompañamiento de niños o niñas con cáncer, debido a que le resulta sumamente complejo y doloroso llevar sus procesos. “No. Nunca. No puedo. Eso es dolorosísimo. Ver niños enfermos es de las cosas más duras que uno puede ver (...). A ellos no les da miedo morirse, les da miedo que sus papás sufran porque ellos se mueren, y muchos niños lo intentan para darle el gusto a los papás”, precisó.
“Sí le tengo miedo al cáncer”
Pese a su experiencia en el tema, los conocimientos que tienen, la experticia y las herramientas, el cáncer parece ser igual para todos: causa temor. Alejandra Toro lo reconoció, siendo, además, una paciente en remisión. Sostuvo que el fantasma de la enfermedad permanece y que, debido a que es impredecible, cualquier afectación en su salud suele relacionarla con su regreso.
“Todos le tenemos miedo. El cáncer nunca termina. El cáncer, el cáncer es para siempre, porque es una enfermedad que nunca se sabe los resultados y el final. Pero yo no pienso mucho en eso, la verdad. Yo cuando tengo exámenes, cuando siento alguna molestia, pues me angustio, me asusto y es normal", explicó.

Correa Cote también lo reconoció. El miedo a la enfermedad existe, así no la hayas padecido. Sin embargo, se vale de sus conocimientos en medicina y en oncología para cuidar su salud y verificar que todo esté bien.
“La verdad, sí le tengo miedo al cáncer. Entonces, trato de disminuir la probabilidad de que me dé cáncer, tratando de tener una vida saludable, una vida emocional y físicamente saludable, comer bien, eh, hacer los tamizajes que sean debidos, que en esto se me acerca el próximo mío”, expuso.
En Colombia, todos los ciudadanos tienen derecho a solicitar tamizajes para detectar ciertos tipos de cáncer, aunque esta información muchas veces se desconoce. Entre estos está la mamografía, la prueba de inmunohistoquímica fecal o la colonoscopia y el antígeno prostático. “Si el diagnóstico es más temprano, es mejor el pronóstico”.
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