
Un reciente estudio realizado por el grupo de investigación Nutrición y Hormonas de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), puso en evidencia una nueva tendencia en la población universitaria del país que denonimó la “alimentación emocional”.
Este comportamiento, caracterizado por la selección de alimentos basándose en el estado de ánimo, muestra una tendencia alarmante en los jóvenes, quienes “tienden a elegir opciones con alto contenido calórico cuando se sienten tristes, ansiosos o enojados”, así lo explica el doctor Jonathan Alexander Cortés Vásquez, investigador principal del estudio y residente de la Especialización en Anestesiología y Reanimación de la UNAL.
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El estudio, liderado por la profesora Ismena Vilte Ona Mockus Sivickas, utilizó una encuesta española adaptada al contexto colombiano para identificar a personas propensas a consumir alimentos de alto contenido calórico. La muestra incluyó a 1.177 jóvenes universitarios de entre 23 y 25 años, provenientes de ciudades como Manizales, Palmira, Tumaco, La Paz, Bogotá y Medellín. Los resultados revelaron que el 60% de estos estudiantes se clasifican como “comedores emocionales” o “muy emocionales”.

Esta conducta, según el estudio, no solo implica un mayor consumo de alimentos cuando se experimentan emociones negativas, sino que también se asocia con la preferencia por opciones poco saludables, como chocolates, comida “chatarra”, postres y gaseosas.
“Una gran proporción de jóvenes adultos no solo comen más cuando están tristes o ansiosos, sino que también prefieren alimentos poco saludables”, destacó el doctor Cortés, advirtiendo sobre los riesgos que trae para la salud consumir con frecuencia este tipo de alimentos: “Esta conducta tendría consecuencias graves de largo plazo, como desarrollar sobrepeso u obesidad, condición que a mediados de 2021 alcanzó en el país una prevalencia del 37,7 % en adultos de 18 a 64 años”.
La relación entre la comida y la salud mental

El estudio también encontró una relación significativa entre la alimentación emocional y los trastornos de la alimentación y psiquiátricos, como la ansiedad y la depresión. El 18% de los participantes presentaron alguno de estos trastornos, y dentro de este grupo, la prevalencia de comedores emocionales era notablemente alta.
“Las personas con trastornos tanto psiquiátricos como de la alimentación también son comedores emocionales y muy emocionales, especialmente aquellos con trastornos de alimentación que tienen un índice de masa corporal mayor”, señaló el doctor Jonathan Alexander Cortés Vásquez.

Además de las implicaciones directas sobre la salud mental y física, la investigación resalta un problema mayor en el contexto universitario, donde se consolidan hábitos alimenticios que podrían persistir en la vida adulta. Esto subraya la importancia de intervenir tempranamente para evitar que estos patrones de comportamiento se conviertan en factores de riesgo para la obesidad y otras enfermedades crónicas.
El doctor Cortés también manifestó su preocupación por las complicaciones que el sobrepeso y la obesidad pueden ocasionar en procedimientos quirúrgicos, explicando que, “la obesidad obstaculiza la intubación endotraqueal por el aumento de tejido adiposo a nivel cervical y se obstruye la vía aérea, lo que requiere de la posición en rampa para mejorar el alineamiento de los ejes oral, faríngeo y laríngeo, y así aumentar la probabilidad de éxito en el primer intento de intubación”.
Trastorno de ingesta emocional debe ser reconocido en el sistema de salud

Finalmente, el estudio hace un llamado a la necesidad de reconocer el trastorno de ingesta emocional en el sistema de salud colombiano, subrayando que la ausencia de un diagnóstico específico en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE 10) limita las oportunidades para identificar a los pacientes que padecen esta condición.
“Esta situación disminuye la oportunidad dentro del sistema de salud colombiano de reconocer a los pacientes que la padecen, y además reduce la posibilidad de formular estrategias públicas y llevar a cabo intervenciones de promoción en salud y prevención de la enfermedad”, concluyó el médico.
Este estudio no solo abre la puerta a un mayor entendimiento de la alimentación emocional en el contexto colombiano, sino que también resalta la necesidad urgente de crear políticas y programas que promuevan una alimentación saludable entre los jóvenes universitarios, con el fin de prevenir complicaciones de salud a largo plazo.
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