Crónica: Siempre el mismo día

A través de un estremecedor relato una empleada del sistema relata como parece que en su trabajo no hay diferencia entre un día y otro

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Transmilenio tiene varias empresas contratadas para realizar las diferentes labores del sistema - crédito cortesía TransMilenio
Transmilenio tiene varias empresas contratadas para realizar las diferentes labores del sistema - crédito cortesía TransMilenio

“Yo trabajo en el Portal de Usme y como tengo que llegar antes de que abran el sistema, salgo de mi casa a las 3:30 de la mañana, cosa que me de tiempo de poder organizar todo cuando esté allá. La verdad cuando salgo corro tan rápido como puedo, soy mujer y me da miedo que me roben o me pase algo, usted sabe”, dice a modo de chiste, pero con sus ojos expresa el miedo que le produce la soledad de la madrugada.

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Ángela* quien pidió no revelar cuál es su labor dentro del sistema, es una de las empleadas de Transmilenio, ella con 40 años no tiene esposo y vive con sus padres e hijos, mismos a los que ayuda económicamente “por eso nadie me puede acompañar, estoy yo solita y corro como loca porque me da mucho miedo, eso es muy solo”.

“A las seis de la mañana esto es imposible, hay mucho flujo de gente y ellos quieren que uno haga todo ya, a veces no se puede, nosotros no controlamos la cantidad de buses que salen ni tampoco las directrices que se mandan”.

En varias oportunidades, diferentes empleados del sistema han sido víctimas de agresión por parte de los usuarios - crédito Alcaldía de Bogotá
En varias oportunidades, diferentes empleados del sistema han sido víctimas de agresión por parte de los usuarios - crédito Alcaldía de Bogotá

Añade que además del carácter inmediato con el que los usuarios reclaman el servicio, el verdadero problema surge cuando la integridad de los empleados se ve amenazada. “Yo he visto cómo agreden a los compañeros, una vez uno le sacó cuchillo y le hizo un lance solo porque le reclamó que no se colara, además de dijo ‘malparido no sea sapo no es problema suyo hijueputa’, en esos casos es muy difícil saber que puede uno hacer y que no, porque uno también es humano y pues si me hacen algo es muy complicado que yo no responda. Ese día el compañero se aguantó, pero por el susto tan berraco, igual no importó mucho porque a los días renunció”.

“Eso es verdad - interrumpió una de las compañeras de Ángela- a mi también me pasó, pero es que el problema no es solo que lo insulten a uno, el problema es cuando lo quieren cascar, porque en ese caso uno si se tiene que quedar callado y ay donde responda, lo graban y lo suben a redes sociales como si no tuviéramos derecho a defendernos o como si fuéramos máquinas sin sentimientos que tienen que aguantar todo tipo de groserías, las personas siempre juzgan pero no saben como son los usuarios”.

Los empleados temen que frente a una agresión no se puedan defender - crédito Luisa González/Reuters
Los empleados temen que frente a una agresión no se puedan defender - crédito Luisa González/Reuters

Ambas coincidieron en que si bien hay casos de conductores que graban a los ‘colados’ son solo unos pocos en comparación con los que se presentan al día. “La verdad la grosería es con todos los empleados, desde conductores, taquilla, vigilantes, gestores de convivencia, a todo el mundo lo tratan mal y a todo el mundo lo insultan, pero la verdad es que uno está haciendo su trabajo”.

“Yo me acuerdo de una vez - señaló Ángela - en la que me tocó el turno de la madrugada, vino un tipo con una capucha negra, me encañonó y me robo, yo no tuve tiempo ni de reaccionar, sentí como cada parte de mi cuerpo se entumeció, no se si del susto o del miedo, de pronto fue por los dos, lo que sé es que me quitó todo lo que tenía y yo quede nueva, nueva y tiesa. Al momentico llegó mi compañera y me dijo que qué había pasado, por qué estaba tan pálida, como pude le respondí y le conté que me habían robado. Lo peor de todo fue que ese día igual me tocó seguir trabajando. Al menos después me cambiaron de puesto, pero igual en el otro puesto tenía miedo, nunca me preguntaron cómo estaba o cómo me había sentido”.

Sobre las 9 de la mañana Ángela dice que toma su primera comida. “Generalmente la traigo de mi casa, me sale más barato, sin embargo, el problema es que muchas veces me toca embutirme la comida, porque le tengo que ayudar a mi compañero, aún así, cuando no toca disfruto esos minutos como si fueran el bien más preciado de mi día”.

Con un café en la mano y una arepa en la otra, Ángela se dispone a comenzar su descanso, toma un sorbo de café y le da un buen mordisco a la arepa. “¡Ah que rico! Tenía un hambre, le eche harta mantequilla y salecita, así es como me gusta a mi”.

En cuestión de segundos se devora la arepa con queso que trajo de su casa y se termina el café. “Perdón por comer rápido pero es que así toca aquí, además me quiero ir a fumar un cigarro para después seguir trabajando”.

Transmilenio opera desde las 4:30 de la mañana pero sus empleados entran mucho antes a trabajar - crédito Colprensa
Transmilenio opera desde las 4:30 de la mañana pero sus empleados entran mucho antes a trabajar - crédito Colprensa

En la puerta del portal, aprovecha para retocar el labial fucsia que se corrió por la grasa de la arepa, acto seguido enciende un cigarrillo y dice: “¿quiere?, yo se lo invitó”. Con el cigarrillo en su mano derecha, exhala el humo de la aspirada anterior y continúa su relato. “Yo aquí he visto muchas cosas una vez pille a un pelado fumando marihuana, no le dije nada porque no tenía buen aspecto y la verdad me daba miedo que me hiciera algo. También vi, cuando instalaron los nuevos torniquetes, como la gente los escalaba y se pasaba por encima. eso fue antes de que se dieran cuenta que podían dar la vuelta por el extremo de la plataforma, cuando se dieron cuenta, se empezaron a colar cada vez más personas”.

Mientras Ángela hablaba, sus palabras se fueron haciendo más oscuras, más sombrías, más tristes. “A veces uno ya no sabe ni qué hacer, cuando se empezaron a pasar por la plataforma, pararon unos compañeros ahí, ellos tenían pitos, pero la verdad eso pasó sin pena ni gloria, a la gente eso ya no le importa, no les da pena de nada, ni siquiera si uno les dice eso no se puede, en ocasiones no le hacen caso ni a la Policía, es más, yo creo que ellos no respetan ni a la mamá”.

Una vez terminado su cigarrillo, Ángela vuelve al interior del portal y retoma sus labores. “Perdón señorita - la interrumpe una usuaria de la tercera edad- es que voy para el hospital mamita, pero la verdad no sé en qué bus me toca irme”.

-Sumerce, ese hospital por dónde queda ¿tiene la dirección?

-Sí señora

Angela lee el papel que le muestra la usuaria y le dice: “Mi señora, eso queda cerca de la Marly, toca que agarre un B75 y se baje en Marly, ese queda por ahí, pero eso si le toca caminar”.

  • ¿De verdad mamita? ¿Es mucho lo que me toca andar?
  • No tanto como tres cuadras

Antes de irse la usuaria le agradece a Ángela y ella dice “hay muchos viejitos así, yo los ayudo siempre que puedo, pero a veces me queda imposible”.

Ya sabre las 11 de la mañana Ángela está terminando su día de trabajo, en su cara se puede ver la expresión de cansancio y sus ojos se ven pesados y sus ojeras le roban el brillo a los ojos. “Ya por fin termine, estoy mamada me quiero ir a mi casa pero me toca esperar al compañero para que me reciba. ¿Sabe que me pone a pensar todos los días? Que mañana voy a tener que pasar por lo mismo”.