Colombiana hizo parte del descubrimiento del agujero azul más profundo de Latinoamérica

Fue bautizado como Taam Ja’, lo que en maya significa ‘agua profunda’. Esta estructura, dice la experta, es de alta utilidad para indagar más sobre el origen de la Bahía de Chetumal y del agua de esa región

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Laura María Flórez Franco
Laura María Flórez Franco

Laura María Flórez Franco, ingeniera civil de la Universidad Nacional de Colombia y magíster en Ciencias naturales y Desarrollo rural del Colegio de la Frontera Sur en México (Ecosur), se convirtió en noticia gracias al descubrimiento que, de la mano de un grupo de investigadores de Ecosur, hizo en las profundidades de las aguas de la península de Yucatán. Allí encontró el agujero azul más profundo de Latinoamérica.

Con una profundidad de 274,4 metros, esta estructura natural, que fue bautizada como Taam Ja’, es tan solo superada el Dragon Hole, ubicado en el Mar Meridional de China. Este último, por el contrario, tiene 300,89 metros de profundidad.

Flórez, de 27 años, se interesó en estudiar la zona, con sus compañeros, debido a que pescadores locales de la Bahía de Chetumal manifestaron tener poco conocimiento acerca de la profundidad de aquel espacio.

“Un pescador de la zona nos llevó a conocer estas estructuras y nos mostró una que describió como la más pequeña de todas, porque el área de la boca era pequeña en comparación a la de las demás. Mencionó que en ese agujero no había peces, dato que saben porque ellos usan estos hoyos para coger especies como los mederos y los sábalos”, comentó Laura María en testimonios recopilados por el diario local El Colombiano.

Esta bahía, es de destacar, se encuentra en Chetumal, capital del estado de Quintana Roo. En maya, Taam ja’ significa “agua profunda”. De hecho, ese no es el único agujero azul que se conoce allí, en la zona hay cinco registrados, contando este último: Lool Ja’ Blue Hole (Flor de agua), Ch’och Ja’ Blue Hole (Agua salada) y Xaman Ja’ Blue Hole (Agua del norte). El cuarto en la lista no ha sido reportado, pero, explica los especialistas, sí se sabe de su existencia.

Gracias a investigaciones sobre aquel misterioso agujero, y con la ayuda de diferentes elementos, se dieron cuenta de que era mucho más profundo de lo que pensaban. Al lanzar cuerdas de diferentes extensiones, se dieron cuenta de que la punta nunca tocaba fondo. Uno de los lazos que lanzaron, correspondiente a una caña para pescar, tenía 100 metros de longitud.

Esta estructura, dice la experta, es de alta utilidad para indagar más sobre el origen de la Bahía de Chetumal y del agua de esa región. “Un biólogo que ingresó conmigo al Taam Ja’ reportó que dentro de la estructura hay bacterias y otros microorganismos. Hay indicios de actividad microbiana. De hecho, algunos de ellos pueden vivir en ambientes anóxicos, es decir, que no tienen oxígeno o con unos porcentajes bajos”, reveló ante el medio de comunicación ya citado.

Además, detalló que no hay presencia de macrofauna precisamente por eso, porque en aquel lugar hay muy poco flujo de oxígeno, lo que hace difícil que un animal de gran tamaño logre sobrevivir dentro. La presencia de especies de gran tamaño, sin embargo, en un principio, no era una posibilidad descartada, por lo que explorar el lugar generó un poco de temor en el equipo.

“Nadábamos horizontalmente para llegar al borde del blue hole. Las primeras inmersiones fueron de mucha incertidumbre. En ese momento no sabíamos que no había animales grandes, pero después de eso fue interesante y satisfactorio. El agujero tiene características diferentes, particulares y fue una experiencia enriquecedora”, detalló la científica colombiana.

Según la científica, más que el descubrimiento de un lugar turístico se habla de un espacio destinado a la conservación y protección. De hecho, la Bahía de Chetumal es un área protegida en México. En 1996 fue denominada como “Santuario del Manatí”, esto porque allí habitan aproximadamente unos 200 manatíes.