
Hacer un balance del año suele ser un recurso interesante para qué pasar del 31 de diciembre al 1 de enero sea algo más que lo que realmente es: una curiosidad cronológica que jamás implica un cambio más que en el almanaque que nuestras abuelas colgaban de la pared de sus cocinas.
Hecha la aclaración y asumiendo que es inabarcable para un simple artículo periodístico todo lo que sucede de importante en lo deportivo, bien puede sintetizarse el 2022 como una temporada marcada a fuego por varios de los más mediáticos medallistas olímpicas de la historia.
Empezando por Djokovic, bronce en Beijing y detenido y deportado de Australia por una situación cuando menos confusa respecto de su ingreso al país como no vacunado contra el COVID hasta Lionel Messi, medalla dorada en los mismos juegos de 2008, consagrándose como el más popular campeón mundial de fútbol de la historia: no hay registro de tanta fascinación dentro de su país y fuera de él por la consagración de un solo deportista en una disciplina claramente colectiva.
En el medio, los retiros de Roger Federer y Serena Williams -esos vacíos que nadie llenará- y el 14o Roland Garros de Rafael Nadal; la tierra roja de la Porte D’'Auteuil ya lo está extrañando. Un año repleto de añoranzas por tanta gloria dorada. Y curiosidad extra: los cinco casos mencionados coincidieron en el medallero pekinés.

Otra opción válida para recorrer el año que está terminando, y seguir poniendo en primer plano a los atletas -por siempre, los reales dueños del espectáculo- es el de afrontar el 2023 con el desafío de honrarlos fuera de las pistas tanto cómo los veneramos cuando se convierten en los héroes de los estadios.
De Norte a Sur y de Oriente a Occidente, 2022 dejó mucho que desear respecto del cuidado de nuestros talentos, no siempre inocentes; siempre victimas.
Apenas un par de ejemplos para que pongamos el foco en ellos más allá de las competencias.
Mientras se evalúa la posibilidad de reformular él desvinculo entre el deporte ruso y el olimpismo se siguen acumulando sanciones por doping en el ámbito del atletismo norteamericano. No sería leal comparar lo sucedido con los rusos al respecto. Pero no termina de quedar claro cuánto hay de sistemático y cuánto no en el caso norteamericano. Más allá de todo y cómo casi siempre el único culpable es el deportista que, al tiempo de tomar sustancias prohibidas, parece no tener ni médicos, ni dirigentes, ni entrenadores, ni agentes, ni financistas.
Estos asuntos y los cada vez más numerosos -en volumen y cantidad de países y disciplinas involucrados- casos de abuso basta y sobra para imaginar la dimensión del desafío qué hay de un lado de la mesa.
Del otro, todos esos casos de los que se viene hablando de manera profusa. Sean las denuncias de soborno en la elección de las dos ultimas sedes de mundiales de la FIFA, las diversas agresiones padecidas por Elnaz Rekabi, la escaladora iraní castigada por competir sin usar la yihab, nadie parece estar a resguardo de ser señalado como auténtico guardián de la salud deportiva, física y mental de nuestros atletas
Ni siquiera entre enemigos acérrimos se ponen límites.

Mientras Irán condena a la pena de muerte a Amir Nasr-Azadani, futbolista profesional, por haber apoyado manifestaciones en favor de los derechos de las mujeres y cada presentación del seleccionado de su país en Qatar invitaba a evaluar minuciosamente la reacción de cada jugador durante la ejecución del himno, un grupo de periodistas de ese país ametrallaban a preguntas improcedentes y casi ridículas al entrenador y al capitán norteamericano en la conferencia de prensa al partido por la fase de grupos del certamen.
Tal vez la síntesis del disparate se haya dado en el episodio Brittney Griner. Una basquetbolista profesional detenida por presunta posesión de sustancias prohibidas por el gobierno ruso termina un inexplicable presidio de varios meses cuando el gobierno de su país propone canjear su libertad por la de un traficante de armas. Toda una figura del despropósito de estos tiempos.
Más allá de lo que cada uno piense respecto de cada caso, ningún dirigente de ninguna Federación se anima a decir basta de la única manera que las grandes corporaciones entenderían la dimensión del conflicto: esa forma es negarse a competir donde y ante quienes no están dadas las condiciones.
Siempre es desafortunada la idea de un boicot. Hoy, ante ciertos episodios de ambos lados del supuesto conflicto sociopolítico, tampoco es demasiado sano mirar para otro lado.
Que podamos hacernos cargo es mi deseo para este día tan especial.
Feliz Año Nuevo
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