Los campesinos chinos que migraron hacia las ciudades ahora reconocen ser menos felices

Por Simon Denyer

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Beijing – Ha sido descrita como la mayor migración en la historia de la humanidad, un éxodo masivo de cientos de millones de personas desde el campo de China a sus ciudades de rápido crecimiento. Pero, ¿realmente benefició a las personas que hicieron el viaje?

Un nuevo estudio muestra que los trabajadores migrantes que se mudaron de las aldeas a las ciudades fueron recompensados con mayores ingresos, pero en realidad terminaron menos felices que las personas que dejaron atrás.

Los hallazgos, dicen los autores John Knight, profesor de economía de la Universidad de Oxford y Ramana Gunatilaka, director del Centro para el Análisis de la Pobreza en Colombo, "plantean un indicio interesante y socialmente importante" y con destacadas implicaciones políticas para los países en desarrollo de todo el mundo.

¿Por qué tanta gente emigró, si no los hacía más felices? ¿Fueron sus expectativas poco realistas o sus aspiraciones aumentaron más rápido que su capacidad para cumplirlas? ¿Fueron sus nuevos trabajos inseguros y desagradables, o las ciudades los hicieron sentir más pobres incluso cuando sus ingresos aumentaron, porque ahora vivían junto a personas más ricas?

La respuesta puede ser todo lo anterior.

Pero ahora, ¿por qué muy pocos de ellos, aparentemente, quieren retroceder?

Un gráfico del estudio, publicado hace unos días en el World Happiness Report y basado en una encuesta a domicilio realizada a principios de 2003, muestra que el ingreso promedio de los migrantes de las zonas rurales a las urbanas era 2.39 veces más alto que el de los habitantes rurales en ese momento. Los residentes permanentes de las ciudades, con un registro de residencia urbana, eran más ricos todavía.

Pero cuando se les preguntó qué tan felices estaban en una escala de 0 (nada feliz) a 4 (muy feliz), los hallazgos fueron contradictorios. Con diferencia, el grupo más feliz fue la gente que se había quedado en las aldeas, con un puntaje promedio de casi 2.7. Los chinos de origen urbano obtuvieron casi 2.5 puntos, mientras que los migrantes obtuvieron puntuaciones inferiores a 2.4.

Parte de la razón parece ser la discriminación económica y social. Bajo la China comunista, el país se ha dividido a través de lo que se conoce como una "Gran Muralla invisible". Los ciudadanos de familias rurales tienen un registro de residencia rural (hukou), que no se puede modificar aunque se muden a las ciudades.

Aclaración: El hukou liga a los ciudadanos al lugar donde nacen, limitando el uso de los servicios públicos si se mudan a otras zonas.

Y si migran a las ciudades, las personas que tienen un hukou rural tienen más difícil acceder a puestos de trabajo, vivienda, educación y atención médica. Muchos se ven obligados a dejar a sus hijos en sus aldeas, para ser criados por sus abuelos.

Los migrantes informaron que la falta de seguridad social era el problema más importante que enfrentaban en sus nuevas vidas, pero también se quejaron de la discriminación laboral y la inseguridad. "El empleo de los inmigrantes puede ser desagradable e inseguro, y esto deprime la felicidad de los migrantes", reza el informe.

En otras palabras: los inmigrantes que trabajan en la construcción pueden haber construido las grandes ciudades de China, y los migrantes que operan pequeñas empresas pueden ser el alma de esas ciudades, pero la vida, para ellos, en esas mismas ciudades puede resultar muy difícil.

Por un lado, había 225 millones de trabajadores migrantes de hukou rural en las ciudades de China en 2015, frente a 125 millones en 2005.

Entonces, ¿por qué vienen? En parte, parece que tienen expectativas poco realistas de encontrar una mina de oro al final del arcoíris urbano: "expectativas excesivamente altas de las condiciones que experimentarían en la ciudad".

Pero sus aspiraciones también aumentan cuando se mueven, a menudo, más rápido que sus capacidades para cumplirlas. Vivir junto a personas más ricas no ayuda. Aunque los migrantes se hicieron más ricos al mudarse, dos tercios de los que dijeron que no estaban contentos dieron como razón los bajos ingresos. Los migrantes, dice el informe, pueden haber predicho que sus ingresos aumentarían cuando se mudaran, "pero no cómo sus aspiraciones aumentarían a medida que se volvieran parte de una sociedad urbana muy diferente".

Pero si los inmigrantes no están contentos, ¿Por qué no se van a casa?

Algunos pueden haber perdido sus tierras en la gran campaña de urbanización de China, pero otros pueden darse cuenta de que una vez que sus aspiraciones han aumentado en su nuevo entorno urbano, simplemente no hay vuelta atrás: es imposible estar satisfecho con una vida rural de horizontes más estrechos y menores expectativas una vez que haya experimentado las luces brillantes de la gran ciudad.

Eso puede explicar, en parte, otro hallazgo desconcertante de los datos: no menos del 56 por ciento de los migrantes consideraron que la vida urbana les daba una felicidad mayor de la que habían experimentado en sus vidas anteriores, el 41 por ciento se declararon igualmente felices en entornos rurales o urbanos, mientras que solo el 3 por ciento dijo que eran más felices en las aldeas. De igual manera, las personas que se quedaron atrás fueron más felice y las personas que se mudaron no se arrepintieron de su elección.

El documento forma parte de un examen anual de bienestar subjetivo realizado en más de 150 países, y publicado por Sustainable Development Solutions Network, una iniciativa de Naciones Unidas.

El informe del año pasado también contenía algunas conclusiones fascinantes sobre China en un estudio de Richard A. Easterlin, Wang Fei y Wang Shun: en el último cuarto de siglo, los ingresos personales aumentaron aproximadamente cinco veces en China, pero la felicidad cayó bruscamente de 1990 a 2005. Hoy en día, los chinos son probablemente menos felices, de media, que hace 25 años, en parte porque las reformas económicas demolieron la seguridad laboral y la red de seguridad social.

Las clasificaciones anuales publicadas este año dieron a Finlandia el primer lugar como el país más feliz del mundo. Estados Unidos llegó al decimoctavo lugar, Taiwán ocupó el puesto 26, Hong Kong el 76 y China ocupó el lugar 86 entre 156 países.

Es un recordatorio que, a pesar de la cobertura mediática de la dramática historia de éxito económico de China, los ingresos por cápita y los niveles de felicidad en este país siguen rezagados respecto a muchas otras naciones, incluidas muchas naciones en desarrollo.