Por qué la comida sabe mejor cuando odias la vida

Por Korin Miller; traducido por Juan Regis

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La ciencia detrás de los antojos reconfortantes.

Todos los días, millones de personas se refugian en las calorías —miles de ellas— cuando se enfrentan a situaciones de mucho estrés.

De acuerdo con datos del servicio a domicilio en línea Seamless, las órdenes de platillos con alto contenido calórico incrementan dramáticamente durante la temporada de exámenes finales entre universitarios, quienes repentinamente sienten un terrible antojo por el pollo crujiente (96 por ciento), pizza con pollo y aderezo de tocino (más del 60 por ciento), y papas a la francesa (más del 56 por ciento). Durante el segundo debate presidencial estadounidense de este año, las órdenes de comida como pollo frito, macarrones con queso, y varios postres alcanzaron niveles altísimos.

El vínculo entre estrés y comida capturó la atención de los investigadores. Los autores de un estudio, publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, llegaron a la (obvia) conclusión de que las personas con desgaste físico y mental son más propensas a comer sin control que aquellas con una vida relativamente más tranquila.

Otro estudio publicado por investigadores en Rumania concluyó que la gente que reprime sus emociones también es más propensos a proyectar sus sentimientos en una orden de tacos.

Pero aunque la ciencia ha comprobado que comer por estrés es una realidad, aún no queda completamente claro "por qué" sucede. "Existen dos teorías en conflicto", dice Clifford Segil, neurólogo del Centro de Salud Providence Saint John de Santa Mónica, California. La primera tiene que ver con el cerebro y las hormonas que lo regulan. "Cuando comemos alimentos que nos reconfortan, el cerebro segrega niveles más altos de endorfinas que nos hacen sentir bien", explica Segil. Las situaciones de mucho estrés pueden disminuir dicha cantidad, lo que provoca que la sensación placentera vinculada al consumo de más alimentos sea más pronunciada.

La otra teoría está ligada a las glándulas suprarrenales —localizadas hasta arriba de cada riñón— que producen varios tipos de hormonas. El estrés puede hacer que tus glándulas suprarrenales segreguen adrenalina, lo cual desencadena la sensación de hambre, explica Segil. "Ambas teorías tienen sentido", dice. "Cuando tienes estrés quieres hacer cosas que te hagan sentir mejor".

Los psicólogos también creen que podría haber conductas preestablecidas que nutren el deseo de comer. "No todas las personas comen por estrés, pero para aquellas que sí lo hacen, dicha acción podría tener su origen en la relación entre comida y una sensación de calma que ha perdurado por mucho tiempo", dice Alicia H. Clark, psicóloga de Washington DC. "La comida puede ser un lugar familiar al que se acude para calmar experiencias emocionales, y al mismo tiempo crea un sentido de seguridad y saciedad".

Desde luego, no todos los alimentos son una opción —es poco probable que te den ganas de comer una zanahoria cuando te sientes agotado—. Investigaciones preliminares del Monell Center en ratones sugieren que el estrés podría hacer más sensibles nuestros receptores de azúcares. Esto provoca un círculo vicioso, dice Clark, en especial porque los alimentos con altos niveles de azúcar también están relacionados con el incremento de ansiedad y falta de concentración, lo cual a su vez puede provocar más estrés.

Brian Wansink, director del Cornell Food and Brand Lab, ha investigado el tema de la ingesta de alimentos por estrés y cree que la motivación principal es, en realidad, la distracción y no saciedad. "La gente lo hace porque quiere distraerse de lo que cree es un pésimo estado mental", comenta. "La parte interesante de comer por estrés no es lo que se consume, sino la acción misma".

La investigación de Wansink concluyó que las personas en situaciones de estrés pueden comer todo lo que encuentren a su paso —esto incluye alimentos saludables y no tan saludables—y sentirse igual de satisfechas y menos estresadas. La gente suele comprar comida con altos niveles de calorías porque contienen más sal, grasa, y azúcar. Además es el tipo de alimentos que disfrutaban de niños.

La misma conclusión resulta verdadera cuando las personas se distraen de situaciones similares ocupándose con labores como hacer limpieza o regresar una llamada de negocios. "Puede ser cualquier cosa. Los niveles de estrés bajarán en la misma medida", comenta.

Si no hay manera de evitar que comas por estrés, Wansink recomienda probar primero una opción crujiente y saludable —manzanas, nueces o pimientos—, ya que la satisfacción está relacionada subconscientemente con el sonido que provocan al morderlos y las personas se sienten mejor.

También es importante recordar una cosa: aunque comer por estrés te haga sentir bien en el momento, la sensación no dura por mucho tiempo. "Como todo, las endorfinas desaparecen", dice Segil; desafortunadamente, las calorías no. Por ello, Wansink recomienda hacer labores de distracción. "Intenta acomodar un cuarto. Te garantizo que en 15 minutos te sentirás mejor".

Publicado originalmente en VICE.com