Los estadounidenses en el exterior se debaten entre quedarse y arriesgarse a la infección o regresar a casa... y arriesgarse a la infección

Por Lara Jakes

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Foto de archivo. Los trabajadores de funerarias esperan con un ataúd en la parte trasera de una camioneta afuera del hospital Los Ceibos mientras los servicios de salud y funerarios han colapsado en medio del brote de coronavirus, en Guayaquil, Ecuador, 15 de abril, 2020. REUTERS / Santiago Arcos
Foto de archivo. Los trabajadores de funerarias esperan con un ataúd en la parte trasera de una camioneta afuera del hospital Los Ceibos mientras los servicios de salud y funerarios han colapsado en medio del brote de coronavirus, en Guayaquil, Ecuador, 15 de abril, 2020. REUTERS / Santiago Arcos

WASHINGTON — El plan de viaje era tan agotador como arriesgado para el sobreviviente de cáncer de 77 años, quien se preguntaba cómo abandonar el autoaislamiento en Ecuador y regresar a su casa en Nuevo Hampshire sin contagiarse del coronavirus.

“No es apto para cardíacos y promete ser extenuante, pero queríamos determinar su interés”, escribió el mes pasado la embajada estadounidense en Quito, Ecuador, en una notificación dirigida a los estadounidenses que buscan regresar a los Estados Unidos mientras la pandemia letal se propaga.

Eso era imposible para Bob Rand, quien permanece en Ecuador con un sistema inmunológico ya comprometido debido a unas rondas previas de quimioterapia para tratar un cáncer en etapa IV. Rand viaja anualmente allí para visitar a un hijo que trabaja en Quito.

Pero ese resultó ser el último vuelo del gobierno estadounidense para salir de Ecuador, lo que deja muy pocas, por no decir ninguna, opciones disponibles para los ciudadanos estadounidenses que intentan evitar enfermarse.

El itinerario del 29 de marzo instaba a Rand y otros viajeros a tomar un avión militar de carga C-130 a Panamá, donde permanecerían a bordo durante una escala de 12 horas. No tendrían comida ni agua, exceptuando por lo que llevaran en el único bolso de 22 kilogramos que cada pasajero tenía permitido llevar.

Desde Panamá, volarían a una base naval en Norfolk, Virginia, donde los pasajeros tendrían que encontrar su propio medio de transporte para el resto del camino a sus hogares.

En el caso de Rand, eso significaba reservar un vuelo comercial o alquilar un auto para llegar a North Hampton, Nuevo Hampshire, y casi con seguridad tendría que entrar en contacto con personas que no habían pasado semanas en cuarentena, como él.

“Pero al final del día, estarás de regreso en los Estados Unidos y tendrás una gran historia que contar”, decía la embajada en su notificación.

Rand no se arrepiente de haber dejado pasar ese vuelo de carga. “Habría sido una experiencia dura para mí”, afirmó la semana pasada a través de una entrevista telefónica.

Pero un mes después, con los casos de coronavirus duplicándose cada semana en Ecuador, Rand ahora se pregunta si no sería mejor que tomara uno de los cada vez más escasos vuelos comerciales semanales a Estados Unidos, aunque eso signifique interactuar con extraños que podrían terminar infectándolo.

“Creo que preferiría estar en casa rodeado de médicos que estar enfermo aquí”, afirmó.

Aquellos que habían asumido que podían permanecer en el exterior y esperar a que la pandemia menguara ahora enfrentan una decisión complicada: o resistir y prepararse para la posibilidad de que se infecten con el virus y sean tratados en hospitales extranjeros, o arriesgarse a infectarse en el viaje de regreso a Estados Unidos.

El Departamento de Estado está dejando de organizar los vuelos gubernamentales que hasta ahora han traído a casa a 65.000 estadounidense desde todas partes del mundo. Algunos continúan en cantidades limitadas en regiones como el subcontinente indio y África, pero “estos vuelos no van a durar para siempre”, le dijo a la prensa Ian Brownlee, subsecretario de Estado adjunto.

El departamento también está ayudando a las aerolíneas comerciales a superar las regulaciones extranjeras que han restringido los vuelos durante la pandemia. Al menos cuatro vuelos que llevaban estadounidenses a Estados Unidos salieron de Perú en el transcurso de la semana pasada, afirmaron los funcionarios, luego de que algunos diplomáticos cabildearan al gobierno en Lima para que relajaran su política de fronteras cerradas.

Un pasajero con mascarilla camina por el aeropuerto internacional de Guarulhos en San Pablo, en medio de los temores ante el brote de  coronavirus. REUTERS/Roosevelt Cassio
Un pasajero con mascarilla camina por el aeropuerto internacional de Guarulhos en San Pablo, en medio de los temores ante el brote de coronavirus. REUTERS/Roosevelt Cassio

Pero todavía hay al menos 17.000 ciudadanos estadounidenses o residentes legales en el exterior que han manifestado necesitar ayuda, y ya en este punto el Departamento de Estado les está pidiendo que tomen cualquier vuelo disponible.

William Walters, subdirector médico del Departamento de Estado, afirmó que el riesgo de contagiarse con el virus era casi igual de alto en los vuelos patrocinados por el gobierno que en los comerciales. Lo que marcará la diferencia en la salud de los estadounidenses, dijo, es dónde podrán obtener atención médica.

“Puedes regresar a los Estados Unidos, donde eres ciudadano y tienes acceso a atención sanitaria y a una infraestructura que sigue intacta”, dijo Walters.

Pero si se atrincheran en el sitio en el que están, sobre todo en países en desarrollo, donde el virus aún no ha llegado a su punto más grave, “serás un ciudadano estadounidense en un país extranjero que para empezar no tenía una gran infraestructura”, afirmó. “Y ahora tendrías menos derechos y acceso a una infraestructura menor”.

Brownlee advirtió que los vuelos comerciales a Estados Unidos también podrían acabarse en los próximos días, lo que hace más urgente la necesidad de que los estadounidenses aprovechen cualquier oportunidad “mientras existan”.

El número de muertos en Ecuador durante la epidemia fue 15 veces mayor que la cifra oficial de fallecidos por coronavirus reportada por el gobierno, según un análisis de The New York Times. Esos números sugieren que el país sudamericano está sufriendo uno de los peores brotes en el mundo.

Hasta el momento, el Departamento de Estado ha ayudado a más de 3500 estadounidenses a salir de Ecuador, incluyendo a más de 110 la semana pasada. Pero hasta el momento, Rand ha sido incapaz de reservar un puesto en estos vuelos.

Rand se preocupa cada vez más cuando considera en dónde tendría que recibir tratamiento médico de llegar a necesitarlo. La mayoría de las clínicas privadas bien equipadas de Quito no están atendiendo pacientes de coronavirus, afirmó, y los hospitales públicos ya están sobrecargados.

Actualmente espera poder tomar un vuelo de United Airlines la semana que viene que lo llevará de Quito a Houston, donde pasará la noche haciendo escala, y luego arribará a Chicago antes de llegar a Boston. Irónicamente, tendrá la misma cantidad de transferencias que el vuelo del avión militar de carga estadounidense.

Pero al menos estará de vuelta en Estados Unidos. “Las cosas se pueden complicar aquí”, afirmó Rand, quien ha estado en cuarentena en Ecuador junto a su hijo y un pequeño grupo de amigos desde el 16 de marzo. “Estoy empezando a pensar, ‘Oh-oh’”.

(c) The New York Times 2020